Crónica del concierto de Joshua Redman, Ron Miles, Scott Colley y Dave King en el 54 Heineken Jazzaldia

Volvía Joshua Redman a un Heineken Jazzaldia que le vio, allá por los años 90, cuando sólo era un prometedor saxofonista de ilustre ascendencia (es hijo de Dewey Redman) y después dentro de diferentes formaciones, la última vez durante el 50 aniversario del certamen enrolado en la filas de Bad Plus. En esta ocasión se presentó junto a Ron Miles, Scott Colley y Dave King. Con el cambio de Brian Blade por Dave King a la batería, es la misma formación que publicó el año pasado Still Dreaming, un trabajo a medio camino entre el homenaje y la revisión de los sonidos de Old And New Dreams, aquel cuarteto que siguió los pasos de Ornette Coleman. Si tenemos en cuenta que aquel mítico cuarteto estaba formado por Dewey Redman, Don Cherry, Charlie Haden y Ed Blackwell nos daremos cuenta de que no solo sus sonidos han perdurado en el tiempo, también su linaje. En la Playa de la Zurriola, a unos cientos de metros de la Plaza de la Trinidad donde estaba tocando el hijo de Dewey, iba a tocar un par de horas después Neneh Cherry, la hija de Don.

Así, con esos antecedentes, lo que nos ofrecieron los cuatro músicos sobre el escenario fue una sesión de temas propios y versiones de Old And New Dreams. Algo de free jazz, sin pasarse, un espítiru bebop, cierto deje de gospel y una muy especial reinterpretación del blues. Todo bajo una lluvia incesante que caló al respetable hasta los huesos mientras Joshua Redman no podía dejar de expresar su sorpresa y admiración, “esto en América no pasa. En California hubieran suspendido el concierto sin más, pero aquí están, aguantando bajo la lluvia. Así que nosotros vamos a tocar con mucho placer”. No sé si realmente el sacrificio de la lluvia les motivó más de lo normal, pero lo que sí sé es que el concierto fue una demostración de talento y nos hizo olvidar -por lo menos a ratos- que nos estábamos empapando. Así es la Trini, un lugar mítico y lleno de historia, al que no podemos evitar querer por todo lo que nos evoca; pero un mal sitio para conciertos, por el ruido que le rodea, por la incomodidad del lugar y por ser al aire libre en una ciudad como San Sebastián. 

Musicalmente destacó el contraste de estilos entre Joshua Redman y Ron Miles, tan poderoso el primero al saxofón como delicado el segundo con la corneta. Sin embargo los dos coinciden en no buscar el exhibicionismo y, cada uno a su estilo, lograr una gran intensidad con sus imaginativas intervenciones. No se quedó atrás Scott Colley quien también tuvo su espacio para lucirse y ganarse unos merecidos aplausos del empapado público, mostrando las mismas virtudes que sus compañeros, intensidad y descarte de exhibicionismos. Dave King, a la batería, fue el que menos destacó por encima de la banda, pero su precisión y contundencia resultaron claves para el transitar del grupo.

Mojados pero felices los asistentes despidieron al cuarteto con sonoros aplausos. La lluvia es como la prueba del algodón, si la música lo merece el público permanece. Y con Redman, Miles, Colley y King permanecimos. Y disfrutamos.