Reseña de In fabric
In Fabric es la nueva película de Peter Strickland –Berberian Sound Studio y The Duke of Burgundy- otra incursión en el cine fantástico, y uno de los títulos de la Sección Oficial de esta edición número 66 del Zinemadia. Probablemente, uno de los que despierte más opiniones encontradas. Esta es la mía.
Es invierno y comienzan las rebajas en unos grandes almacenes. Una de las dependientas convence a una clienta para comprar un vestido rojo de seda, de patrón «wrap» y talla 36, que, como pronto descubriremos, está maldito. Esta es la sencilla trama que In Fabric tiene como premisa para mostrarnos su crítica voraz de la sociedad actual.
¿Quién es Peter Strickland?
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Y es que la trama poco le importa a Strickland. Como es característico del género giallo que tanto gusta al director (es una constante en sus películas), en In Fabric la trama pasa a un segundo plano en favor de la forma. Y los planos psicodélicos son un claro homenaje del director al género de cine de thriller y terror de origen italiano. Por lo tanto, hablemos de la forma, de lo estético, de lo superficial. Hablemos de moda, o no.
Patrón: «Wrap dress».
El denominado «wrap dress» es aquel vestido que tiene un patrón tipo batín, cuyo elemento más característico es el hecho de que su tela, con su caída, envuelve el cuerpo. Con escote cruzado en uve y atado en la cintura. A veces suelto, otras no. En cualquiera de los casos es conocido como el patrón que favorece a todos los cuerpos.
Al igual que el «wrap dress» nos envuelve en una tela que creemos nos favorece a todos los cuerpos, el sistema actual nos envuelve en una concatenación de directrices a seguir (sociales, políticas, económicas, de estética, culturales), que por cómo nos las saben vender las asumimos sin cuestionarlas. Y de eso nos habla Strickland en In Fabric.
Color: Rojo.
El rojo es el color del poder, la pasión y el deseo. El color del que maneja los hilos que tejen el vestido que vamos a querer vestir. De aquello que anhelamos y queremos y aspiramos conseguir.
Y es que In Fabric nos habla de subordinación, de una sociedad subordinada al poder. Estamos totalmente subordinados a las directrices impuestas, tanto que aunque no las entendamos las acatamos. Como le ocurre a la protagonista con la dependienta, que aunque la dependienta le intenta (y consigue) convencer con un lenguaje y forma confusos y pretenciosos, la clienta los asume. No opone oposición a las directrices porque su complejo de inferioridad y falta de capacidad crítica ya asumidos se lo impiden. Su estado de subordinación consciente le hace no oponer resistencia. Y acaba comprando el vestido, digo el mensaje, porque acaba creyéndose cómoda en él.
También asumimos una condición de subordinación en el ámbito de la opinión pública con el miedo que tenemos a aquello que puedan decir terceros de nosotros. Esto se muestra en la película en aquellas escenas en las que una de las protagonistas asume las críticas que los encargados de su trabajo le hacen sobre saber estar y actitudes que ella ha adoptado en la relación con sus compañeros de trabajo. O en las que el segundo protagonista explica por qué funciona mal una lavadora. La explicación de cómo funcionan las cosas, aunque no la entiendan, les excita.
Como decía, el rojo es pasión, y ésta y el fetichismo son unas constantes del género en general y del cine de Strickland en particular. El sexo está muy presente a lo largo de toda la película, pero de formas muy distintas. Una de las escenas es aquella en la que dos de los personajes están manteniendo relaciones sexuales pero uno de los personajes, en vez de estar centrado en ello, se dedica a repasar detalles de algo tan banal como la lista de invitados de su boda. Los convencionalismos sociales nos impiden concentrarnos en lo realmente importante. La otra, con las tres dependientas-maniquíes (ya aparecían maniquíes en The Duke of Burgundy) seduciendo al encargado, que puede recordar a la escena de drácula y las tres vampiresas de Coppola, puede que sea puro fetichismo de Strickland, en plena consonancia con aquello que comentábamos de primar la forma frente a la trama.
Precisamente, y siguiendo con el mismo símil e hilando con la subordinación antes mencionada, de vampiresas parece que ejercen las dependientas con sus presas: Las clientas. Las dependientas parecen llegar a chupar la sangre de las clientas cuando, sin pudor, se lanzan a su cuello y consiguen su objetivo: Abstraerles de la realidad para que asuman sus órdenes. De hecho, Strickland llega a hacer que el resto de la escena siga en movimiento mientras ellas dos se mantienen inmóviles por obra y gracia de la dependienta. No importa lo que pasa a nuestro alrededor, sólo nos centramos en el mensaje que nos transmiten y asumimos.
Tejido: Seda.
Hoy esas directrices que nos son impuestas no son obvias, vienen precedidas de una campaña de publicidad que no sólo hace que nos gusten sino que consigue que creamos necesitarlas. Porque el tejido con el que trabajan no es rugoso ni áspero, es seda, material noble que, además de ser amable y gustoso al tacto, es signo de clase (socio económica) a la que aspiramos.
La seda representa la envoltura perfecta con la que pretender hacer llegar un mensaje, por muy dañino que sea éste. Porque en el fondo sabemos que nos hace daño, somos conscientes del sarpullido que nos crea el roce del tejido en nuestra piel. Nos crea una herida y así como otras consecuencias que no podemos controlar, como el centrifugado donde el vestido todo lo destiñe y destroza. Pero hacemos caso omiso a los síntomas del problema, porque por encima de todo está lo que vestir el vestido representa.
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Talla: 36.
Todos queremos una talla 36. La talla 36 representa la dictadura de los cánones estéticos que nos son impuestos. Todos aspiramos a tenerla porque creemos que es la perfecta, porque eso nos han hecho creer. Con independencia de nuestra altura, forma del cuerpo y morfología. El único elemento que tenemos en cuenta en la ecuación es el número: 36.
Todos somos talla 36, como les pasa a todos los personajes de la película. Nos auto engañamos para poder encajar dentro de los cánones estéticos establecidos en la sociedad.
La moda es efímera
La moda, por su propia naturaleza, es efímera. Lo que hoy vale mañana no. La moda es una constante evolución, un continuo cambio que temporada y directrices. Es por ello que es coherente que el cambio de personajes protagonistas sea brusco. Hay un parón en el ritmo de la película pero es perfectamente coherente. El vestido pasa de unas manos a otras con la misma facilidad que cambia de la temporada otoño/invierno a la de primavera/verano. Así es la moda, pasajera.
Y todos formamos parte del juego, de ahí el final abierto de la película. Acabamos en las cenizas del «infierno», pero el juego no acaba ahí. Hay vacantes para nuevos jugadores, nuevas piezas del tablero que moldear y vestir a su antojo.
Un trabajo de dirección y montaje muy acorde con lo que pretende transmitir In Fabric: Es una película de atmósfera más que de trama. Ayuda el excelente trabajo de fotografía de Ari Wegner (responsable de la de Lady Macbeth), en el que tienen especial protagonismo el juego de luces y sombras, los colores intensos y los encuadres y composiciones estudiados. El encargado de la banda sonora es Tim Gane, lider de Stereolab, del que el director es seguidor, y ha querido trabajar con él para este trabajo. Todo un acierto, porque la música ayuda a crear esa atmósfera que la película requiere.
In Fabric es, en definitiva, un retrato de nuestra sociedad actual. Asumimos vestir el patrón que nos viene impuesto. Aunque nos haga daño no lo cuestionamos, porque ya no se nos presenta encorsetado, sino envuelto en seda. Y todos sabemos que aunque llegue el día en el que nos podamos cansar de la seda (si eso es posible) porque la moda cambie, siempre nos quedará el cashmare. En el color que marque la temporada, claro.