Crónicas personales de Carlos Elorza desde el Zinemaldia
Pues sí. Por fin las películas. Llevo unas semanas desconcertado con el Zinemaldi. Con el paso cambiado. Espero que dejemos de hablar por fin sobre el Premio Donostia a Johnny Depp. Y de esa sala virtual que permite que se puedan ver algunas de las pelis presentadas en el Zinemaldi antes de su paso por salas. Justo cuando las salas empiezan a levantar cabeza tras meses de cierre o de aforos máximos restringidos. O del sistema de castas establecido según el cual, a algunos acreditados que no hagan uso de su entrada simplemente se les advierte de su mal comportamiento y a otros se les anulan todas las entradas que tengan ya reservadas y se les impedirá retirar más durante 24 horas. Misma falta, distinta sanción. Desconcertante.
Pero ya están aquí las películas. Por fin. Y espero que las decisiones más importantes, las que determinan qué películas podremos ver a lo largo de estos 9 días las entienda, las comparta y tengamos por delante un puñado de grandes títulos.
Un segundo
Como gente de orden que somos, empezamos el Zinemaldi con la peli de inauguración. Con Un segundo de Zhang Yimou. La película que se anunció para la Berlinale de 2019, pero que por ‘problemas con la post producción’ según la versión oficial, que es el eufemismo utilizado para nombrar a la censura china, se retiró en el último momento. Hace más de treinta años este director chino nos maravilló con Sorgo Rojo, Ju Dou y La linterna roja. Y además nos descubrió a Gong Li. Más tarde vinieron Qiu Ju, una mujer china o ¡Vivir!. Buscó sacarnos la lagrimita con El camino a casa. Y nos trajo los desparrames coloridos de Hero, La casa de las dagas voladoras y La maldición de la flor dorada, en el que parecía casi el ensayo general de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Peking de 2008 que él dirigió. Y presidió el jurado de la edición del Zinemaldi de 1997.
Con Un segundo trae una reivindicación del cine como evento, como experiencia colectiva, como elemento unificador de una comunidad. El pueblo que se une para disfrutar del cine permanece unido. Una especie de Cinema Paradiso llevado a la Revolución Cultural de China.
La película empieza como una comedia picaresca a costa de una bobina de una película que va pasando de mano en mano. Pero a medida que va avanzando se va convirtiendo en drama familiar bastante blandito. De un padre que busca a su hija, de una hija sin padres. Recurriendo a metáforas y analogías que de obvias uno se pregunta si no habría sido mejor dejarse de figuras retóricas y lirismos y utilizar un estilo más directo y prosaico.
Rosa Rosae
Pero de hecho, ésta no fue la primera obra audiovisual que pudimos ver en el Zinemaldi. Antes se presentó el cortometraje Rosa Rosae de Carlos Saura en la que pone imágenes a la canción José Antonio Labordeta en recuerdo a los muertos de la guerra civil. Una treintena de fotografías, dibujos y pinturas de la guerra civil española al son de la canción del cantautor aragonés. Ni más. Ni menos.
Earwig
La segunda película presentada a concurso en el Zinemaldi fue Earwig de la directora gala Lucile Hadzihalilovic, otra habitual del Festival. Si se puede considerar habitual presentar 3 películas en 17 años. Pero no ha dirigido más. Sus dos largos anteriores se llevaron premio: Innocence en 2004 el Premio de la Sección Nuev@s Director@s y con Évolution el Premio a la mejor fotografía y el Premio Especial del Jurado de 2015.
Tal y como en sus películas anteriores, en esta adaptación de la novela de Brian Catling, Hadzihalilovic vuelve a hacer una reivindicación del feminismo y una denuncia al heteropatriarcado y al machismo. De forma misteriosa y enigmática. Con un tempo lánguido, una fotografía oscura, entre brumas y con una banda sonora que envuelve y arrulla. Muchas gracias Zinemaldi por programar su pase a media mañana. No es la mejor película para la hora de la siesta. En un juego de tiempos, de relaciones entre personajes y de referencias que se va desvelando poco a poco a lo largo de sus casi dos horas de duración, Hadzihalilovic va ofreciendo las pistas, las piezas para resolver el enigma. Pero también deja mucho trabajo pendiente para el espectador. Como si en un rompecabezas de 1000 piezas, le dieran 200 y el resto lo tuviera que completar él mismo. Y al final la recompensa no parece para tanto, su alcance es demasiado corto para el esfuerzo que requiere, y el resultado es sobre todo un lucido ejercicio de estilo, absorbente e inquietante.
Maixabel
Y del cine fantástico a la realidad cercana en el espacio y en el tiempo de Maixabel de Iciar Bollain, la historia de los famosos encuentros Maixabel Lasa con los terroristas de ETA que asesinaron a su marido, el antiguo gobernador civil de Gipuzkoa, Juan Mari Jauregui, en el año 2000.
Reconozco que entré a ver la película con todos los prejuicios. No soy nada fan del cine de Iciar Bollain, su temática es muy dada a simplificaciones tendentes a construir el relato oficial de los hechos y para qué engañarnos, el tráiler de la película les podía haber quedado mejor.
Pero también había cosas que jugaban a su favor. Esta vez no estaba su Paul Laverty en el guion y en su lugar está la colaboradora habitual de Isaki Lacuesta, Isa Campo. Y se nota y se agradece. Le sienta bien. El reparto está encabezado por Blanca Portillo y Luis Tosar, que salvo por la extrañeza que pueda producir ver a dos intérpretes no vascoparlantes en esos papeles, son dos intérpretes de garantías, aunque lo de un etarra con un leve deje gallego al hablar resulta desconcertante.
El mayor activo de Maixabel está en la forma en la que están escritos los encuentros. Los debates y discusiones previos y los propios encuentros. Entre los presos, entre Maixabel y su hija y amigas y finalmente los dos encuentros entre ella y los asesinos de su marido. Sus planteamientos sobre la obediencia debida, la responsabilidad individual, la posibilidad del perdón, el consuelo. Y es principalmente por esto por lo que Maixabel funciona. Por lo que dicen sus intérpretes y por cómo lo dicen, a pesar de una puesta en escena por momentos, desconcertante. Y ahí se revela Urko Olazabal, que interpreta al ‘otro’ terrorista.
Sin embargo, en Maixabel también hay muchos elementos que no acaban de funcionar: las muy partidistas decisiones a la hora contextualizar y simplificar la película para poderla contar con una duración estándar, la excursión del terrorista por los lugares en los que cometió sus atentados con la banda sonora de los mismos incorporada, la relación de éste con su madre o la relación de la hija de Maixabel Lasa con sus amigas. Y finalmente un misterio sin aclarar, ¿qué relación tenía Juan Mari Jauregui con la canción gallega que cantan a mitad de la película junto al monumento en su memoria? Lo he preguntado a la gente de mi entorno que ha visto la película y ninguno conocemos esa relación.
Aquí os cuenta Ricardo Fernández más cosas sobre Maixabel
Jesús López
La Sección Horizontes Latinos se inauguró el estreno mundial de Jesús López del argentino Maximiliano Schonfeld, seguramente la película con el título menos atractivo de este Zinemaldi. Una historia de duelo por la pérdida de un ser querido y de suplantación de personalidad en la provincia de Entre Ríos en Argentina en el mundo de las carreras de coches que tras un arranque prometedor, tanto en fondo, como en forma, va perdiendo contundencia a medida que se aleja del duelo y va concretando y tomando la vía de la suplantación.