Reseña de Las cuatro hijas, de Karouther Ben Hania
Las cuatro hijas, dirigida por la tunecina Kaouther Ben Hania, es una original representación de un drama familiar real que podría etiquetarse como un docudrama experimental. Aunque es una arriesgada propuesta que puede tener ciertas inconsistencias, también se logran momentos suficientemente poderosos como para compensar esos problemas.
La película se sumerge en la vida de Olfa Hamrouni, una madre tunecina cuya vida cambia drásticamente cuando dos de sus cuatro hijas se unen al Estado Islámico. Para representar esto hay una mezcla de actores y personas reales que desdibujan las líneas entre la realidad y la dramatización. Lo que vemos es una especie de rodaje de una película sobre el tema, con las charlas que tienen las actrices con las personas que van a interpretar o sus parientes cercanos para poder preparar sus papeles. Un punto de partida que se podría asemejar a May December, pero mucho más radical y con las fronteras entre la ficción y la realidad mucho más difusas. Los roles de las hijas desaparecidas, Rahma y Ghofrane, están interpretados por las actrices Nour Karoui y Ichraq Matar, pero las hermanas pequeñas, Eya y Tayssir, se interpretan a sí mismas. Olfa, la madre, a veces será interpretada por sí misma y otras por la actriz Hend Sabri. Todos los personajes masculinos están interpretados por el mismo actor, Majd Mastoura, una decisión que recuerda, también en el simbolismo, a Men de Alex Garland. Ben Hania, por su parte, no aparece ante la cámara; pero si interviene en conversaciones y su presencia se aprecia casi constantemente.
Todo esto puede parecer confuso al principio, y en gran medida lo es. Sin embargo, esta confusión inicial se va transformando en algo muy interesante a medida que los actores y las personas reales interactúan en la misma escena, recreando recuerdos y explorando la dinámica familiar rota. La película pasa de ser un relato a ser una terapia de Olfa y sus dos hijas pequeñas. Como en todas las terapias hay momentos de catarsis y roturas emocionales.
Esta técnica que utiliza Ben Hania no revela todas las respuestas de cómo y por qué las hijas de Olfa se radicalizaron; pero logra humanizar un relato que, a menudo, se ve reducido a titulares en las noticias. Se exploran temas como el patriarcado y el machismo, el control y la rebeldía (tanto a nivel familiar como institucional o social), la religión y el extremismo, el perdón, la brecha generacional o la herencia cultural. Todo ello a partir de conversaciones y confesiones a cámara de las tres protagonistas. Hablan sobre los recuerdos, sobre que les produce volver a ver recreadas situaciones que vivieron o ver a las actrices caracterizadas como las jóvenes ausentes. Testimonios a veces divertidos, la mayor parte dolorosos y a veces contradictorios.
La película presenta desafíos éticos y momentos incómodos que se intercalan con momentos de alegría y empoderamiento. Olfa puede ser a la vez víctima y culpable, adorable o despreciable. Ella es la juez más dura a la hora de juzgarse a si misma. Eso sí, dirigida y presionada por Ben Hania que conduce la conversación y presiona hasta tocar donde duele. Más terapia que relato, decíamos. La franqueza y la confrontación emocional son palpables a lo largo del metraje y se convierten en una de las principales fortalezas de la película, aunque también es cierto que pueden resultar incómodas y cuestionables para algunos espectadores.
Las cuatro hijas es un film valiente y emotivo que, a pesar de tener un enfoque que dista de ser perfecto, es una poderosa y original forma de enfocar el relato de una tragedia y explorar sus consecuencias y cicatrices.