NIMIC de Yorgos Lanthimos

Presentado en la sección Zabaltegi -Tabakalera, este cortometraje de poco más de 11 minutos títulos de crédito incluidos, le sirve al griego Yorgos Lanthimos para convertir un inocente juego de niños en una pesadilla para adultos. De niños todos hemos jugado más de una vez a imitar lo que hacía nuestro compañero de juegos. Un juego con una característica especial: es posible jugarlo aunque uno no quiera. Si todo iba bien, nos lo pasábamos en grande en un cándido y divertido más difícil todavía en el que el imitado buscaba la hazaña de ser capaz de ejecutar algo que el imitador no fuera capaz de reproducir. Si el tema se torcía y el imitado no quería jugar, era posible que el imitado se agobiara y que su enfado fuera a más porque podía seguir siendo objeto de imitación independientemente de su voluntad. Pero eso ocurría cuando éramos niños. De la mano del director de Canino, Langosta y La Favorita, este juego en su versión de adultos puede tener unas consecuencias mucho más significativas y perversas.

Todo empieza como un día más en la anodina y aparentemente perfecta vida familiar de un intérprete de violoncello interpretado por Matt Dillon al que en el metro se le ocurre preguntar de manera inocente por la hora. La respuesta tras unos momentos de tensión será la misma pregunta que él acaba de hacer. A partir de ahí comenzará un juego de imitaciones entre Matt Dillon y su desconocida compañera de viaje, de acciones repetidas que el director realza repitiendo exactamente las mismas posiciones y los mismos movimientos de cámara en el recorrido de ambos personajes, imitado e imitador, que se rematará de forma provocadora y perturbadora. Pura marca Lanthimos.

Nimic
6.8

BIRD ISLAND de Maya Kosa y Sergio Da Costa

Esa sesión se completa con Bird Island de los suizos Maya Kosa y Sergio Da Costa, un mediometraje en el que partiendo de material documental sobre un refugio de aves heridas para devolverles a la naturaleza situado en los alrededores del aeropuerto de Ginebra, se construye una ficción sobre un joven con fatiga crónica que encuentra en este lugar y en el trabajo que realiza en el mismo un refugio para él mismo.

La pareja de directores juega continuamente al contraste: lo que es un refugio para aves tratadas y retratadas con gran sensibilidad es también un criadero de ratones para servir de alimento para las rapaces del centro, cuyos procesos para su cuidado y procreación más eficiente son descritos con una frialdad casi científica en una prueba manifiesta de la jerarquía entre las especies.

Así mismo, gran parte de las heridas causadas a los pacientes alados del centro y que deben tratar los humanos (en especial la veterinaria y su auxiliar) están causadas de forma directa o indirecta por otros seres humanos. Y la continua presencia del sonido de los aviones que despegan o aterrizan del aeropuerto cercano, al que le reservan una secuencia, se enfrenta al piar y el graznar de las aves de los antiguamente únicos habitantes de los cielos. A pesar de su apariencia sencilla y ligera, Bird Island es una invitación sugerente a reflexionar sobre la relación entre los humanos y los animales, el especismo y la ecología.