Crónicas del Festival de Cine de San Sebastián, día 8
Las dos últimas películas en Sección Oficial han estado a cargo de dos viejos conocidos del Festival: True Mothers de Naomi Kawase y El Olvido Que Seremos de Fernando Trueba, fuera de competición. Dos películas que a quien esto escribe le parecen por debajo del nivel de esta edición y le dejan la sensación de que lo mejor que podían darnos ya no los dieron. En cambio, dos debutantes en el Zinemaldia como son Clarisa Navas y Kim Min-Jo con Las mil y una y Gull respectivamente, han presentado dos peliculas potentes con las que reclaman paso y atención para tenerles en cuenta en el futuro.
True Mothers
Es la tercera vez que la directora japonesa Naomi Kaease está a competición en San Sebastián tras Genpin en 2010 y Viaje a Nara en 2018. Además varias películas suyas han estado en otras secciones y retrospectivas, lo que da idea de la importancia que el cine de Naomi Kawase ha tenido en las últimas décadas.
True Mothers, una película sobre una madre adoptiva que recibe una llamada en la que la madre biólogica de su hijo le pide recuperarleo encja muy bien en el cine de Kawase, que habitualmente se mueve en temas como la maternidad, la busqueda de la identidad propia en nuestros orígenes y tradiciones o la pérdidda y el duelo. La lenta cadencia de su narrativa, la conexión con la naturaleza y la luz incidiendo como una deidad en las imágenes también está presente, como no. Solo que de una manera que empieza a repetirse como una fórmula manida y, por qué no decirlo, algo cursi.
Kawase se esfuerza en ofrecer diferentes puntos de vista de un tema tan complejo como es la adopción pero alarga la película y se dispersa diluyendo cualquier tipo de mensaje. La actriz Aju Makita es lo mejor de la película y no pondría ningún pero si se alzase con la Concha de Plata.
El olvido que seremos
Fernando Trueba es uno de los directores españoles más exitosos y célebres de los últimos años. De siempre, en realidad. A su estela han irrumpido, además, su hermano David y su hijo Jonás y raro es el año que alguien del clan no tiene una película con presencia en los Festivales o premios patrios. Sin embargo Fernando, quien llegó a ganar el Oscar por Belle Epoque, no ha sido ni muy prolífico ni muy exitoso en la dirección. Su anterior película fue La Reina de España en 2016, y para la anterior hay que remontarse a 2012 con El artista y la modelo. Ahora regresa con El olvido que seremos, una producción colombiana que adapta la novela en la que Héctor Abad Faciolince hace un repaso muy personal y sentido de la vida y muerte de su padre, también llamado Hector Abad.
Como decía, es una producción colombiana en la que de lo poco español que se puede encontrar es, además del director, la presencia de Javier Cámara como protagonista. El hecho de que no sea colombiano hace que su acento adquiera tintes guadianescos, apareciendo y desapareciendo de manera desconcertante. Más allá de eso su interpretación es todo lo correcta que puede ser para un personaje escrito de una forma tan esquemática.
Y es que el mayor problema de El olvido que seremos es el guion, que convierte la por otro lado interesantísima vida del Dr. Abad en una sucesión de anécdotas escasamente hilvanadas para formar un relato hagiográfico pobre en matices y ajeno al contexto sociopolítico de Colombia. Por supuesto hablar de las contradicciones y conflictos que aparecen hermosamente reflejados en la novela, mejor ni hablamos. Hay un momento en el que escuchamos al Dr. Abad decir que es criticado por la izquiera y por la derecha, está bien que lo digan, porque ha sido obviado durante todo el metraje. La evolución de la relación entre padre e hijo tampoco existe y simplemente varía de un corte a otro, tan abruptamente como la fotografía pasa de un almibarado color (acorde con el tono de la narración) a un deslucido blanco y negro que quiere resaltar el dramatismo del momento. La banda sonora es igual de obvia y evidente en todo momento. Tras verla no puedo dejar de pensar que el sello de Cannes con el que esta película llegaba a San Sebastián aparece ahí de una manera tan poco natural como algunos diálogos de la misma.
Gull
En New Directors hemos podido ver, Gull, el debut en el largometraje de Kim Min-jo, una joven coreana de apenas 30 años quien, además, ha escrito el guión, montado la película y escrito la banda sonora. Con un debut así la carrera de esta direcrtora promete.
Gull cuenrta la historia de O-bok, una mujer de 61 años que es violada por un compañero de trabajo. Al principio intenta pasar página y no denunciarlo, pero poco a poco va cambiando de opinión y eso le lleva a chocarse de bruces con una sociedad egoista, unas estructuras que no ayudan a los desfavorecidos y la incomprensión de prácticamente todo el mundo. Kim Min-jo, con ese estilo visual tan poderoso típico del cine coreano, no cae en excesos dramáticos ni en un posturas maniqueas y lo que muestra es la fotografía de una sociedad adocenada en un sistema que no funciona. Carlos habla sobre la película en su repaso a la sección New Directors.
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26/09/2020 - Carlos ElorzaTan lejos como Corea del Sur. Tan cerca como aquí a la vuelta de la esquina. Desde esos dos sitios llegan las dos películas presentadas en la sección NNDD. La coreana es Gull dirigida por la debutante Kim Mi-jo. La vasca es Hil Kanpaiak del pamplonés Imanol Rayo. GULL de Kim Mi-jo Tras ganar el […] Leer más
Las mil y una
Otro de los descubrimientos que nos llevamos a casa en esta edición es el de la directora argentina Clarisa Navas y su película Las mil y una, que pudo verse en la sección Panorama de la pasada Berlinale y en San Sebastián ha estado dentro de Horizontes Latinos.
Como Gull es una película que podía haber derivado en tremendismo y drama desbocado; pero no; la película de Clarisa Navas ambientada muy humilde barriada de Las Mil, en las afueras de Buenos Aires y protagonizada por una serie de adolescentes homosexuales resulta tierna y emotiva sin por ello esconder la dura realidad de una serie de jóvenes que viven el día a día sin pensar en las consecuencias de cara un futuro. Quizá porque futuro es algo que es muy difícil tener en Las Mil.
Claria Navas consigue reflejar, en medio de la miseria, los nervios y miedos de los adolescentes, ese deambular sin planes típico de las tarde noches de verano en pueblo, la necesidad urgente de desfogar las hormonas y los problemas de encontrar intimidad para hacerlo… una base de lo más normal y universal, en un entorno que no tiene nada de normal. Por lo menos para nosotros, cómodos habitantes del primer mundo.