Reseña de Armageddon Time
Paul Thomas Anderson y James Gray han partido de una idea similar para sus últimas películas. Los dos directores han echado la vista atrás hacia una época en la que ellos sitúan un cambio que se podría definir como el origen de nuestros días. Paul Thomas Anderson lo situó a mediados de los 70 en Licorice Pizza; James Gray lo hace en 1980 en Armageddon Time. Las dos visiones son complementarias y pueden entenderse una como prólogo de la otra. Si añadimos Apolo X ½ de Richard Linklater como recuerdo de los tiempos felices e ingenuos, ya tenemos la precuela de la trilogía. Tres visiones, cada una con su tono y su manera, desde un punto de vista juvenil/infantil de los tiempos que pudieron ser y no fueron.
Licorice Pizza: Mucho más que una historia de amor
10/01/2022 - Ricardo Fernández8 Reseña de Licorice Pizza, de Paul Thomas Anderson Podría decirse que Licorice Pizza, la última película de Paul Thomas Anderson, es una historia de amor entre dos jóvenes que no parecen estar nunca enamorados al mismo tiempo. Podría decirse, pero sería quedarse corto. Muy corto. Porque hablamos de Paul Thomas Anderson, uno de los […] Leer más
El punto de partide de Armageddon Time es sencillo: Paul Graff (Banks Repeta) es un niño judío preadolescente y bastante travieso. El primer día de colegio entabla amistad con Johnny Davis (Jaylin Webb) un niño negro y repetidor bastante gamberro. A los dos les gustan los cohetes espaciales y vacilar a su tutor. A partir de ahí Paul conocerá las diferentes reglas con las que van a jugar en la vida Johnny y él.
A Paul le apoya su familia. Su madre (Anne Hathaway) es presidenta de la asociación de padres de alumnos y quiere presentarse a la junta escolar como creyente de la escuela pública que es, aunque pronto verá su Fe puesta a prueba. Su padre (Jeremy Strong) aplica mano dura, demasiado dura y a veces acompañada de un cinturón. Su abuelo (Anhony Hopkins), hijo de emigrantes ucranianos que huyeron del antisemitismo, trata de aconsejar a su hija y su nieto tratando de aprovechar la ventaja de su posición social, pero tratando de no olvidar sus orígenes y ahí recae el peso de la historia. En un momento en el que el Privilegio Blanco está sobre la mesa, es objeto de debate y críticas (en su mayoría bastante ignorantes), James Gray da una lección sobre el tema. Sin aspavientos, sin redenciones ni buenismos; pero sin complacencia tampoco.
James Gray mira hacia su pasado, hacia su infancia, y lo hace con más ternura que nostalgia. La magnífica fotografía otoñal a cargo de Darius Khondji contribuye a dotar a esos recuerdos de un aspecto ensoñador y frío a la vez. La presencia infantil suaviza el drama y le da a la historia un cierto aire de ligereza y aventura infantil que puede acercarla al gran público (ojalá); pero lo importante transcurre en los márgenes. Apoyándose en un elenco extraordinario, desde los dos niños a un sensacional Anthony Hopkins, Gray construye unos personajes que se van definiendo por sus acciones y con ellos se define al mundo en el que viven y entendemos el mundo en el que vivimos hoy. Un mundo que para Gray empezó con Reagan, antecesor de Trump. Para conectar esas dos líneas de tiempo nos mostrará a los padres de Donald, miembros de la junta de un prestigioso colegio privado como grandes defensores de la cultura del esfuerzo, de ganarse el éxito a base del propio trabajo, siempre y cuando ellos partan con ventaja, siempre y cuando ellos partan desde una posición privilegiada. La dificultad de oponerse a ello y no renunciar a los privilegios conseguidos es la lección que aprenderá Paul en esta época. También Johnny, asumiendo lo fatal de su destino.