Aprovechando que El Gran Wyoming venía a la Filmoteca a presentar El Verdugo, de Berlanga, como su película favorita (no tiene mal gusto, no), nos reunimos un rato con él para charlar sobre cine, música y los tiempos que corren. Una charla jugosa a pesar de ser muy breve por lo apretado de la agenda, con una persona que deja ganas de más.
¿Cuándo nace tu afición por el cine?
Yo no soy un señor normal, pero soy un señor de 62 años ya. Por la edad que tengo pertenezco a un grupo, a un ámbito, en el que el cine lo era todo. Lo cierto es que yo me he criado en la sala de cine. La sala de cine para la gente de mi edad no solamente era un sitio donde ponían películas. Era el único sitio donde las ponían. Para lo cual habían creado un sistema que se llamaba sesión continua en el que tu entrabas a las 4 de la tarde y salías a las 10 de la noche. Esto generaba, de una forma inconsciente, una afición al cine. Porque estas sesiones continuas era todos los fines de semana, todos. Incuso, con suerte, el sábado y el domingo dependiendo de las posibilidades económicas. Pero es que no había ningún otro sitio donde ir. Yo pertenezco a un mundo donde el cine era inevitable. Inevitable. Ahora voy menos, por distintas cuestiones… es que antes era todo el rato
¿Ha cambiado la relación de la gente con el cine?
Antes, las películas de arte y ensayo por llamarlas de alguna manera, gente como Bergman, se estrenaban en los cines grandes. Y esto se lo comía la gente. El público lo aceptaba de buen grado. Aunque no las entendieran. Igual decían «es demasiado lenta» o «no la he entendido», pero no se iba a casa frustrada. No había una selección previa, la gente iba al cine y veía prácticamente todo lo que le ponían. Igual en el teatro. En Madrid había 60 o 70 teatros constantemente programando y ahora se habrá reducido a un 20%. Y los cines ni te cuento. El cine era algo parecido a lo que ahora es la televisión.
A veces tengo la sensación que, ahora, al público le cuesta más digerir ese tipo de cine. No tiene paciencia, lo necesita todo más masticado. ¿Crees lo mismo?
Si. El espectador de hoy en día está educado en otro lenguaje audiovisual totalmente diferente y los hábitos son otros. Mira la gente como se mete en Facebook. ¡Pum!, ¡pum!, ¡pum!, ¡pum!, viendo vídeos de uno o dos minutos y si no me interesa paso a otro… Bresson no podría hacer cine nunca jamás hoy en día, eso se ha acabado. Y esto es lo que te decía, Bresson era entre comillas, «un tostón»; pero era un tostón aceptable, como el blues. Quiero decir, no todo va a ser Rock & Roll. La gente aceptaba que había blues, rock & roll, samba, bossa nova… esto estaba completamente asumido. Ahora no, ahora sólo funciona el R&R. Cualquier lenguaje que no contenga 10 planos por segundo no funciona. Esto es complicado, porque hay mucho cine que se queda fuera. Ahora, de vez en cuando, empiezan a surgir películas que dices «¡Coño! qué bien, han escogido esta para los Oscar». Es un cine que yo creía que no se iba a volver a hacer, y ahora surgen, de vez en cuando, como flores exóticas… antes era normal.
Hablas del R&R, pero creo que precisamente no está en su mejor momento con la gente joven…
Por una parte es normal porque es una música que no es de su generación. Por otro lado, lo que pasa es que tampoco era de la mía. Muchas veces cuando hablo de estas cosas me dicen «lo que pasa es que tú eres un nostálgico» pero es que cuando yo hablo de la época de oro de los grandes estudios, de Humphrey Bogart, hablo de una época en la que ni siquiera había nacido. Creo que antes se era más receptivo a lo que ya había, independientemente de cuando había sido creado. Ahora se está mucho más pegado al momento. Lo moderno tiene un componente añadido que, no sé por qué, la gente valora muchísimo más. «Esto es moderno, esto es de mi época, esto lo quiero ver». Pero si les dicen «mira esto que bonito es», te pueden responder «ah, no, es en blanco y negro y yo no lo quiero ver». Esto en mi época no pasaba. Por ejemplo, con mis hijos, a mi me ha costado mucho trabajo, y muchas veces no lo he conseguido, ponerles películas en blanco y negro. Yo nací con el cine en color, pero las películas en blanco y negro yo me las chupaba de dos en dos y no pasaba nada. Yo no tenía rechazo a lo anterior y ahora hay mucho de eso. ¿Por qué les pasa a ellos y a mi no? Es algo que no lo puedo entender. No me preguntes por qué, no lo sé. Para mi es un misterio.
Pues si no sabes por qué vamos a cambiar de tema. Mañana tocas con Los Insolventes en la sala Kutxa Kultur de Tabakalera, ¿qué se va a encontrar la gente que acuda?
¡Un espectáculo sublime!
¡Hombre! Eso lo damos por hecho…
Nosotros lo que hacemos es un recorrido por la música que nos gusta. Digo nosotros, pero vamos, que aquí el que dice lo que se hace soy yo. No, en serio, he tenido la suerte de encontrarme con una gente con la que he conectado muy bien por eso voy con ellos, claro. Aunque les saco unos veinticinco años conectamos perfectamente en la música. Les conocí cuando estaban tocando en un bar y me gustó lo que hacían, me acerqué y les empezamos a hablar. Me dijeron que les gustaba Eric Clapton, Led Zeppelin… ¡pero si es la música que me gusta! Y, volvemos a lo de antes, tampoco era la música de mi tiempo, que yo tenía 12 o 13 años entonces. En fin, que a ellos les gustaba eso también y conectamos. Así que me invitaron a que subiese a tocar con ellos. Luego hicimos un pequeño repertorio para tocar en los bares y, así, llevamos diez años sin parar. Lo que hacemos es un recorrido por la música que nos gusta y conectamos bien con la gente. Hacemos desde finales de los 50 hasta hoy, tocamos grupos americanos, ingleses, españoles; pero dentro de lo que a mi me gusta The Who, Beatles, Zappa, Lou Reed, Leño, Radio Futura…
Vamos, que homenajeas a tus raíces musicales. Volviendo a lo que hablábamos antes, ¿no crees que quizá ahora no se valora el pasado por que hay mucho desconocimiento y mucha arrogancia a la hora de juzgarlo?
El mundo moderno es muy complicado y muy ingrato para esto. El decorado y la tecnología está tan desarrollado que no necesitas nada. Tú puedes ser un perfecto analfabeto, pero llevas encima un aparato que pesa unos pocos gramos, y que te dota de todo lo demás. Esto antes no pasaba. Igual yo no sé quien es Cervantes, pero miro la Wikipedia y te lo cuento. Yo no sé sumar, pero da igual, yo tengo una calculadora. Esto sirve para todo. De alguna manera antes la gente tenía un respeto por la cultura, quizá inconsciente, porque entendía que era un arma que le iba a proteger en la vida. Que el saber le iba a defender de ciertos elementos. Ahora no. Ahora lo que te defiende de los elementos es un aparato, por ejemplo el móvil. Eso hace que la gente se abandone. Esta es la realidad.
Pero también hay mucho más acceso a las fuentes de conocimiento.
Lo que ocurre es que la gente no tiene porque tener el disco duro propio, porque tiene uno externo. Esto es una cosa que es muy muy muy reciente. Antes el cerebro aparte de para pensar servía para archivar. Esto ha desaparecido. La gente no tiene ninguna necesidad de archivar porque ya tiene donde guardar los documentos. El tema es que lo que ocurría entonces era que, además, los archivos interaccionaban. Esto es algo que se va a perder… Y es una pena, porque eso es algo que te llevaba a disfrutar de cosas que de otra manera no te llegarías a preguntar. ¿Dónde está el gusto por una puesta de sol?. Que igual es una cosa muy cursi y romántica… pero ¡da igual! Al final la cultura te enseña a aprender a valorar lo elemental. Justo el más erudito es el que más disfruta de las cosas sencillas. Y esto es una cosa que yo he descubierto con lo años, que el mundo en el que estamos da muy poco de si, no son más que tres cositas; pero hasta que no eres consciente de ello y no aprendes a saber por qué estás y para qué estás, pues te estás perdiendo el 90% de lo bueno que tiene el suceso.
…
Joder, como me ha quedado, ¡esto no lo había pensado en mi vida! [entre risas]
La verdad es que si, ¡nos has dejado sin palabras! [entre más risas]
Una vez leí una cosa que me encantó, una definición de la felicidad que decía «mentes complejas con gustos sencillos». La verdad es que en su momento no entendí nada de aquello. Pero luego, pensándolo, me di cuenta de que efectivamente vivimos al revés. Encefalograma plano con ambiciones disparatadas. Esto genera ansiedad y frustración. La gente no tiene nada en el coco, pero lo que quiere es un pedazo de barco con cuatro pibas ahí dándolo todo…. se creen que está ahí la cosa y eso es mentira. La felicidad es tener la mente bien amueblada y saber disfrutar de una paella con cuatro amiguetes tomando un vino sin prisa. Si no sabes hacer eso estás perdido.
Ayer Rebordinos presentó su película favorita y en su presentación contó que una de las razones para escoger Tokyo Decadence fue la ola de puritanismo censor, de proteccionismo moral que se convierte en prohibición. Tú juegas con el humor y la provocación, ¿sientes algo parecido?
Si, porque nunca como ahora se ha vivido tanto de la imagen y de la repercusión que tiene lo que dices. Yo me leí un libro, hace mucho tiempo, de un señor que se llamaba Pinillos titulado Los favoritos de la multitud: cómo se conquista la notoriedad. Eran entrevistas a políticos, marqueses y gente así de los años 30. Entrevistaban por ejemplo a Lerroux, que era un político de la República. Ante mi estupor este hombre decía «yo estoy en la política para forrarme». Esta cosa que pillaron a Zaplana una vez en una conversación telefónica, pues este lo decía tranquilamente. «Usted tiene fama de corrupto», le dicen, y el responde «si, si, yo esto corrompido desde antes y ahora no voy a cambiar». Yo alucinaba con que un tío se definiera como un sinvergüenza y un ladrón estando en activo. Pero es que entonces no tenía ninguna repercusión. Podía decir «ahora me voy a tomar un café con los amigos y después me voy a ir de putas» y se la sudaba todo. No tenía repercusión. Ahora si la tiene.
De alguna manera la inquisición está aquí, no está allí que si te pillan te juzgan. Es que vivimos en medio de ella. La gente tiene que andar con cuidado y desaparece el librepensador. De ahí que en las encuestas si a la gente le preguntan «¿qué valoras más en una mujer, la belleza o la inteligencia?», el 100% dice «la inteligencia». Es mentira, es mentira. Nadie entra en una discoteca preguntando quién tiene la enciclopedia Larousse. Eso es una falsedad. La gente contesta para acertar la respuesta correcta. Nunca dice lo que piensa. Por eso nos llevamos las sorpresas que nos llevamos. Tú haz una encuesta preguntando quién violaría, abusaría o maltrataría a una mujer. Cero por ciento. ¿Cuál es la realidad? Nadie dice lo que piensa. Siempre buscamos la respuesta correcta. Como yo te la estoy dando ahora, al final tú no sabes quién soy yo.