Le lion est mort ce soir. Es mucho más acertado el título original que su versión internacional, aunque por otra parte esta nos suene más: The Lion Sleeps Tonight. Son los títulos de las versiones en francés e inglés de una popular canción sudafricana -que después se popularizaría aún más con El rey león. La diferencia notable es que mientras en la versión en inglés el león dormía, en la francesa estaba muerto. Esta es una película sobre la muerte de un hombre, pero no de su leyenda. Sobre relevo generacional, sobre el final de una vida. Sobre el cine, sobre hacer cine.
Nobuhiro Suwa, aborda cuestiones metacinematográficas en un tono mucho más ameno y asequible que su H Story. Aquí, además de las ideas más puras de aquella, hay una historia simpática entre un viejo y unos niños. Sin duda, contaminado de su anterior proyecto, Yuki & Nina (curiosidad: Yuki hace un cameo en esta, con el mismo nombre). En todo caso, vuelve a jugar con el cine dentro del cine, y a fijarse en un elemento relevante de la nouvelle vague. Si en aquella era Hiroshima mon amour, en esta es el actor fetiche del movimiento: Jean-Pierre Léaud.
Jean-Pierre Léaud, el símbolo
Fue el niño de Los 400 golpes y siguió creciendo con Truffaut en su personaje de Antoine Doinel. También trabajó con Godard. Se convirtió así en un símbolo de aquel cine, y ya son varios directores los que han querido reservarle un lugar en su película, no solo como actor, sino como metáfora. Assayas le dio el papel de un director radical en su mejor película, Irma Vep. Recientemente, el indomable Albert Serra lo dejó agonizar en La mort de Louis XIV, en la que su sola presencia representaba el final de muchas cosas. Suwa hace algo parecido asignándole, en vez del rey sol, el rey de la selva, el rey león. Aquí le da un papel de reputado actor de otros tiempos que también está esperando la muerte. Léaud, el actor, no solo el personaje, simboliza el cine, y en concreto, la nouvelle vague, y ya lo representó precisamente en la película más metacinematográfica de Truffaut, La noche americana.
Aquí los cineastas serán unos niños, que parecen la versión gafapasta de los chavales de Super 8. Representan a esa nueva generación de cineastas apasionados con rodar. Impetuosos, salen con la cámara a grabarlo todo, sin tener ni idea aún que necesitan un guión. El viejo león moribundo les transmitirá su saber. Son nuevos cineastas que están bebiendo del trabajo de sus antecesores pero que al mismo tiempo no se dejan imponer una visión. Hay varias discusiones entre los jóvenes y el anciano. Aprenden del pasado y también rompen con él. Se podría decir que son una nueva nueva ola.
La función simbólica de Léaud se advierte también en la sensación, voluntaria o no, de que el actor hace lo que le da la gana. Está claro que hay cierto factor de improvisación, buscado o fingido. Se dice en la película que es importante que se transmita en una película que se ha hecho disfrutando, y esto es aplicable, por supuesto, a la propia obra. El cine como un juego de niños. La manera en que Léaud se sale del guión con los niños y se mueve como un anciano que hace lo que le da la gana, lleva a pensar, inevitablemente, que este es su comportamiento con el director real. Esta particularidad se advierte ya desde la primera escena, donde el actor mira a cámara, actúa a su manera, y debate con el director.
La cámara dentro de la película
Cuando se filma un rodaje es inevitable incluir una cámara dentro de la película. Aquí la vemos en esos niños aficionados al cine, que corren con su cámara y su pértiga, ansiosos por rodar. También lo vemos en la escena profesional que se rueda al principio y al final de la película. Es la misma escena, que se rueda dos veces, pero Suwa cambia su significado eligiendo el punto de vista. Me explico. La primera vez que vemos el rodaje de la escena, al principio de la película, partimos del primer plano de Leaud, donde despierta, para descubrir, al alejarse la cámara (nuestra cámara) que hay otra cámara rodando, cambiando así de la escena al rodaje de la escena. Lo que ocurre al final es bien distinto. Lo que vemos está rodado enteramente desde la cámara que supuestamente está grabando la escena. Ya no hay dos puntos de vista distintos. Suwa, como ya hiciera en H Story, aprovecha que la cámara no deja de rodar, para captar desde ahí el rodaje. Las indicaciones del director o los comentarios del propio actor nos avisan cuándo estamos viendo el rodaje y cuándo la escena en sí misma. Esta cuestión tan sencilla hace que sea el contexto y no el punto de vista el que cambie los significados de la imagen. El plano es el mismo. Que esto suceda al final y no al principio tiene un peso que nos habla de una transformación que ha habido en la película y en el personaje. Nos funde la ficción con la realidad y nos recuerda que estamos viendo a Jean-Pierre Léaud y no al personaje, Jean. Nos remarca el doble significado de la imagen. También es un refuerzo a la idea de que el actor ya está preparado par afrontar la muerte. En los dos intentos de rodaje vemos la propuesta del director y la del actor, en cuanto a la reacción ante la muerte. La segunda es más verdad.
Hay también un trabajo de composición interesante en la escena que ruedan los niños, cuando está sentado y se tiene que levantar y salir de la habitación. Aquí la posición de la cámara de los niños y la de Suwa está completamente separada. A pesar de eso, el director consigue que ambas composiciones capten todo el desarrollo de la escena. Lo resuelve con un espejo. Por supuesto, el protagonismo de cada uno de los dos planos -luego veremos la grabación- es diferente en función de lo que cuenta cada uno. De nuevo, dos historias con significados distintos antes una misma situación que se desarrolla en una habitación, dependiendo de la elección del punto de vista.
La muerte
Más allá de las consideraciones relacionados con el propio cine, esta película habla de algo mucho más general: afrontar la muerte. Un personaje que recuerda a su gran amor, que también murió. Lo recuerda en ese repaso vital que llega cuando a uno le queda poco. Recorre los lugares del pasado. La melancolía del recuerdo. Los fantasmas del pasado. Esta película hace buena pareja con la última del nombrado Assayas, Personal Shopper, donde también había un fantasma en una casa, recuerdo de un ser amado perdido. Ambas tienen un uso dramático místico parecido del fantástico.
Pero también está aquí el relevo generacional. El anciano que lega su sabiduría de viejo león a los cachorros que están por venir. No solo es el conocimiento y la experiencia lo que les transmite, también quiere dejar el recuerdo de su amada y el suyo propio. Lo hace en un juego de dos direcciones, él les cede el recuerdo a cambio de que ellos lo plasmen. El cine como la memoria. El cine como homenaje. El cine como la inmortalidad.