Venecia 2020: Llegan Almodóvar y la competición

En esta Mostra huérfana de grandes nombres del cine de Hollywood, uno de los títulos que más expectación previa había causado era La voz humana, el estreno en inglés de Pedro Almodóvar: un cortometraje de 30 minutos en el que con la británica Tilda Swinton como gran protagonista, adapta de forma muy libre la obra del mismo nombre de Jean Cocteau.

Este texto parece perseguir al director manchego. La obra presentada en la Mostra es la tercera aproximación de Almodóvar a La voz humana, tras La ley del deseo, en la que el personaje de Carmen Maura interpretaba la obra en el teatro dirigida por Eusebio Poncela, y Mujeres al borde del ataque de nervios que originariamente arrancó como una adaptación de la obra de Cocteau, y que si bien mantuvo algunos de sus elementos, acabó siendo la genial comedia alocada que todos conocemos.

No es casual que la película tras la sugerente secuencia precréditos, arranque con unos magníficos títulos de crédito de Juan Gatti en los que los habituales ‘El Deseo’ o ‘Un film de Almodóvar’ aparecen en pantalla montados a base de distintas herramientas y utillajes que parecen sacados del catálogo más kitsch de alguna ferretería de diseño. Porque lo que vemos en La voz humana es una versión deconstruida de una película convencional. El espacio físico en el que se rueda. Están los decorados, sí. Ese espacio falso en el que se mueven los personajes. Pero también está todo lo que lo rodea. Ese estudio, ese hangar, ese vacío que sirve para construir las realidades que vemos en el cine. Las bambalinas, la trastienda y el truco. Y Almodóvar muestra a su protagonista doblemente aislada. Por un lado, ella sola en ese decorado. Pero a la vez, ella sola en ese gran espacio vacío que contiene ese decorado. Un personaje abandonado y doblemente aislado del mundo exterior al que sólo lo comunica una llamada de teléfono.

Están todos los elementos del cine de Almodóvar: la fotografía con esos colores saturados  heredados del Technicolor de José Luis Alcaine, la música de Alberto Iglesias que reutiliza composiciones anteriores para películas del director y pasa desde una presencia casi abrumadora de los instrumentos de cuerda en algunos pasajes al discreto punteo del piano en segundo plano en otros, las referencias culturetas de libros y DVDs de su protagonista, esa nueva ‘casa de Almodóvar’ ideada por Antxon Gómez e incluso el cameo de Agustín. Y por supuesto, está el personaje con los sentimientos a flor de piel que interpreta de forma valiente Tilda Swinton. La actriz británica presente prácticamente en todos los planos de la película (sólo el perro Dash, como buen perro actor, le roba alguno) en las escasa media hora de duración del cortometraje, pasa del abandono a la desesperación, a la normalidad y al autocontrol simulados y de ahí al remate final de manera brillante.

Almodóvar evita el realismo y la naturalidad. En La voz humana todo es artificio buscado. Sacrifica el enganche dramático y sentimental con la historia. Su juego pone distancia entre el personaje y el texto, pero también consigue que La voz humana sea una obra magnética y por momentos fascinante. ¿Un ejercicio de estilo? Puede ser. Pero que vivan los ejercicios de estilo como éste.

Quo vadis, Aida?

La bosnia Jasmila Zbanic, ganadora del Oso de Oro de Berlín de 2006 por Grbavica, ha sido la encargada de abrir la competición de esta edición de la Mostra con Quo vadis, Aida? en la que vuelve a la Srebrenica del asedio y posterior masacre de los bosnios por parte de los militares serbios encabezados por Ratko Mladic en verano de 1995.

La Aida del título, es una residente en la localidad serbia, traductora de las tropas holandesas que formaban parte de las fuerzas de la ONU desplegadas en la zona, que mediante su acceso a los mandos militares y a la información privilegiada, luchará por salvar a su comunidad y a su familia. Una auténtica madre coraje interpretada con carácter por Jasna Djuricic.

Zbanic muestra los esfuerzos, las tretas y la pelea de su protagonista en sus carreras y sus idas y venidas en el emplazamiento de la ONU, mientras a su alrededor el caos, la urgencia y desesperación van tomando cuerpo; la crónica de la lucha de  esta madre coraje por conseguir salvar a los suyos. Pero a pesar de sus intentos, de su cámara nerviosa, de su narración desde el punto de vista de su protagonista, de sus barridos mostrando los cuerpos y rostros desesperados, Zbanic no logra transmitir la tensión y la emergencia de la situación, por culpa en parte de una representación casi caricaturesca del personaje de Mladic y de las limitaciones de algunos de los intérpretes del film, convirtiendo al espectador en mero testigo distante de unos hechos trágicos.

Quizá por esto, en el tercer acto de la película, ambientado unos años más tarde, Zbanic parece buscar la lágrima fácil y la emoción del espectador de forma descarada, recurriendo a un sentimentalismo burdo y tosco, a un sensacionalismo innecesario,  dejando de lado la mínima sensibilidad y el sentido del pudor

Amants (Lovers)

La segunda película presentada a concurso ha sido Lovers de la francesa Nicole Garcia, protagonizada por Stacy Martin, Pierre Niney y Benoît Magimel, que conforman un tópico triángulo amoroso compuesto por la joven guapa, el hombre aventurero y arriesgado y el maduro adinerado y establecido.

Dividida en tres partes que representan tres épocas, tres ubicaciones geográficas y tres estados del triángulo, Nicole Garcia logra crear una atmósfera inquietante, pero la película adolece de falta de intenciones claras. Lovers no se decanta ni por el thriller, ni por el misterio, ni por el drama amoroso, ni por el retrato de su protagonista femenina. Apunta en todas las direcciones, pero no se queda con ninguna y el resultado es que la película a medida que avanza no deja claras sus intenciones y a dónde quiere llegar, convirtiendo lo que se pretende que sea un drama sofisticado y complejo en una película sin personalidad, ni carácter.


Gracias a La Finestra Digital por compartir sus crónicas con nosotros.