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El éxito de One Cut of the Dead parece haber provocado una pequeña ola de películas japonesas realizadas por jóvenes con medios muy precarios que se compensan con originalidad y planificación milimétrica. Una nueva generación que glorifica el amateurismo, pero no desde el disfrute de lo cutre y gamberro, como venía siendo habitual en los festivales de género, sino desde el orgullo de alcanzar resultados dignos a través del ingenio y el trabajo. El mérito venciendo al dinero. Esto entronca muy bien con un cambio generacional en el que los jóvenes dominan la tecnología (una tecnología que ahora les ofrece unas posibilidades que antes no existían) y no tienen complejos en invertir esfuerzos intelectuales para conseguir sus objetivos. Lejos de la estudiada dejadez transgresora de la generación anterior, que no habría dudado en tachar de nerds a quienes invierten horas en estudiar la planificación del proyecto en lugar de salir a reventar sesos. Sabemos por Infiltrados en clase que los roles han cambiado. La inteligencia está de moda.

Ayer, en una doble sesión de cine japonés en la Semana de Terror, vimos dos ejemplos de esta tendencia. La que ahora nos ocupa, Más allá de los inifinitos dos minutos, y Yellow’s Dragon Village. La segunda no valía gran cosa, chavales peleando y poco más. Pero lo significativo es que ambas se esmeraban en destacar que un grupo de amigos con un móvil han sido capaces de realizar una película que se puede medir con otras “profesionales”. Lo vemos en los créditos finales de Más allá de los inifinitos dos minutos. Muestran orgullosos cómo han rodado con un palo de selfie y un móvil, con mucha posproducción para compensar la falta de iluminación. Alardean de lo compleja que ha sido la planificación, con la satisfacción de quien borda una pieza virtuosa para Tik Tok. Esto en One Cut of the Dead se veía en la propia película, como parte de la trama metacinematográfica. Otra muestra de lo mucho que bebe de aquella es que aquí también se ha optado por la opción de plano secuencia, aunque algo más precario y con menos protagonismo que el que se le da a los bucles temporales.

El principio de autoconsistencia de Novikov y la lógica de bucle temporal

Evidentemente, lo que más destaca, más allá de la frescura de los actores (la película está creada por una compañía de teatro, Europe Kikaku) y alguna subtrama de amor bien buscada, es la complicada lógica de bucles temporales, que se va extendiendo en lo que ellos comparan con el efecto Droste. Por cierto, la lata de cacao que muestran es precisamente la original que da nombre al efecto. El guionista, Makoto Ueda, este algo más mayorcito, miembro de la compañía ha desarrollado la idea a partir de un corto del director, Junta Yamaguchi, alargando el concepto para un largo. Ueda dice estar habituado a escribir ciencia ficción y, en concreto, estar obsesionado con el viaje en el tiempo de muy corta duración. Se nota, pues ha conseguido una historia milimétrica que refleja de maravilla algunas conjeturas físicas. O bien lo ha hecho queriendo, o bien ha resultado ser un bonito ejemplo para hablar de la lógica de bucle temporal y el principio de autoconsistencia de Novikov. Pero vamos por partes.

Algo que muestra la película es la utilización del conocimiento futuro para obtener respuestas en el presente. Esto es algo, en principio, convencional, con lo que siempre ha soñado el ser humano y que ha dado lugar tanto a supercherías adivinatorias como a la ciencia que busca predecir sucesos. Un ejemplo claro: en Regreso al Futuro 2, Biff vuelve con el almanaque deportivo para que su yo del pasado pueda hacerse rico apostando a tiro hecho. Se entiende fácil: si sabemos lo que pasará en el futuro podemos aprovecharlo. Sin embargo, lo que sucede en esta película es algo más complejo y que tiene mucho que ver con ese efecto Droste que incluso aparece en el título original, Droste no hate de bokura. Vamos a verlo con uno de los ejemplos de la película.

Uno de los personajes quiere adivinar dónde está el resultado correcto en un rasca y gana y se lo pregunta a su yo de los próximos 2 minutos. El otro se lo dice y con eso acierta. Genial, información desde el futuro, como el almanaque deportivo. ¿O esto es distinto? Claro que el yo del futuro tiene la información porque ya ha podido comprobarlo, pero el rasca y gana que enseña solo tiene un círculo rascado. No sólo ha podido comprobar la respuesta, es que ha acertado a la primera. ¿Por qué? Pensemos por un momento el caso contrario. Si su yo del futuro no hubiera acertado a la primera y le enseñara un rasca y gana con dos o tres opciones rascadas. El yo del pasado descubriría igualmente cuál es la opción ganadora. La rascaría para ganar, y por lo tanto llegaría a su futuro con un rasca y gana que únicamente tiene una opción rascada. ¡Paradoja! No es eso lo que habíamos visto en la pantalla. ¿Es posible esta opción? Novikov dice que no (en realidad es un «no, pero» porque podríamos complicar la cuestión para que no resulte paradójica pero hoy no vamos a entrar en esto).

Igor Novikov es un astrofísico teórico ruso, uno de los protegidos de Zeldovich (el puto sherif de la física soviética que tenía el mejor equipo de físicos del planeta). A mediados de los ochenta planteó una conjetura, su principio de autoconsistencia, que imagina cómo deberían funcionar las cosas si se pudiera viajar en el tiempo, o al menos enviar información al pasado, como es el caso de la película.

“En términos simples, afirma que, si un evento existiese y provocase una paradoja o cualquier cambio en el pasado que la provoque, entonces la probabilidad de ese evento es cero. Por lo tanto, el principio de autoconsistencia de Nóvikov indica que es imposible para una secuencia de eventos provocar una paradoja.”

Wikipedia

Esto tiene unas implicaciones muy interesantes, porque si somos capaces de forzar que una de las dos respuestas a una pregunta sea paradójica, la posibilidad de que la respuesta sea la complementaria, es del 100%. Y si nos aseguramos de que la respuesta que buscamos es la que no provoca una paradoja, sabemos seguro que es la que tendremos. En el ejemplo de la película: al forzar la situación de tal manera que fallar el rasca y gana provocaría una paradoja en el bucle temporal, el personaje se está asegurando que acertará. Y esta idea tan gráfica es, precisamente, un planteamiento de una posible técnica de computación que se llama “Lógica de bucle temporal” y que parte de la premisa de que pudiéramos construir computadoras que enviasen información al pasado (aunque fuera unos microsegundos) para forzar respuestas que o bien son paradójicas o bien son correctas. Adivinar el futuro sin necesidad de tener que avanzar hacia ese futuro, solo forzándole el brazo a la causalidad, para que sea consistente y juegue a nuestro favor. Maravilloso.

Hay dos diferencias básicas entre el rasca y gana y el almanaque de Biff en Regreso al futuro 2. La primera es que en aquella no hay una sola línea temporal. Cuando ocurre un cambio en el tiempo, se bifurca la realidad y ocurren cosas distintas. Aquí, como en Terminator o Interstellar, solo hay una línea temporal. En Terminator, la tecnología avanza porque ha aparecido del futuro, gracias a que la tecnología ha avanzado. Misma línea. En Interstellar el mensaje que hace viajar a Cooper proviene de un futuro propiciado por el propio viaje. Misma línea. En Regreso al Futuro, como en Primer, hay una línea distinta por cada cambio, y no se interfieren. La segunda diferencia es que el almanaque es un objeto externo, que existe independientemente del bucle. Aquí el rasca y gana es una información que se crea a partir del propio bucle. Tenemos, por tanto, una autoreferencia. Un efecto Droste a través del tiempo.

Christopher Nolan: la ilusión del tiempo

28/05/2020 - Iñaki Ortiz Gascón

Se acerca Tenet, el estreno más esperado del verano. La última película de Christopher Nolan con la que el megalómano cineasta pretende levantar él solito toda la cartelera después de la pandemia. Está por ver que pueda estrenarse ya, como está por ver todo ahora mismo, pero está claro que Nolan, al contrario que Warner, […] Leer más

Hay varios casos más en la película. Por ejemplo, cuando encuentran el reproductor de VHS o cuando ganan la bola. No lo ganan porque de forma natural en el futuro lo hayan descubierto, lo ganan porque han forzado el bucle para que solo pueda dar esa la opción posible. Toda la parte del rescate funciona solo porque sabe cómo va a funcionar, como cuando en Harry Potter y el Prisionero de Azkaban, Harry es capaz de realizar el Patronus porque sabe que lo va a realizar. Por cierto, en este rescate reutilizan con elegancia todos los elementos anteriores, sugiriendo así la idea de que los bucles están conectados en un conjunto de metabucles y los objetos de los primeros bucles estaban predeterminados por el de los bucles del futuro. Muy loco todo.

Y en el sentido contrario y para mostrar una debilidad del sistema, cuando el protagonista le pide salir a la chica y vuelve para responder si ha funcionado, se ve obligado a mentir para no provocar una paradoja. En este caso, el bucle es autoconsistente pero de otra manera, a través de la mentira. No funciona pero es coherente. Esta misma idea de trasmitir una idea falsa para cambiar, aparentemente para el espectador, los hechos futuros pero sin cambiarlos en la línea temporal, la usa Nacho Vigalondo para resolver el final de su brillante Los cronocrímenes.

Es una lástima que aquí, la película se traicione a sí misma al final, cuando los personajes provocan la paradoja y entonces vemos que sí es posible romper la coherencia (los personajes desaparecen como la foto de Marty McFly), que el principio de autoconsistencia no es tal, y por lo tanto ya no tiene ningún sentido que hubieran encontrado el DVD, la bola y que acertaran el rasca y gana. Eso sí, narrativamente es una opción muy jugosa que, por un lado, sirve para alargar la película hasta sus dignos 70 minutos, y por otro lado, funciona como idea fuerza, acerca de ser dueños de su propio destino. Un concepto que contrasta muy bien con el tipo de bucles que están mostrando en los que es el futuro el que determina cómo se deben comportar en el pasado. Algo similar al mensaje de Nolan en Tenet. Sin duda, este hastío por un futuro prefijado resume también muy bien el pensamiento de toda una generación.

Desarrollo esta idea de que el futuro domina a los personajes. Cuando el protagonista se miente a sí mismo desde el futuro se está obligando a mentir para mantener la coherencia. Cuando, en el futuro, uno de los personajes le pide a su yo del pasado que se guarde un bote de ketchup en el pasado, está obligando a este suceso porque ocurre en el futuro. Constantemente los personajes deben hacer cosas porque es lo que se espera de ellos para el futuro. Está bien buscado conceptualmente, aunque es una pena que el final rompa la maravillosa coherencia de la película.

Más allá de los dos minutos infinitos (Beyond the Infinite Two Minutes)

Media Flipesci:
6.9
Título original:
Droste no hate de bokura
Director:
Junta Yamaguchi
Actores:
Kazunari Tosa, Riko Fujitani, Gôta Ishida, Masashi Suwa, Yoshifumi Sakai, Haruki Nakagawa, Munenori Nagano