Reseña de En los 90, de Jonah Hill
Desde que Jonnah Hill irrumpió en escena como secundario en Virgen a los 40 (2005) se ha dedicado a ir derribando puertas. y prejuicios. Empezó siendo un actor cómico, el gordito torpón y simpático, hasta que en 2011 deslumbró por su actuación dramática en Moneyball por la que consiguió una nominación al Oscar. Cuando le vimos brillar en El Lobo de Wall Street o No te preocupes, no llegará lejos a pie, de tú a tú con dos bestias interpretativas como Leonardo di Caprio o Joaquin Phoenix ya no nos sorprendió. Además de como actor, Jonah Hill ya había demostrado su habilidad como escritor de guiones con Infiltrados en clase o La fiesta de las salchichas, divertidas, ácidas y gamberras comedias; pero para dar el salto a la dirección con En los 90 nos ha sorprendido escribiendo un guión muy minimalista, muy sutil y alejado de la comedia.
En los 90 es un producto de A24, una productora independiente que se ha hecho popular en los últimos años por el altísimo nivel de sus producciones. Destaca sobre todo en el terror, un género que junto a Bloomhouse, han ayudado a revitalizar y darle un toque de calidad. Suyas son películas como Enemy, Under The Skin, La habitación, The Witch, Green Room, A Ghost Story, How to Talk to Girls at Parties, Hereditary, Under The Silver Lake, Midsommar, The Lighthouse… pero no sólo se limitan a películas de género, también están detrás de The Bling Ring, El año más violento, The Lobster, American Honey, Moonlight, 20th Century Women, The Florida Project, Lady Bird o Lean on Pete. Vamos, una productora que mima sus películas y que financia proyectos con cierta intención autoral. Después de ver En los 90, no nos extraña que A24 haya apostado por Jonah Hill que ahora, además de actor, se ha convertido en un director a seguir.
El punto de partida de En los 90 no es el más original del mundo: Stevie es un chaval de 13 años sin apenas amigos, que vive en un hogar disfuncional con su madre soltera y el abusón de su hermano mayor. Un día conocerá a una cuadrilla de skaters que le acogerán bajo su manto y le acompañarán durante el verano en el que dejará atrás la infancia y descubrirá la amistad, el sexo y las fiestas. Lo interesante es que Jonah Hill no sigue el camino habitual que seguiría una producción estándar, no llena la película de hitos en busca de una gran redención o moraleja final sino que prefiere optar por capturar el momento, capturar el verano, a base de pequeñas escenas cotidianas que dibujan el carácter de los chicos y del mundo en el que habitan, un Los Angeles pobre y alejado del neón y el glamour de Hollywood.
En los 90 forma parte de un tipo de cine indie, como Moonlight, The Florida Project o Lady Bird (todas de A24), que relata los años de autoafirmación y crecimiento sin caer todavía en una fórmula repetitiva, como ha pasado en muchos productos de la “marca Sundance”, pero que mantiene unas ciertas líneas comunes. Así que, no hay duda de que a Jonah Hill se le notan las influencias en muchos momentos y que la decisión de adoptar una línea de menos es más puede hacer que la película parezca poco ambiciosa en otros, pero en su conjunto es una película que se siente como muy auténtica y muy cuidada. No sé cuánto hay de personal en ese guión, pero da la sensación de que Jonah Hill sabe muy bien de lo que habla. Gran parte de esa veracidad se la da la forma de rodar, cercana a las maneras del documental y usando un formato de 4:3 que adquiere aún más sentido cuando llegan los títulos de crédito. También los actores ayudan a lograr esta sensación de realismo y naturalidad. Todo el reparto está brillante, pero sobre todo destacan Sunny Suljic (al que vimos en El Sacrificio de un ciervo sagrado) y la presencia magnética de Na-kel Smith, un auténtico skater y rapero de Los Angeles. Katherine Waterston y Lucas Hedges, los dos nombres más conocidos, aprovechan sus oportunidades para lucirse, pero son los chavales quienes acaparan el brillo y el protagonismo.
Como en cualquier película que juegue la baza de la nostalgia, y una película que se titula En los 90 evidentemente lo hace, la música tiene gran importancia. Así, por supuesto, suenan Nirvana, Cypress Hill, o Frank Black, sería difícil entender a unos skaters de Los Angeles de esa época sin esa banda sonora, pero Jonah Hill evita caer en lo obvio o el uso facilón de la música y, además, la combina con grupos más pop Mamas & The Papas o Morrisey, piezas de Phillip Glass o Herbie Hancock (en una de las escenas más bonitas de la película) y con una extraordinaria banda sonora a cargo de Trent Reznor y Atticus Ross quienes, además de formar parte de Nine Inch Nails, han firmado bandas sonoras tan exquisitas como la de La Red Social.
En los 90, sin ser una película redonda, es una notable ópera prima que ha convertido a Jonah Hill en un director al que seguir de cerca y que nos enseña que la vida es como una tabla de skate, hay que cuidarla pero usarla sin miedo a que se arañe o se astille. Lo demás no sirve para nada.