Ricardo FernándezReseña de Un segundo
A finales de los años 80 Zhang Yimou irrumpió con fuerza en el panorama cinematográfico con películas como Sorgo rojo (1988), Semilla de crisantemo (1990) o La linterna roja (1991). A principios del siglo XXI presentó Hero (2002) y, sobre todo, La casa de las dagas voladoras (2004), dos películas de artes marciales que tuvieron un gran éxito de taquilla. Se había convertido en una estrella y, a partir de ahí, poco a poco su luz se fue apagando. Seguía creando unas imágenes de gran espectacularidad y enorme belleza, incluso fue el encargado de preparar la inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008, pero sus películas ya no resultaban tan unánimemente arrebatadoras como el principio. Hace tiempo que da la sensación de Zhang Yimou es un director que ya ha ofrecido lo mejor de si mismo. Con Un segundo, no se ha producido un cambio de tendencia.
También hay que reconocer que esta película debería haberse estrenado en 2019 durante la Berlinale. Problemas técnicos en la postproducción, dijeron, impidieron su estreno. Todos lo tradujimos por problemas con la censura. Así que es fácil suponer que esta no es la película que Zhang Yimou quería hacer.
Un segundo está ambientada en plena revolución cultural china y la protagonizan un padre que se ha escapado de una prisión para tratar de ver en un cine el noticiario que ponen junto con la película (el No-Do chino) y una jovencita abandonada por su padre que con pillería trata de salir adelante y ayudar a su hermano pequeño. De fondo un homenaje al cine como experiencia colectiva y al poder evocador de las imágenes en pantalla grande. Una trama que nos lleva inevitablemente a pensar en Cinema Paradiso.
Zhang Yimou recurre a un tono suave, lleno de metáforas nada sutiles, y a unas imágenes hermosas y pulcras en tonos desaturados que, en ocasiones, son demasiado pulcras y hermosas para mostrar entornos llenos de miseria y opresión. El cariño por el cine y la experiencia colectiva difumina los bordes de la represión y la injusticia de aquella terrible época que el propio director vivió en primera persona y todo parece teñido por cierta nostalgia. Quizá sean cosas de los problemas técnicos de postproducción; pero no parece el tono más adecuado para reflejar esa época. De hecho hay momentos que esa nostalgia se convierte en cursilería, aunque esto es una impresión personal. Tan personal como la del censor que pensó que las anteriores versiones de la película no eran aptas y esta sí.
