Blue Jean, el debut cinematográfico de la directora británica Georgia Oakley, nos transporta a la opresiva era de Margaret Thatcher y la lucha de una mujer lesbiana en un mundo dominado por la homofobia. La película, estrenada en Venecia en 2022, narra la vida de Jean (interpretada por la casi desconocida Rosy McEwen), una profesora de educación física en Tyneside, un colegio de Newcastle. Al principio Jean simplemente parece más moderna que el resto, con su sonrisa y su juvenil corte de pelo rubio, parece que no termina de encajar con el ambiente del colegio. Enseguida descubrimos que es lesbiana, la más reservada del grupo de otras lesbianas con las que sale. y que va a tener que lidiar con las restricciones impuestas por la infame Sección 28 que promulgo en 1988 el gobierno de Margaret Thatcher. Una cláusula homofóbica que impedía a los profesores promover la aceptación de la homosexualidad como relación familiar aceptable dentro de la educación. Esta ley que asumía implícitamente que los homosexuales eran peligrosos para los niños y asociaba homosexualidad con pedofilia estuvo vigente hasta 2003.
Oakley utiliza elementos aparentemente nimios, como programas de televisión populares en la época, para exponer cómo la sociedad se veía bombardeada por mensajes homófobos y machistas. Es el caso de ‘Blind Dates’ de Cilla Black (una especie de concurso de citas a ciegas, predecesor de nuestro First Dates) que muestra micromachismos en la actitud y comportamiento que los hombres esperan de las mujeres con las que se encuentran (exactamente igual que First Dates). Con este tipo de detalles, las noticias en la radio, los comentarios de los demás profesores o familiares, Oakley nos introduce de lleno en la alienación que las minorías pueden llegar a sentir en situaciones cotidianas.
Blue Jean muestra como esos pequeños detalles con los que nos bombardean desde los medios de comunicación ayudan a construir un relato, una idea, un concepto, que cala en la sociedad. Del mismo modo, Oakley construye su película a partir de pequeños detalles que, en conjunto, crean un relato coherente y conmovedor. La elección de vesturio no solo sirve para ambientar la película en una época, también, sirve para definir la actitud y el estado de ánimo de los personajes -es clave la única vez que Jean se pone un vestido-, exactamente igual con la música de Chris Roe y la selección musical. Tampoco es casual que sea profesora de educación física; el contacto y la fisicidad que conlleva la práctica del netball y la presencia de la profesora en el vestuario, se perciben como un peligro, una amenaza. Nos hace entender el cansancio y el desgaste que la amenaza de la homofobia en la sociedad y las instituciones suponen para Jean y para las personas como Jean. Todos esos pequeños elementos, sin ser parte de una gran trama heroica, ayudan a construir el relato de la película y aportan profundidad a la experiencia de Jean y su entorno.
La fotografía, a cargo de Victor Seguin, nos presentan una paleta de colores suaves y pasteles, donde el azul degradado y suave predomina en clara referencia al título de la película, Blue Jean, que a su vez se refiere a la expresión anglosajona feeling blue (sentirse triste), el estado de ánimo de Jean. A pesar de que poco a poco se va construyendo una atmósfera amenazadora, Oakley deja libre a Jean en varios momentos, cuando se puede quitar la careta y disfrutar junto a Liv (Kerrie Hayes), su pareja. Esos momentos más felices o los que se siente liberada, se ven realzados con un sutiles toques de rojo que dan calidez a la azulada fotografía.
El guión de Oakley aborda las complejidades morales y decisiones difíciles que enfrentan los personajes. Rosy McEwen construye su personaje desde la contención con un trabajo magnífico respaldado por sus también brillantes compañeras de reparto Kerrie Hayes y Lucy Halliday (como una alumna de Jean). Lejos de buscar personajes heróicos, grandes gestas, discursos brillantes o conmovedoras escenas de redención, Oakley se preocupa de representar una época y un estado de ánimo para que comprendamos el porqué de su tristeza, de su comportamiento y perdonemos los errores que puedan cometer los personajes de la película.
La película nos recuerda la tristemente célebre frase que Thatcher pronunció en la Conferencia del Partido Conservador en 1987 en Gran Bretaña: “Los niños que necesitan ser enseñados a respetar los valores morales tradicionales están siendo enseñados que tienen un derecho inalienable a ser gay”. A pesar de los años transcurridos, la lucha contra la discriminación y la intolerancia sigue siendo relevante hoy en día. Blue Jean es un recordatorio de cómo la vida cotidiana y la cultura pueden verse afectadas por políticas hostiles. Como esos discursos generan dolor y tristeza a gente que, sí, tiene un derecho inalienable a ser cómo es. Esa maldita frase ha permanecido como un legado y no está alejada de barbaridades similares que escuchamos hoy a políticos de VOX, Le Pen, Meloni, Putin o muchas personas obsesionadas con la tiranía de lo woke. Han pasado más de tres décadas y todavía escuchamos cosas así o se aprueban leyes como el Don’t Say Gay de Florida. ¿De verdad no hemos aprendido nada?