Extravagante, rítmica, caleidoscópica, barroca, sensorial, romántica, visual, abigarrada, bella, sugerente, rococó…

El 12 de febrero Bang Bang proyectará junto con Instinto Básico un objeto artístico en movimiento a ritmo de videoclip que cumplió 25 años el pasado año: Romeo + Julieta de Baz Luhrmann. Con razón se la designa así, acompañada siempre del nombre de su director, cuya impronta personal se encuentra en cada pequeño detalle y cada plano general.

Se trata de una película que desde su estreno en 1996 generó una clara división entre el público: desde el total rechazo hasta el entusiasmo de los que apreciábamos en ella una película de gran valor artístico pasando por la total indiferencia. 25 años después, habrá oportunidad de verla en pantalla grande, ocasión ideal para poder percibir todos los aspectos que la constituyen como lo que es: una obra de arte.

El arte por el arte

Esta película es un caramelo visual. Contiene una gran cantidad de detalles minuciosos que a veces invitan a pausar la proyección para mirar, como si estuviésemos en una exposición. Renacentista, barroca, rococó. Hace gala de muchos caprichos visuales tanto en muebles, decoración y moda. La habitación de Julieta, con ese cabezal de madera reforzado con vírgenes y ángeles. Las estatuas de piedra de la piscina, el palacio de los capuleto, la fiesta loca donde se encuentran los amantes. Ese cromatismo complementado con oro y plata tan estético, cálido y rico. Un ejemplo de moda podría ser el estampado del sagrado corazón.

El hedonismo estético de Baz lo impregna todo creando una película neobarroca. No hay rastro alguno del “menos es más” ya que predomina el “horror vacui” donde reside una mezcla de lenguajes creando una concentración muy prismática. A su vez es muy exótica porque conviven elementos artísticos mexicanos junto con objetos artísticos clásicos, mientras los personajes llevan camisas hawaianas con estampados florales japoneses. Una bomba de arte y una película muy “eye candy”.

Diseño de vestuario heterogéneo

25 años después constatamos que las prendas de la película son ya absolutamente icónicas y parte de la historia de la moda en cine. Concebidas desde el eclecticismo, un “mix and match” de telas y ropajes que se quedan en el recuerdo.

Kym Barrett fue la responsable de esas decisiones en las que como Baz, jugó su papel con total libertad, combinando marcas de alta costura como Prada o Yves Saint Laurent con prendas y telas de mercadillo pintadas manualmente. La falta de presupuesto como pasa muchas veces hizo de la necesidad virtud.  El vestuario soporta esa imaginería artísticamente plural, reforzando esos saltos entre épocas y ambientes que de manera natural son inconexas. Las alas de ángel de Julieta la convierten en una especie de hada mientras que el traje plateado de caballero de Romeo representa una idealización del amor. Barrett utiliza el recurso de la fiesta de disfraces para representar los arquetipos del teatro clásico.

Lenguajes musicales

Gran parte de la magia de esta película radica en su música. Hay 2 vertientes: canciones pop y un potente score instrumental compuesto por el maravilloso Craig Armstrong, habitual colaborador de Baz, y cuyas mezclas fueron a cargo de Nellee Hooper. La música se publicó en 2 volúmenes distintos donde cada uno aunaba los dos trabajo musicales que se llevaron a cabo y que como no podía ser de otra manera, son totalmente dispares.

En el disco de canciones pop encontramos grupos como Garbage, The Cardigans, Radiohead y la preciosa voz de Des’ree cantando “Kissing you” para las escenas de amor, entre otros. La parte de la fiesta, donde se escucha el famoso tema de Kym Mazelle “young hearts run free” convirtió a la canción en “la canción” para una fiesta.

Sin embargo, el segundo disco es la propia obra teatral traducida en música. Prólogos, escenas, diálogos, final y hasta un maravilloso epílogo acompañado del Tristan e Isolda de Wagner. Comprueben ustedes mismos:

Escena del balcón:

La muerte de Mercutio:

Romeo y Julieta despiertan juntos:

Escena final:

Epílogo:

Romanticismo desaforado

“Aun faltan 20 años”, exclama Julieta a pesar de que verá a su Romeo la mañana siguiente. Porque así es el amor de esta obra de Shakespeare, el amor adolescente.

Caer en una -preciosa- piscina víctima de las flechas de cupido. Besos y abrazos totalmente correspondidos de primeros amores. El amor tal y como lo percibimos en ese momento es como un motor autónomo que enciende fuego por sí mismo. Esa visión inocente que se siente como un impulso tan profundo y enérgico que se tiene la certeza durará por siempre por sí solo, sin currárselo y sin contar con que evolucionaremos. Vivirá por pura inercia propia.

Vemos ese romanticismo -adolescente- de manual tan precioso como volátil. Pero qué disfrute haberlo vivido y sentido, y revisitarlo como un tesoro que cumple su función vital en alguna fase de nuestra vida. Ese es en resumen el tema principal de Romeo y Julieta; la idea del amor juvenil, por eso es tan atractivo.

Escena final

Sobrecogedora, emocionante. La decoración y la luz construyen una ambientación perfecta para dar paso a la culminación de la tragedia que funciona con un dramatismo teatral, literario, operístico y casi pictórico.

Toda la parte visual y la música confluyen en una escena de una carga artística potentísima. A los pintores de épocas pasadas seguro que les habría maravillado llegar así al espectador cuando pintaban temas místicos, porque la escena final está bordada. Sobran las palabras.

Universo Baz

Ya con Stricktly Ballroom Baz nos dejó claros sus códigos narrativo e iconografía siendo toda una declaración de principios estéticos: El bailarín vestido de torero deriva en nuestro Tebaldo (John Leguizamo), que camina erguido como si fuese a una plaza a torear. Los colores vivos y alegres ya estaban entonces sumado a personajes extravagantes y caricaturescos acompañados siempre de protagonistas enamoradas.

Baz es un esteta cuyas obsesiones se centran en el enamoramiento y la creación. Materializa esos temas haciendo cine que es casi siempre como una obra literaria, o de teatro, incluso una ópera. Todo firmado con esa filigrana estética tan particular que es su sello personal. Estos ingredientes son recurrentes en su cine, como en Moulin Rouge o en El Gran Gatsby.

 

Grandes secundarios

A unos jóvenes Leo y Claire los respaldan intérpretes de gran empaque. John Leguizamo crea un Tebaldo oscuro y violento, a la par que elegante que lleva chalecos y pistolas con iconos religiosos con una clase que ni Julio Iglesias.

Un danzarín y loco Mercutio interpretado por Harold Perrineau, que aunque aparece 2 veces, ambas ocasiones son muy intensas y quedan en la memoria. Paul Sorvino y Diane Venora son los padres de Julieta y transmiten de maravilla esa distancia y frialdad de los ricos para con sus vástagos en la antigüedad.

Sin embargo el ama, Miriam Margolyes, consigue ganarse el cariño del espectador por ser la única que transmite cariño y afecto a nuestros amantes mientras que el gran Pete Postlethwaite hipnotiza con su voz y su gran espalda tatuada.

Nostalgia carpetera

El target de esta película fue sin duda la adolescencia, por el tema, el tratamiento y cómo no, la elección de los actores. La fama de Leo crecía exponencialmente y su pelo rubio y gestos enamoraban a chiquillas en la pubertad (yo misma fui una de ellas).

Pero seamos serios, ese aspecto de la película fue totalmente anecdótico a pesar de que desgraciadamente a la larga eclipsó la verdad; que era una obra artística de gran valor. La estrategia de arrasar entre adolescentes dio sus frutos, afianzada con el posterior papel de Leo en Titanic. Pero había cosas que iban mucho más allá de una simple película para adolescentes, había algo mucho más valioso. Además, nos despertó la curiosidad por Shakespeare y su obra. Ni todos los profesores de lengua del mundo habrían conseguido animar tanto a la lectura como lo hizo aquella película.

 

En resumen, es hora de reivindicar esta película arriesgada como lo que siempre fue: una obra de arte cuyo ritmo irregular se intensifica con el fuego y se calma con el agua. Donde en todo momento se nos habla de una idealización del amor cuya fuente es un mito griego (Píramo y Tisbe). La historia de amor más veces contada de una manera única y totalmente coherente donde convive lo contemporáneo con lo clásico, lo antiguo con lo presente, lo kitsch con oro y plata. La postmodernidad que consiguió crear algo nuevo y personal.

Así que desprendeos de prejuicios, asumid que todos hemos amado como adolescentes y abrid los ojos. 12 de febrero. Como ya dijo John Berger: Solo vemos aquello que miramos, y mirar es un acto de elección.