Thomas Salvador se confirma con su segundo largo como un autor con personalidad y mirada propia. En La montaña, igual que en Vincent, cuenta una historia íntima, a su ritmo, muy influida por el entorno, en la que poco a poco va apareciendo el elemento fantástico, de una forma natural. La montaña puede ser leída de varias maneras. Quien quiera puede quedarse con la historia de un hombre que no está contento con su vida y su trabajo, quizá por la habitual crisis de mediana edad tantas veces contada en el cine , y se siente fuertemente atraído por la vida de la montaña, por la libertad, por sentir la naturaleza y por vivir cada momento con belleza. Su tiempo pasará a ser el geológico, lejos de los efímeros informes y presentaciones.

El trabajo de Pierre no parece especialmente gris. El director no quiere hace trampa con eso. Nos muestra una presentación con un brazo robótico, que de entrada suena divertido. Pero como cualquier trabajo, está sometido a la vulgaridad del papeleo, de las agendas, de los grises protocolos humanos. La montaña le ofrece un paisaje increíble a cada momento, un reto, una supervivencia, que a Pierre le seduce más que tratar con gente que no le interesa. Hasta aquí, y sobre todo si le sumamos una sencilla historia de amor, podríamos tener una película completa. Pero Salvador quiere ir más allá, hay más película, más dimensiones. Crea un misterio, asociando esa atracción de la montaña a algo más, a algo mágico, extraño. Algo que tiene un silencio y una fisicidad que atrapa al espectador que no sabe muy bien qué ser extraño está viendo. Una magia poética que le da otra dimensión a la película al mismo tiempo que refuerza el otro contenido. Nos lleva a una historia de misterio fantástico pero al mismo tiempo nos refuerza la alegoría de la atracción instintiva. ¿Por qué nos atrae la montaña? O el mar, o el desierto o lo que sea que le seduzca a cada uno. Son impulsos escondidos en lo más recóndito de la mente que probablemente responden a incentivos evolutivos olvidados hace milenios, pero siguen ahí. Ocurre exactamente igual que con el arte, por mucho que nos empeñemos en explicar racionalmente cada uno de sus atributos. ¿Por qué nos atrae ese cuadro o esa melodía o esa película? Exactamente por la misma razón que a Pierre le seduce la montaña. Y es ese misterio el que lo eleva a arte.

Un hombre intentando comprender su naturaleza

La montaña apenas necesita diálogos. Uno podría ver la película sin subtítulos y sin entender ni papa de francés y saldría comprendiendo con detalle todo lo que ha visto. Porque está muy bien contada visualmente. Con paciencia y eligiendo antes el lenguaje puramente cinematográfico que cualquier explicación dialogada. Si para Pierre es un viaje a los orígenes naturales, para nosotros los espectadores, es un viaje a los orígenes del cine, donde las imágenes narran, te deleitan, te relajan, te emocionan. Tiene su propio ritmo, pausado y sin prisa, porque a veces hay que bajarse del tren, respirar y mirar el maravilloso paisaje que tenemos a nuestro alrededor. A veces, en cine, hay que adentrarse por las laderas escarpadas, porque con un poco de paciencia podemos descubrir un secreto deslumbrante. La montaña parece una película sencilla, en el buen sentido, y quizá lo sea, pero en muchos aspectos es radical.

The Mountain

Media Flipesci:
7.4
Título original:
Director:
Rick Alverson
Actores:
Tye Sheridan, Jeff Goldblum, Hannah Gross, Denis Lavant, Udo Kier, Annemarie Lawless, Eleonore Hendricks, Margot Klein, Amy Stiller