Reseña de Mektoub, My Love: Intermezzo
Con Abdellatif Kechiche llegó la polémica al festival, una polémica que acompaña a este proyecto del director franco-tunecino ganador de la Palma de Oro con La vida de Adèle en 2013 desde casi su nacimiento. Primero porque el director decidió convertir Mektoub, My Love en una trilogía, cuando él se había comprometido a rodar una película adaptando el libro La blessure, la vraie de François Begaudeau lo que provocó un enfrentamiento con la productora y el retraso del estreno de esta segunda parte. Más tarde, cuando la primera parte se estrenó en Venecia, la polémica vino por su forma de rodar y mirar el cuerpo de la mujer, poniendo la mirada siempre en las nalgas y senos de las actrices. Ahora, dos años después de aquel Canto uno, llega el Intermezzo, la segunda parte de la trilogía, al Festival de Cannes y Abdellatif Kechiche deja claro que no sólo no se arrepiente, sino que sube la apuesta.
La película comienza donde terminó la anterior, que realmente tampoco avanzó mucho en la trama. Para los que no la vieron, Kechiche en Mektoub nos traslada al verano de 1994 en Sète, un pueblo del Mediterráneo francés en el que una cuadrilla de jóvenes se dedican a hacer lo que hacen las cuadrillas de jóvenes en las vacaciones de verano: tomar el sol, bailar, flirtear, beber y disfrutar de su juventud. Hay gente del pueblo de origen árabe, español, turistas francesas, diferentes clases sociales; pero sólo importa disfrutar del sol, del verano y de sus bellos cuerpos, sin remordimientos ni vergüenzas. Conoceremos las infidelidades secretas de algunos de ellos y los encaprichamientos de otros (el amor parece en un segundo plano). Y no hay mucho más que contar, ni en las tres horas de la primera entrega, ni en las tres horas y media de la segunda. No existe arco dramático y todo lo que hemos visto ha sido como Kechiche ha presentado los conflictos que, suponemos, se desarrollarán en la tercera entrega.
¿Eso es todo lo que hemos visto? Bueno, en realidad eso es todo lo que ha ocurrido argumentalmente, porque ver hemos visto el hedonismo juvenil de un verano. Las dos entregas de Mektoub, My Love han capturado a la perfección la sensación idealizada de esos veranos perfectos de la juventud regidos por las hormonas y la única necesidad de divertirse. Kechiche acerca la cámara y captura un verano con artificio por supuesto, pero usado como herramienta para llegar casi al naturalismo. Además, ¿qué hay más artificial que una cuadrilla de jóvenes intentando destacar y pavoneándose? Mektoub, My Love: Intemezzo comienza en una playa, durante media hora la cámara retrata a los jóvenes al sol. Resumirlo en que son “culos y tetas en la playa” es simplificarlo en exceso y no fijarse en los fragmentos de las conversaciones, las sutiles pullas, los gestos, las miradas, los acercamientos… Definiendo los personajes. De la playa pasamos a la discoteca y permaneceremos en la discoteca durante tres horas. Tres horas en las que Kechiche demuestra su impresionante habilidad como director y más que rodar retransmite un verano en un prodigio de planificación y montaje, tres horas de chicas jóvenes y hermosas exhibiéndose y chicos babeando, tres horas en las que apenas pasa nada o, más bien, siempre pasa lo mismo.
Cabe preguntarse si eran necesarias tres horas de discoteca (la película se anunció con media hora más de la duración finalmente presentada) y si no se podría haber contado lo mismo, generado la misma sensación y capturado el momento con muchísimo tiempo menos. Quizá Kechiche quería captar la sensación de esas noches de fiesta sin final, quizá quería que viviésemos la noche casi en tiempo real, quizá ha creído que es la fórmula para ir generando la tensión que necesita para la tercera parte de la trilogía, quizá es que, simplemente, Kechiche se gusta demasiado a sí mismo. A mí tres horas me resultan excesivas y me hubiera gustado salir antes a tomar el aire, aunque también es cierto que a mi eso me pasa en las discotecas de verdad.
Durante esas tres horas hay una sola escena fuera de la pista de baile, son 12 minutos de cunnilingus en el baño. Sexo pasional, urgente, excesivo y lúbrico, seguro. Incómodamente alargado, también. La actitud de la mujer en esa escena es dominante, es quien lleva las riendas, es quien controla la situación. Cuando ella quiere, como ella quiere. En la pista de baile algo parecido, ellas parecen controlar la situación y hacer lo que quieren hacer. El problema está en la mirada de Kechiche. En la primera entrega esa obsesión por los culos de las mujeres, por buscar los escotes, por el baboseo visual se podía justificar pensando que era el punto de vista del protagonista sobre el que giraba la historia, Amin, que se trataba de la mirada de un joven ardiente con el calentón propio de la juventud hiperhormonada. En esta ocasión Amin vuelve a estar presente y en actitud observadora desde la barra, pero para cuando llega ya llevamos minutos y minutos de culos y perreos en primer plano. Al no existir prácticamente desarrollo argumental es difícil pensar en el punto de vista de uno de sus personajes. En definitiva, a Kechiche se le ve el plumero, la suya es una mirada machista. Talentosa y fílmicamente extraordinaria, pero machista.
En la última escena de la película vemos a Amid levantarse de la cama con una mujer. Tardamos minutos en saber quién es ella porque solo vemos su trasero ocupando la pantalla. Amid se levanta y se tapa con la sábana, cuando la suelta la cámara levanta el tiro de cámara rápidamente para no mostrar sus genitales… vaya, Kechiche también tiene pudor. Lo tiene cuando se trata de penes y no de vaginas o culos femeninos.