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En un momento de Bohemian Rhapsody (la película) se escucha “Queen no es una fórmula” y es cierto. Queen, una de las bandas de rock más exitosas, longevas y brillantes de la historia del rock no era una fórmula. Siempre funcionaron como una especie de verso suelto dentro de la élite musical. Quizá eso les impidió ser los números uno de la misma manera que les permitió mantenerse ahí arriba durante más de dos décadas. Pues bien, todo lo que Queen no tuvo de fórmula lo tiene Bohemian Rhapsody, un biopic producido por Brian May y Roger Taylor, guitarrista y batería del grupo respectivamente, que son quienes controlan el legado de la banda después de que el bajista John Deacon dejase el grupo fiel a su idea de que no hay Queen sin Freddie Mercury.

Suele ocurrir, y este es uno de esos casos, que cuando los responsables de una marca (y eso es Queen hoy en día) se encargan de un proyecto de este estilo el resultado es mucho más suave que la realidad. No queda ni un ápice de la actitud provocadora de Queen en los años 70 y 80 en los Brian May y Roger Taylor de hoy en día. Así, todo Bohemian Rhapsody está barnizado con cierto tono hagiográfico, los protagonistas -sobre todo Freddie- se redimen tras los fallos que cometieron por estar mal aconsejados e influidos y todos se quieren mucho. La decisión de hacer una película para todos los públicos en la que no se rompa ninguna regla resulta curioso tratándose de la historia de un grupo que se movía ajeno a ellas y, sinceramente, mostrar a Freddie Mercury sin hacer especial hincapié en el libertinaje, el deseo y los excesos es dejar muy cojo el retrato. Esto forma parte de un peaje que, como decía, hay que estar dispuesto a pagar casi siempre que los protagonistas escriben su historia, pero eso no es lo peor que le ocurre a Bohemian Rhapsody.

Una vez asumido que la historia va a ser una versión light y edulcorada del grupo se podría haber contado bien; pero Bohemian Rhapsody es un catálogo de malas decisiones a nivel de escritura, dirección y montaje. Es una película que no sabe qué tono seguir y cambia continuamente, de manera muy torpe, de línea narrativa. Se insinúa, burdamente, el despertar de la curiosidad sexual de Mercury y de repente sin tiempo para parpadear estamos viendo una actuación del grupo. Las escenas se suceden sin cohesión ni sentido narrativo. Como si en lugar de un montador hubiera alguien haciendo zapping.

Todo la turbiedad que no han querido mostrar en pantalla se quedó detrás de la cámara. Rumores de disputas y peleas entre el director Bryan Singer y el actor protagonista Rami Malek, la amenaza de una próxima acusación de abuso sexual al director -algo que le ronda hace tiempo-, la desaparición y despido de Singer al que sustituyó Dexter Fletcher (uno aparece como director y el otro como productor ejecutivo en los títulos de crédito). Semejantes turbulencias es probable que hayan influido en el resultado y en la sensación de que tanto su estructura como el tono están deslabazados.

El casting, eso si, es un acierto. Por lo menos si sólo nos fijamos en el parecido físico. Gwilym Lee (Brian May), Joseph Mazzello (John Deacon) y Ben Hardy (Roger Taylor)  son clavados a sus versiones reales. Rami Malek, por su parte, está algo ridículo con esos dientes postizos más llamativos aún que los de Freddie Mercury, y aunque capta bien algunos gestos no tiene ni la talla ni el carisma del auténtico. A veces se pasa de revoluciones y parece más Liberace que Mercury, otras el director -no sabemos si Singer o Fletcher– parece pedirle que abra mucho los ojos para parecer extasiado al piano. Sin embargo los mejores momentos, cuando puede demostrar lo gran actor que es, son los más íntimos y sosegados. Cuando se muestra a la persona y sus sentimientos y no al personaje. Ese, en general, es el mayor fallo de la película: su empeño en centrarse en la anécdota o el cliché. Bohemian Rhapsody apenas dedica tiempo en construir los personajes, en darles profundidad. Nada de sus orígenes, sus miedos o sus motivaciones. Tampoco de la evolución que, a la fuerza, tuvieron que sufrir viniendo de dónde venían y llegando a dónde llegaron. Las cosas se resuelven de manera forzada, atropellada y terriblemente tópica. El mayor ejemplo es el final de la película, con un último acto tan empalagoso como concentrado en el que Freddie Mercury logra el perdón del resto de grupo, encuentra el amor verdadero, se reconcilia con sus padres, recupera la voz, se come el escenario y, de paso, salva de la hambruna a miles de niños africanos. Todo esto en un escaso cuarto de hora. Por si fuera poco el guionista Anthony McCarten (La hora más oscura y La teoría de todo) no duda en darle un poco más de dramatismo haciendo que Freddie Mercury confiese su enfermedad justo antes del concierto, aunque en la realidad pasase dos años después. Llegados a estas alturas no importa buscar el lacrimal sin ningún tipo de vergüenza, total, toda la historia carece de rigor y está contada de manera maniquea, para que cortarse al final.

He dicho que eso era el final de la película y no es cierto. Porque la película tiene dos finales. Uno es el que he descrito porque a partir de ahí la historia deja de avanzar aunque había material (el grupo se mantuvo a un nivel creativo altísimo con A Kind Of Magic e Innuendo). El otro final es la recreación del maravilloso concierto del Live Aid en Wembley. La narración se para y da paso a algo más de diez minutos completamente musicales que vienen a ser la mitad de la actuación real. Con mucho CGI para recrear un Wembley a reventar y un gran trabajo con la voz -dicen que es una mezcla de la voz de Malek, de Mercury y del cantante Mark Martel– que evoca uno de los momentos álgidos del grupo. Y funciona, vaya que si funciona. No por la película en sí, que sigue tomando decisiones discutibles como unos horteras planos aéreos o unos imposibles movimientos de cámara entre las piernas de los protagonistas, sino porque recuerdan a Queen. Y Queen era muy grande, y su repertorio era muy grande, y el recuerdo que tenemos de Freddie Mercury es muy grande, y todavía hoy te entran ganas de responder a pleno pulmón cuando le oyes gritar “EOOOOOEOEOEEEEEH!”. Y si la ves en una sala de cine, con una gran pantalla y un sonido de muerte -yo la ví con Dolby Atmos- es casi imposible que en esas condiciones Queen no te haga vibrar. Queen, no la película. Seguramente la mayoría de espectadores salgan del cine emocionados y con ganas de escuchar un disco de Queen, de buscar vídeos de Queen en youtube o incluso de leer sobre Queen. ¡Hacedlo! Porque eso es lo mejor de la película, eso es lo que nos ha hecho disfrutar viendo Bohemian Rhapsody.

¿Disfrutar? ¿A pesa de todos los desastres que he contado? Si. Porque a pesar de todo Queen gana y Queen se impone al desastre de película que es esta Bohemian Rhapsody y cuando suena Don’t Stop Me Now no me quiero levantar de la butaca y me quedo hasta el final de los títulos de crédito… pero no por la película. Sólo por Queen.

P.D. Una idea, una proyección de Queen at Wembley en un buen cine sería algo apoteósico. Mucho mejor que esta película (para que sucedaneos teniendo el auténtico). Espero que algún cine o distribuidora se anime.

Bohemian Rhapsody

Media Flipesci:
5.3
Título original:
Director:
Bryan Singer
Actores:
Rami Malek, Lucy Boynton, Gwilym Lee, Ben Hardy, Joseph Mazzello, Aidan Gillen, Allen Leech
Fecha de estreno:
31/10/2018