El director argentino Diego Lerman estuvo en San Sebastián compitiendo por la Concha de oro con Una especie de familia en 2017 (se alzó con el Gran Premio del jurado) y este año ha regresado con El suplente, una historia que se mueve en los márgenes de un género que es bien conocido por todos: el del profesor suplente (o nuevo) que se enfrenta a una clase problemática.
El suplente tiene todos los elementos del género. El protagonista, Lucio, un notable Juan Minujín, está frustrado porque él aspiraba a una cátedra universitaria, comienza con una visión muy idealista de su asignatura (literatura en este caso), se da de bruces con una clase que no le toma en serio ni a él ni a la materia, pero pronto hace conexión con un par de alumnos y a lo largo del curso los alumnos no serán los únicos que aprendan cosas, él mismo también lo hará. Lo dicho, nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, que una fórmula sea conocida no quiere decir que el resultado sea malo. Diego Lerman transita por estos lugares comunes con pulso y ofrece una interesante mirada sobre el lugar en el que transcurren. Nada demasiado profundo, pero si bien esbozado. Desde las diferentes posiciones de padres y profesores ante los problemas del colegio, a la persona de clase media que se queja de su situación sin ser consciente de que hay gente peor, a los tejemanejes políticos y las corruptelas que hay que aceptar para lograr ciertos objetivos.
A pesar de ciertos puntos grandilocuentes-“nadie se salva solo”- o almibarados -esa comparación final entre el alma y la literatura- Lerman consigue un relato que no cae en el maniqueísmo y sí que muestra ciertas contradicciones de los protagonistas y, por extensión, de nuestra sociedad. Hay metáforas poco sutiles para reflejar la desconexión de Lucio con el prójimo como una que implica un taladro, pero Lerman consigue que ese tipo de cosas funcionen y que también encajen todos los trucos y elementos de un relato y un género que ya conocemos. Sin alardes, ni sorpresas, pero con oficio.
En cierto momento de la película en las clases de literatura hablan del género policíaco y parece que Lerman se contagia de eso y vira la película hacia esos derroteros desdibujándose ligeramente. Resulta más interesante toda la trama familiar que rodea a Lucio, con su padre (Alfredo Castro), su exmujer (Barbara Lennie) y su hija (Renata Lerman, hija real del director). Además, es una pena tener a Castro y a Lennie y no aprovecharlos más.
Querida Bárbara Lennie
16/12/2016 - Ricardo Fernández7.5 Carta a Bárbara Lennie con motivo de su actuación en María (y los demás) Querida Bárbara Lennie. Te escribo esta carta sin conocerte, aunque con esa extraña sensación de familiaridad que se tiene con algunos actores tras muchos años de pasar (buenos) ratos “juntos”. Bien pensado, en realidad, tampoco han sido tantos años, ni […] Leer más