Crónicas del Festival de Cine de San Sebastián, día 6
Ya se van acabando las películas de la Sección Oficial y da la sensación, salvo que Naomi Kawase diga lo contrario, que lo mejor del concurso de esta edición ya había pasado antes. Hoy, ni la argentina Nosotros nunca moriremos, ni la china Wuhai han levantado grandes pasiones.
Nosotros nunca moriremos
Si tuviera que escoger una sola palabra para definir esta película de Eduardo Crespo escogería melancólica. No podría ser de otra forma cuando trata sobre el duelo, la muerte y el recuerdo del ser querido que se fue. Si me dejaran usar más palabras escogería melancolía en el limbo, porque Nosotros nunca moriremos se sitúa en ese estado entre el cielo y el infierno, entre la vida y la muerte, en que el fallecido no está con nosotros pero no se ha llegado a ir del todo. No sabemos por qué ni cómo murió y no sabemos que hacer aún con su recuerdo y el relato de su vida.
El problema es que la película se queda en el limbo también. Su propuesta está pero no está, sus ideas vienen y se van, la cadencia es tan pausada que parece flotar y suspenderse en el tiempo hasta detenerse. El esbozo sin definir de una película, tan ingrávida y trasnparente como un espíritu. Bien pensado quizá era la intención de una película que habla de la memoria y la conexión con el más allá; pero yo me he quedado más acá, totalmente fuera de ella.
Wuhai
La visión que ofrece el cine sobre los cambios que se llevan produciendo en China es fascinante. Cuando el milagro chino explote, que explotará, y se provoqué un nuevo cataclismo, muchos se sorprenderan. Los que hemos ido viendo películas chinas estos años, no tanto. Directores como Jia Zhangke nos han enseñado que la llegada del dinero a carretillas con la apertura al capitalismo ha provocado una putrefacción de los valores de la sociedad china. Claro que Zhou Ziyang, director de Wuhai, no es Jia Zhangke.
En Wuhai un hombre con aspiraciones de progresar y ponerse al mismo nivel económico de la familia de su esposa empieza a arriesgar dinero en diferentes proyectos que van fracasando. Para salir de las deudas solo encuentra la solución de endeudarse y arriesgar en nuevos proyectos igual de ruinosos que los anteriores introduciéndose en un bucle descendente hacia la miseria y las partes más oscuras de su conciencia.
Zhou Ziyang rueda con mucha fuerza, con esa habilidad que muestran los nuevos cineastas chinos de jugar con la oscuridad, la penumbra y las luces de color. Se atisba un gran director en su planificación, también se atisba -o más bien se ve claramente- una interesante mirada crítica y no me extrañaría que en unos años vea una película suya que me haga aplaudir con fuerza, pero no será en esta ocasión.
Wuhai tiene dos vertientes que no acaban de estar compensadas, el drama y el thriller y Zhou Ziyang no acaba de encontrar el tono correcto para mezclarlos. Hay demasiadas ideas pisándose unas a las otras y que obligan a recurrir a tópicos, que no necesitan explicación ni tiempo para entenderlos, para definir a los personajes, lastrando un conjunto que bien podado y libre de elemntos innecesarios podría despegar.
El agente topo
El agente topo es, sobre todo, original. Y se agradece, se agradece mucho. La película de Maite Alberdi que hemos podido ver en la sección Perlak, es a la vez un documental sobre mujeres en una residencia de ancianos, una comedia sobre un anciano convertido en espía que se pelea contra la tecnología, un drama sobre el abandono y la codicia y, sobre todo, es un tierno homenaje a las madres y las abuelas que merecen recibir tanto cariño y dedicación como el que nos dedicaron a nosotros.
Lo que hace Maite Alberdi no nada fácil. Se inventa un artificio para camuflar el documental y envolverlo en una capa de comedia. Algo desconcertante al principio pero que se asume y se explica con rápidez en dos brillantes escenas. La primera muy emotiva con el protagonista explicando por qué quiere participar, por qué eso le da la vida. La segunda muy divertida con las señoras descubriendo y comentando que están siendo grabadas.
A partir de ahí, entre bromas y situaciones divertidas, vamos descubriendo donde habitan esas mujeres (y hablo de ellas porque apenas hay hombres internados). Su deseo de enamorarse, su miedo al olvido, las ausencias que sufren… y fuera de campo unos clientes que quieren saber si a su madre le tratan bien y, sobre todo, si le roban pero nunca les vemos ir allí a mirarlo ellos mismos o precuparse de saber en primera persona como vive su madre. Según la película avanza el humor va cediendo el paso a la ternura y desde ahí Maite Alberdi nos pide que no olvidemos y cuidemos a nuestros mayores.