Crónica del concierto de Cracker en Intxaurrondo
Cuando David Lowery y Johnny Hickman salieron al escenario casi se podía tocar su complicidad. Les acompañaba Matt «Pistol» Stoessel, un lujo al pedal steel, pero resultaba difícil escapar del magnetismo de Lowery y Hickman, los dos únicos miembros originales de Cracker. No en vano la primera canción que tocaron en su concierto, Dr. Bernice, tiene ya 25 años, los mismos que el álbum debut de la banda americana.
Aproximadamente cinco años después de aquello, dos amigos míos de toda la vida, Jorge y Toni, querían montar un grupo. Era la época post-grunge, del brit-pop, del apogeo del indie, de la MTV que molaba… el primer concierto de mis amigos, antes de reclutar al resto de la banda, lo dieron en mi casa. Luego formaron el grupo, The Howlings, grabaron una maqueta, dieron muchos conciertos, soñaron y nos hicieron soñar a los amigos. En aquellos tiempos del concierto en mi casa, Lowery ya era todo un veterano que antes de formar Cracker había liderado la fantástica banda Camper Van Beethoven y disfrutaba de su mayor éxito, Low, que sonaba mucho en aquella MTV que. como decía, entonces molaba. Supongo que ellos también soñaron con un éxito mayor del que luego tuvieron.
The Howlings se disolvieron, renacieron como Rouge y más tarde mutaron a Los Bracco. Ayer telonearon a Cracker en una velada llena de recuerdos para mi. Ya no estoy con Jorge y a Toni tanto como antes, pero verles en el escenario me trae, inevitablemente, miles de recuerdos. Tardes de local, viajes a conciertos, intercambio de discos, discusiones musicales (y no musicales)… La música que hacen ahora ya no me causa el mismo efecto, cosas mías. Entonces me hacía soñar con el futuro y ahora me provoca nostalgia; pero me alegra verles en un escenario, ver que no dejan de dar conciertos y que se han establecido como una de las bandas habituales de la escena local donostiarra. Se les nota el rodaje, sobre las tablas y en el sonido.
Cracker, por su parte, coquetearon con el éxito de masas, pero no lo alcanzaron. A cambio son una de las bandas de rock más respetadas del mundillo. Cuando digo rock me refiero a ese rock sureño que es seco como el polvo del desierto que viaja en ranchera, bebe whisky y lleva botas de piel. Desde aquel primer disco a su última entrega -el magnífico Berkeley to Bakersfield– Cracker han tocado todas las ramificaciones del género, desde el rock alternativo a la vieja escuela Honky Tonk, pasando por el country y lo que se ha dado en llamar americana. Sobre el escenario, Cracker despliega todo su catálogo de estilos en influencias.
Así, David Lowery, Johnny Hickman y Matt «Pistol» Stoessel abrieron el concierto en formato trío acústico con la mencionada Dr. Bernice, seguida de Loser -estupenda versión del tema de los Loser de Grateful Dead-. Se mostraron como unos discípulos aventajados de Willie Nelson. Los brillantes Carlton Owens -batería- y Bryan J. Howard -bajo- se unieron después para protagonizar un crescendo de intensidad, tema a tema, que alcanzó el primer cenit de la noche con una espectacular Teen Angst (What The World Needs Now) (otro tema de los 90 con un título y una letra muy de la Generación X).
Durante dos horas Cracker sonaron compactos, poderosos, eclécticos, repletos de matices. Brillantes cuando sonaban delicados, sublimes cuando apretaban el acelerador. Interpretaron grandes éxitos como Sweet Potato, This is Cracker soul o Eurotrash girl y Lowery echó la vista aún más atrás para recuperar Take The Skinheads Bowling de Camper Van Beethoven. Hickman, además de estar siempre certero con las seis cuerdas, cantó un par de temas con aroma muy country –California boy y Wedding day– y se atrevieron con Pictures of Matchstick Men, una versión muy guitarrera de la canción de Status Quo. Podría dedicar un párrafo a las virtudes de cada uno de los músicos. Al poderío escénico y versatilidad de Hickman, al magnífico trabajo al bajo y los coros de Howard, a la importancia del siempre presente y atmosférico pedal steel de Stoessel, a la contundencia rítmica de Owens y, por supuesto, a la rabia y sensibilidad de Lowery al cantar. Sólo eché de menos algo más de interacción con el público por su parte. En vez de eso simplemente diré que sonaron a la altura de su leyenda.
Acabaron la primera parte del concierto con la poderosa Gimme One More Chance, en uno de los mejores momentos de la noche. Desatados, imparables como una locomotora a pleno rendimiento. Todo un contraste, otra vez, cuando regresaron para el bis, volviendo a demostrar su versatilidad y recuperando el formato trío para interpretar una delicada Been around the world y cerrar un magnífico concierto. Lástima que coincidiese con una de esas noches donostiarras repletas de ofertas musicales que afectaron, sin duda, al aforo. Los que estuvimos allí disfrutamos de una noche de las que no se olvidan.
Fotos de Los Bracco
Fotos de Cracker