6.5

Reseña de Earwig de Lucille Hadzihalilovic

Hay una escena en Earwig en la que un hombre viste a una niña. Cuando le pone lo pone unas medias, que se ajustan a sus pantorrillas y se adaptan a sus formas, la niña ríe feliz y divertida. En el momento de poner los zapatos, rígidos que tratan en vez de adaptarse a sus pies tratan de encerrarlos, la niña se revela y se resiste. Así hay que afrontar la película, si somos como las medias, nos adaptamos a la propuesta, somos flexibles y no tratamos de ser unos zapatos que la encapsulen y la limiten, la experiencia será gratificante. Sí no, la película se revelará y se convertirá en un sinsentido. Porque Earwig, la última película de Lucile Hadzihalilovic, es mucho más sensorial que argumental, es como escuchar una melodía o mirar ciertos cuadros. No tenemos por qué saber la historia que hay detrás, pero si nos pueden emocionar y hacernos sentir.

Earwig parte de la novela homónima de Brian Catling, escultor antes que escritor. A partir de ahí el trabajo de guión y adaptación de Geoff Cox y Lucile Hadzihalilovic parece que ha consistido en podar elementos de una novela que, por lo que dicen, ya era bastante abierta y simbólica. Lucile Hadzihalilovic apenas nos muestra un par de esbozos del argumento y deja el resto a nuestra interpretación. Hay una niña,que vive en una gran casa, cuidada por un hombre que apenas interactúa con ella y que cada día le recoge la saliva para hacer con ella unos dientes de hielo que le coloca minuciosamente. Nada, ni la relación entre los personajes ni siquiera la línea de tiempo, está clara o explicada, sin embargo más que un puzzle al que le faltan piezas (como decía Carlos) es un conjunto de piezas de Lego con el que el espectador puede construir su propia historia. Algo de eso, además, ocurre en la propia película, con la presencia de un cuadro en el que, aunque es igual para todo el mundo, no todos ven o creen ver lo mismo. Los personajes interpretan sus reflejos, sus conocimientos, sus conversaciones, sus propias situaciones de diferente forma, volcando su interior en ellos.

Lucille Hadzihalilovic

De hecho, si yo tuviera que decir de qué trata Earwig respondería que de cerrar heridas y de la necesidad de poner en cuestión el discurso establecido. Además. enlazando con la filmografía previa de Hadzihalilovic, nos encontramos con la pérdida de la inocencia y la opresión hacia las mujeres, que es una de esas heridas que hay que cerrar. Los dientes de la niña, como elemento de defensa, que son controlados por un hombre que obedece a unos amos que nadie ve. Un hombre incapaz de poner en cuestión unas supuestas órdenes, o maneras de hacer las cosas, y de sentir empatía por los demás, algo que se refleja en la película con esos reflejos, trasposiciones de personajes y apariciones. Teniendo claro esto, el final, con ese mordisco supone el despertar y revolución de una mujer que ha crecido y recuperado sus dientes, se ha alejado del estado narcótico al que le han sometido (esas gotas de opio) y ha tomado el control de su vida. Una explicación para Earwig tan válida como muchas otras, por supuesto.

Lucille Hadzihalilovic hace un cine inquietante, críptico, atmosférico y sensorial. Un tremendo ejercicio de estilo que exige la complicidad del espectador. En esta ocasión, seguramente, no tan redondo como en su anterior película Evolution, pero altamente estimulante y sorprendente.

Earwig

Media Flipesci:
6.5
Título original:
Director:
Lucile Hadzihalilovic
Actores:
Romola Garai, Alex Lawther, Paul Hilton, Martin Verset