Ricardo FernándezReseña de Entre dos amaneceres de Selman Nacar
Entre dos amaneceres es el debut en la direción de largometrajes del director turco Selman Nacar. Licenciado en dirección por la Universidad de Columbia en Nueva York y fundador su propia productora, Kuyu Film, Selman Nacar ganó el con este proyecto el el WIP Europa 2020 en el Zinemaldia de 2020. Un premio para proyectos que todavía están en proceso de realización, Work In Progress, y que les otorga ayudas en la postproducción y la distribución en España de la mano de BTeam. Es decir, es un proyecto que ya contaba con buenas referencias antes incluso de ser terminado.
Ahora que hemos podido ver el resultado en la sección New Directors del Festival de San Sebastián, no nos sorprende. Entre dos amaneceres es una película muy sólida y poderosa, sin los titubeos y pasos en falso que suelen acompañar a muchas películas de esta sección. Siguiendo a Kadir (Mücahit Kocak), un joven que trabaja en la fábrica que regentan su padre y su hermano mayor, a lo largo de poco más que un convulso día -entre dos amaneceres- tras el accidente laboral de uno de los trabajadores, Selman Nacar desarrolla un drama familiar cargado de mensaje social cargado de contundencia y crudeza.
Con un estilo que recuerda al mejor cine rumano, siguiendo muy de cerca a los personajes con la cámara, apoyándose en discusiones que reflejan bien no solo el carácter de los personajes sino también el mundo en el que viven (vivimos) y, poco a poco, desvelando una tras otra las diferentes capas de corrupción y podredumbre que envuelven a la sociedad. También las costumbres sociales y las obligaciones familiares, que tanto en lo empresarial como en lo social impiden al protagonista llevar la vida que el querría. Pocas pegas se le pueden poner a esta película, notable en el apartado de dirección -mostrando un saber hacer tanto en composición de planos como en movimiento de cámara-, interpretación -todo el reparto es muy solvente- y con un guion muy bien estructurado que dosifica la información de una manera inteligente para mantener el interés a pesar de que, a estas alturas, imaginemos lo que va a terminar sucediendo. Si acaso, quizá, una sensación de déjà-vu tanto en la historia como en su manera de contarla.
Selman Nacar se convierte con esta película en un director a seguir y tener en cuenta para comprobar si termina encontrando su propia voz. Maneras tiene.
