La verdad, o no, de Aznavour By Charles y My Mexican Bretzel
En los Festivales de Cine suele ocurrir que, sin esperarlo, los asistentes empezamos a encontrar nexos de unión entre las películas. Pueden ser formales o argumentales, pero el caso es que, de repente, nos encontramos con varias películas que tienen de trasfondo la corrupción o juegan con el formato de la imagen o tratan sobre abusos sexuales o establecen un juego de colores entre el rojo y verde… cosas así. Puede ser casual pero seguramente obedece a que los Festivales de Cine, los buenos, son una muestra del cine que se está haciendo y el cine es un reflejo de la sociedad yde su tiempo, así que nos permiten conocer tanto las tendencias y modas autorales como los temas que interesan a los cineastas.
En los últimos años hay dos géneros que han tenido muchísimo protagonismo, el found footage y la no ficción. Dos géneros que a menudo viajan juntos, tan juntos que cuesta separarlos. La proliferación de estos dos géneros ha sido tan fuerte que su estilo ha empapado a otros géneros que están rodados a la manera de un documental o una grabación casera. La puntilla de todo esto es el falso documental, bastante en boga también y que a veces es, además, un found footage. Las fronteras entre la ficción y la no ficción están cada día más confusas y, por desgracia, no solo en el cine. En estos días de las fake news, los bulos, la postverdad y la lucha por dominar “el relato”, hay varias películas que también, a su manera, han hablado de eso mismo, de la importancia de la manera en que se cuenta la historia. Algunos ejemplos: en No intenso agora se analizaba que había detrás de la forma en que la gente registraba las revueltas del 68; en El Traidor el protagonista lucha contra la imagen que La Mafia ha creado de si misma; en un contexto menos histórico Zeroville habla de la importancia del montaje en la creación de una película y Green Fog lo lleva a la práctica conviertiendo imágenes de películas famosas en una nueva película. Para acabar, la solución de Tyron Lannister en el final de Juego de Tronos se basa en que lo importante es la historia porque nadie puede luchar contra un buen relato. El cine, como decía, no se puede separar del momento en que se rueda.
Así que en el D’A de este año, que de manera excepcional se está celebrando online en Filmin, hemos podido ver por lo menos tres películas que, cada una a su manera, hablaban de esto. The 20th Century buscaba desde el artificio y la exageración destruir la mitología que rodea a William Lyon Mackenzie King, un célebre y celebrado primer ministro canadiense de principios del S.XX. En el otro extremo, My Mexican Bretzel y Aznavour By Charles, dos películas que juegan a exactamente lo contrario, acercarse a la no ficción para construir un relato. Dos películas que son, real y literalmente, found footage. Las dos han sido construidas a partir de metraje encontrado, de grabaciones reales en super 8 o 16mm del día a día de quienes tomaron las imágenes. Así dicho se podría pensar que no hay nada más real que eso; pero del mismo modo que estos días hemos aprendido que la manera de sacar una foto puede hacer que la calle parezca más abarrotada de lo que está y sin embargo nadie puede decir que esa foto no sea real, estas dos películas demuestran que la manera de montar esas imágenes, las palabras que las acompañan, lo que se omite, lo que se resalta, nuestras ideas previas… todo eso afecta a nuestra percepción de lo que vemos. El relato, siempre el relato.
Aznavour by Charles se montó a partir de cientos de rollos de Super8 y 16mm que el propio Aznavour guardaba en su casa. La mayor parte tomados por el mismo, otros por sus acompañantes a lo largo de viajes, giras, paseos que abarcan décadas y los cinco continentes. Sobre esas imágenes una voz en off adaptando escritos, notas personales y entrevistas de Charles Aznavour y dando la sensación de que es el propio cantante quien se dirige a nosotros a lo largo de todo el metraje. Nada más comenzar, en los créditos, leeremos “Una pelicula de Charles Aznavour dirigida por Marc Di Domenico”, antes de eso, en las cortinillas de las productoras “all that we see in cinema is false & yet it is the only reality we know” («Todo lo que vemos en el cine es falso y, sin embargo, es la única realidad que conocemos«). Dos frases que dicen mucho sobre el espíritu de la película. Aznavour, nada más comenzar la película, reflexiona sobre las imágenes que nosotros, su público, vimos de él, sobre el efecto que causaba verle y que él conocía “es vuestra mirada la que hizo a Aznavour, vuestros ojos en mi”. El mito, la leyenda, Aznavour antes que Charles.
Así que estas imágenes tomadas por él mismo, por Charles y no por Aznavour, se podrían interpretar como un acercamiento a la persona detrás del mito; pero también es cierto que no dejan de ser el montaje y la visión de los originales que tiene Di Domenico. ¿Es la intención del director y también guionista, ojo con eso, acercarnos a la intimidad de Charles o engrandecer la figura de Aznavour? ¿Nos tiene que importar eso?
Del mismo modo que en Aznavour By Charles estamos avisados desde el primer momento de lo que vamos a ver e, incluso, sobre el espíritu de la película, en My Mexican Bretzel ocurre lo mismo. “La mentira es solo otra forma de contar la verdad. Paravin Kanvar Kharjappali” es el texto con el arranca la película de Nuria Giménez. Lo siguiente que nos leemos es que es los textos que acompañan las imágenes son extractos del diario de Vivian Barrett. A partir de ahí, comienza una sucesión de imágenes en 16mm que suponemos tomadas por Leon Barrett, marido de Vivian, subtituladas con los mencionados extractos del citado diario y a las que se les añaden, en ocasiones, unos certeros efectos de sonido. Un viaje a lo largo de cuatro décadas en el que pasaremos por el amor, la tristeza, el desamor, los remordimientos, las alegrías, las dudas y demás vicisitudes de la protagonista. De nuevo un auténtico found footage.
En el caso de Aznavour más o menos todos sabemos quién es, o por lo menos somos conscientes de su existencia, pero ¿quién es Vivian Barrett? ¿Quién es Paravin Kanvar Kharjappali? ¿Ese diario es cierto? Aquí Nuria Giménez no juega con la figura del mito ya conocido, sino que crea su propia mitología alrededor de los protagonistas. Al acabar la película, nos enteramos de una serie de mentiras que han rodeado la vida de Vivian. También nos enteramos de que los Leon y Vivian Barrett que hemos visto son, en realidad, Frank A. Lorang e Ilse G. Ringer, los abuelos de la directora. Nuria Giménez usó el hallazgo de las bobinas de sus abuelos para ilustrar la ideas del diario de Vivian, o quizá las imágenes le inspiraron para escribir un diario falso. No seré yo quien desvele el misterio, ya he contado demasiado y la solución la tenéis a un par de clicks. Además ¿realmente importa?
Al final todo se reduce a eso, ¿es realmente importante saber si lo que nos cuentan estas películas es cierto o no? Aznavour by Charles y My Mexican Bretzel son dos películas que juegan con la frontera entre la ficción y la no ficción para provocar contar una historia y crear unas sensaciones, una atmósfera. La música, la mística del bon vivant hecho a sí mismo, la filosofía de autoayuda o los placebos no son más que elementos de unos relatos que, sean ciertos o no, cuentan dos realidades. Son embriagadores, juguetones, tiernos y manipuladores. Además, podrían ser ciertos y en este caso es lo que vale. Si non e vero e ben trovato que dicen los italianos. Además, como dicen en Ventajas de viajar en tren, “si te lo has creído es culpa tuya, ¿acaso había un pacto sagrado de ser siempre sincero?”.