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En la víspera de inauguración de la Semana de Terror tuvimos como aperitivo la restauración en 4K del clásico de Dario Argento, Suspiria. Está muy lejos de ser una película perfecta pero tiene algo que la sigue manteniendo vigente y que, además, la convierte en un referente para muchos directores actuales: su exuberante apuesta plástica, tanto por su derroche de color y geomtería como por la atronadora banda sonora de Goblin. Será difícil que quede desfasada porque es una obra que apela directamente a los sentidos. Con Mandy creo que va a pasar un poco lo mismo y que va a ser una obra vigente. Se podría disfrutar sin subtítulos y sin saber ni una palabra de inglés -ojo, no muda, el sonido es imprescindible aquí. Es una obra hipnótica, sobrecogedora, sugerente. Una película para ver en pantalla grande y repetirla dentro de 40 años restaurada en la tecnología puntera del momento.

Panos Cosmatos, el director, ya nos había avisado con su primera película, Beyend the Black Rainbow. Es verdad que a aquella le faltaba todavía músculo -y en concreto, presupuesto- pero era una buena muestra del universo extrañamente fantástico -en literatura diríamos weird fiction. Cosmatos ya aplicaba un estética del ruido en aquella película, como hace en Mandy. Un color que anula los matices y un ruido que hace lo propio con una sobrecogedora banda sonora industrial. Vuelvo a pensar en los colores desacomplejados de Argento y en su banda sonora aplastante. En Mandy hay algo más de dinero. Tampoco mucho, pero suficiente para dar más libertad a Cosmatos para dibujar con más medios su universo personal. Hay dinero para conseguir una representación fabulosa y sugerente de algunos escenarios. Aunque muchas veces, la factura final es más un trabajo de posproducción, con una composición de transparencias como solo se suele atrever Coppola.

El universo de Mandy

El universo de Mandy podría definirse como un western rodado como épica fantástica. Una historia de venganza en la América deshabitada, pero con una estética que parece indicarnos que estamos en otro planeta. En un planeta, por supuesto, no real, sino con ecos de épica fantástica. Cosmatos habla en una entrevista, por ejemplo, de Robert E Howard, el creador de Conan el Bárbaro. En la misma entrevista, de hecho, en la misma respuesta, lo relaciona también con H. P. Lovecraft. Creo que esos dos referentes explican en gran parte la estética y el tono de la película. El primero por la fantasía que estoy comentando, el segundo por esa extraña conjunción entre realidad y fantasía. Sí, ya he nombrado más arriba la weird fiction, de la que Lovecraft es uno de los mayores referentes.

En Mandy tenemos al mismo tiempo un valle rocoso de Utah y un planeta desértico. Tenemos moteros y al mismo tiempo unos seres sobrecogedores que por su aspecto harían las delicias de Shinya Tsukamoto. Tenemos unos viajes en coche durante noches tintadas de colores terroríficos que no le envidian a Mad Max: Fury Road; que compraría Tarantino para su Death Proof; que podrían ir acompañadas del Driving This Road Until Death Sets You Free de Zombie Zombie. Motosierras y armas celtas forjadas expresamente para acabar con el mal. Lunáticos sectarios, pero también la presencia inequívoca del diablo en un templo más allá del espacio y del tiempo. Tenemos al mismo tiempo una historia violenta de venganza y un fantástico alucinógeno. Una mística que conecta dos dimensiones, como la reciente The Void que parece beber de las mismas fuentes. O, en este caso más por contenido que por ambición estética, con la lovecraftiana The Endless.

Trabajo de preproducción de Mandy

Esta dualidad solo se puede lubricar con drogas. Y no hablo de las que pudieron tomar los creadores de la obra, que también, sino del ambiente de LSD que impregna el ambiente. Desde el principio, con un rollo de amor new age, de ese que se mide en tormentas infinitas y planetas hasta llegar a Galactus. Toda la confrontación con los villanos, perdiendo la noción de la realidad, de la solidez material. Un mal viaje. Y, por supuesto, la cruzada violenta del protagonista, completamente empapado en sustancias agresivas. Esto da sentido y cohesión a esos dos mundos, el de la épica fantástica y el de la violencia motera. Un universo ambientado en los 80, aunque no como la habitual nostalgia ochentera que nos asedia como una plaga. Esos 80 son un lugar de encuentro de tendencias musicales, intereses en la fantasía y una forma de entender la carretera. Pero la obra no es conservadora en ningún caso. Me lleva a pensar más en Nameless, el reciente comic delirio de Grant Morrison, que en el cine de los 80.

Jóhan Jóhannsson que estás en los cielos

Como decía antes, un elemento clave de la película es la banda sonora, el ruido, la distorsión. Mientras el color inunda el plano apagando los matices, la banda sonora golpea con ruido y furia para vencer por KO, para desorientar y perder con sus distorsiones el apoyo del audio natural de la película.

Para acompañar esas imágenes alucinógenas se ha contado con la oscura pericia de Stephen O’Malley, guitarrista del sobrecogedor grupo drone metal, Sun O))). Verles en concierto no es una experiencia muy distinta a ver Mandy.

A los mandos de esta locura, el tristemente fallecido compositor islandés, Jóhan Jóhannsson. Esta ha sido su última banda sonora. Ha terminado sus días demostrando que es capaz de moverse en campos bien diferentes. Aunque es cierto que el compositor ya estaba familiarizado con estos oscuros loops agotadores, llama la atención escucharle tan ladeado hacia el metal, hacia lo industrial. Jóhannsson ya partía en sus inicios de la electrónica más experimental, como su genial IBM, 1401 A User’s Manual pero esta inmersión en el dark ambient resulta sorprendente. Cuánto le vamos a echar de menos. Alguien capaz de las obras orquestales más delicadas; de la electrónica minimalista más atrevida y de romper, como aquí, usando sintetizadores y guitarras.

Jóhann Jóhannsson

Jóhann Jóhannson: del minimalismo electrónico a la emoción orquestal

16/09/2016 - Iñaki Ortiz Gascón

Jóhann Jóhannsson es un compositor islandés minimalista que nos debe ir ya sonando. Lleva un par de nominaciones al Oscar, y sus bandas sonoras empiezan a tener fuerza. Es el compositor habitual de Denis Villeneuve, y ahora lo tenemos en Arrival. Me parece un buen momento para fijarnos en él. Antes de dedicarse a hacer […] Leer más

Nicolas Cage

Y por supuesto, Nicolas Cage en todo su esplendor. Cage puede hacer más o menos gracia en productos simpáticos como Mamá y papá, pero cuando le dan un papel a su medida, funciona como nadie. Lo vimos en el excéntrico Teniente corrupto de Herzog, en el contenido Joe de David Gordon Green, y claro, en los gemelos atormentados de Adaptation. Por poner solo algunos ejemplos.

Aquí, Nicolas Cage tiene vía libre para ofrecer todo su arsenal pop, para mostrar su furia enloquecida, para desesperar entre derroches de ácido. Un personaje que, como el resto de la obra, se encuentra entre el mundo fantástico y el cowboy contemporáneo (de los 80 quiero decir). Sin complejos, sin ataduras pero sin caer tampoco en la comedia en la que no pocas veces se recrea para compensar un producto limitado.

Nicolas Cage en Mandy, con la cara empapada en sangre, ya es un icono. Nicolas Cage es leyenda.

Mandy

Media Flipesci:
6.8
Título original:
Director:
Panos Cosmatos
Actores:
Nicolas Cage, Andrea Riseborough, Linus Roache, Bill Duke, Richard Brake, Clément Baronnet, Ned Dennehy
Fecha de estreno:
09/11/2018