Ya se han proyectado en el Lido los últimos trabajos de Luca Guadagnino, Frederick Wiseman y Romain Gavras, tres de los directores más esperados de esta edición del Festival veneciano. Aunque no se puede llegar a hablar de decepción, es cierto que ninguno de los tres trabajos ha acabado por ser plenamente satisfactorio a pesar las virtudes de cada uno.

Bones And All, de Luca Guadagnino

Para su primera película rodada en los Estados Unidos, una adaptación de la novela del mismo título de Camille de Angelis a cargo de su colaborador habitual David Kajganich, el director de Call Me By Your Name opta por una road movie a lo largo y ancho del Medio Oeste estadounidense ambientada en los 80 y protagonizada por dos jóvenes obligados a vivir al margen de la sociedad por culpa del canibalismo congénito que padecen. Ella es Maren, interpretada por Taylor Russell, todo un descubrimiento, una adolescente que intenta vivir una vida lo más convencional posible junto a su padre, magnífico André Holland en su breve, pero intenso papel. Él es Lee, interpretado por Timothée Chalamet, un joven que sufre la misma enfermedad que ella y que le acompañará en su viaje. Pero no son los únicos que padecen esa dolencia. A lo largo de su periplo se cruzarán y se enfrentarán con más personas que la sufren, los afectados por este tipo de canibalismo son capaces de percibir la presencia de otras personas que la padecen, entre ellos los personajes a los que encarnan Mark Rylance, volviendo a demostrar su maestría en mostrar vulnerabilidad y amenaza a la vez, Michael Stuhlbarg, que repite con Guadagnino y Chalamet tras Call Me By Your Name, y Chlöe Sevigny.

Guadagnino muestra el vagar de estos personajes frágiles y vulnerables, pero agresivos y amenazantes a la vez. Sin un rumbo fijo, sin un destino claro, sin un plan de vida establecido, más allá del intento de reconstrucción del pasado de Maren. Poniendo el foco en el retrato de los protagonistas y su relación, con una mirada sensible y humana. En la forma en la que poco a poco van construyendo su vínculo entre la vulnerabilidad, la inocencia y la sospecha. Pero evitando una construcción dramática en torno al viaje. La película divaga, como lo hacen sus protagonistas en su viaje. Y sin entrar en los aspectos relacionados con su marginalidad. En cómo era vivir al margen de la sociedad, por voluntad o por obligación, en la América de aquella época. Bones and all es más sentimental que social. Su objetivo es mostrar el amor de juventud, romántico, inocente y apasionado de su pareja protagonista y obviar los aspectos derivados de la marginalidad. Y sin entrar en honduras acerca de su canibalismo. Y así, Bones and All se queda en una satisfactoria película sobre una pareja de caníbales enamorados obligados a vagar para sobrevivir. Algo que viniendo de Guadagnino sabe a muy poco.

Un couple, de Frederick Wiseman

A los 92 años y con casi 50 películas documentales a sus espaldas, el estadounidense afincado en Francia, Frederick Wiseman debuta en la ficción con Un Couple, basada en los diarios íntimos de Sophia Tolstoy y las cartas que se intercambiaron ella y su marido, Leo Tolstoy. Los Tolstoy fueron una pareja atípica. Estuvieron casados más de treinta años, tuvieron más de diez hijos y a pesar de vivir juntos, a menudo se escribían cartas el uno al otro. Además cada uno mantenía un diario. Este hecho ha dado lugar a que a día de hoy existan numerosas pruebas y testimonios directos de la naturaleza  de su relación. De los momentos álgidos y de las crisis, de las amargas discusiones y de las reconciliaciones apasionadas. A partir de este material Wiseman y Nathalie Boutefeu, quien es además su protagonista y única intérprete de la película, elaboraron un guión sobre la relación a lo largo de los años entre Leo y Sophie Tolstoy. Un monólogo sobre una relación sentimental de mediados del siglo XIX que plantea temas que a día de hoy siguen de plena actualidad.

Pero como era de esperar de Wiseman, Un Couple no es una ficción convencional. Si en su cine documental busca la verdad, su película de ficción es puro artificio. No solamente por el hecho de que a pesar de su título (una pareja) en sus escasos 64 minutos de duración, sólo aparezca en pantalla una persona. En los títulos de crédito de Un Couple figuran más guionistas que intérpretes. Sino porque el texto que se escucha no es más que la lectura interpretada por Nathalie Boutefeu de algunos extractos de los diarios de Sophie Tolstoy y de las cartas que se intercambiaron entre el matrimonio. A veces en primer plano, a veces en la distancia, perdida en los acantilados o los jardines en los que se rodó la película, a veces como voz en off. Entre árboles, flores, rocas y el mar. Con la mera compañía de los insectos que habitan en el jardín. Un cine declamado en un escenario compuesto por los acantilados y el jardín en los que se funde Sophie Tolstoy. Una especie de paraíso para disfrutar o sufrir, según el caso, en soledad. Rodeada de naturaleza, árboles, flores, rocas y el mar. 

Wiseman no busca relaciones entre las imágenes para hilvanar, referenciar o relacionar los textos. Ni siquiera el guión busca puentes para facilitar y hacer más fluida la transición de un extracto de texto al siguiente. El resultado es una película radical, contracorriente y única, pero también monótona, áspera y densa.

Athena, de Romain Gavras

Cada cierto tiempo el cine francés nos invita a visitar los suburbios de inmigrantes sobre todo magrebíes de las grandes ciudades galas y ser testigos de los enfrentamientos entre sus habitantes y las fuerzas de seguridad. A estas alturas existe ya casi un género cinematográfico que podríamos denominar el cine de banlieue. Sin explicar mucho más, todos los aficionados al cine sabemos a qué nos referimos. Desde el éxito de El odio de Mathieu Kassowitz en 1995. O los últimos años con la multipremiada Los Miserables de Ladj Ly (coguionista de Athena) en 2019 o la polémica BAC Nord: Brigada de investigación criminal de Cédric Jimenez en 2021. 

Atenea
6.6

La Athéna del título, no es la capital griega, origen de la democracia y capital cultural y del pensamiento de la antigüedad. Esta Athéna es uno de estos banlieues en los que viven los cuatro hermanos de la familia protagonista. Uno de ellos es policía. El más joven acaba de ser asesinado en un altercado con las fuerzas de seguridad. El siguiente poseído por los deseos de venganza encabeza las violentas protestas en contra del asesinato. Y el mayor aprovecha los tumultos para continuar con sus acciones criminales.

Athéna es una virguería técnica innegable. Rodada a base de largos e inmersivos planos secuencia que consiguen colocar al espectador en mitad de la acción. Un ejercicio de planificación sobresaliente en el que los distintos elementos van entrando en acción como si se tratara de una sinfonía de música clásica y con todo el dramatismo de una ópera. Pero con la rabia, la urgencia y la intensidad de la música urbana más actual. A lo largo de sus 97 minutos. Un ejercicio de cine en tiempo real arrollador e intenso.

Esta vez el enfrentamiento no es sólo entre las fuerzas de seguridad y los habitantes del barrio. En cada bando se muestran matices y los enfrentamientos no sólo ocurren entre los que se encuentran a uno y otro lado de la ley. También entre los que a pesar de estar en el mismo lado, tienen distintas visiones de la situación y de su solución. Pero Athéna, más allá de sus innegables méritos técnicos aporta poco a lo que ya han expuesto títulos anteriores del género, ni propone causas, ni vías de solución, ni nuevas miradas y plantea la duda de hasta qué punto es ético hacer un espectáculo como éste, por excelente que sea, basado en el drama de la vida en los banlieues aún candente y de plena actualidad. Si de alguna forma no se trata de una frivolización del sufrimiento de los desfavorecidos con objetivos puramente artísticos.