Iñaki Ortiz GascónUn viaje en primavera es una película sencilla. La hemos visto en la sección oficial del Festival de San Sebastián. Una historia más o menos habitual de una pareja de ancianos, con sus discusiones cascarrabias pero sobre todo, con una necesidad mutua de fondo que los mantiene unidos, como “compañeros”. Hijos emancipados lejos sin demasiado interés en darles nietos, con un estilo de vida que ha cambiado notablemente en las últimas décadas. Una brecha generacional brutal. La necesidad que hay entre ellos, como salvavidas al que aferrarse en una deriva solitaria, se manifiesta ante el fallecimiento de ella y que se traduce en una respuesta inusual de él. Tampoco es que esto último tenga después demasiada relevancia a nivel de trama. Es, como digo, una película sencilla que no pretende ir más allá de mostrar honestamente el sufrimiento del protagonista y su soledad en el mundo. También mostrar cómo evoluciona la sociedad, las diferencias entre el entorno rural y las ciudades, entre la gente mayor y los jóvenes. Lo viejo y lo nuevo, y los problemas de conjugarlo. Y a un nivel más existencial, la vida y la muerte.
Una mezcla de estética urbana, más bien feísta, con mucho trasto viejo -como ellos- y cierta precariedad; con unos paisajes atractivos, con la importancia de la cascada y el entorno rural. Todo ejecutado bastante con el piloto automático, cine fórmula de festival, por la manera de rodar, la textura, el ritmo y el tono. Se trata del primer largometraje de Peng Tzu-Hui y Ping-Wen Wang y, en general, han tirado de manual de estilo de cine social chino. Aunque la película es taiwanesa, sin entrar en más disquisiciones, diría que cinematográficamente el estilo y los temas son puramente chinos. Una película que llega muy justita a los escasos 90 minutos de metraje que tiene, pero de la que se agradece su honestidad y sencillez.
Defecto o estilo
Y aquí llega la nota graciosa, típica del día a día de un festival. La proyección tenía unas tenues líneas rojas a la izquierda y una especie de bug en los extremos de arriba y abajo. Yo lo he achacado sin darle mayor importancia a un problema de proyección, y de igual manera mis compañeros, pero en otro pase y otra sala, por lo que al poner en común la cuestión hemos llegado a la conclusión de que estaba hecho queriendo. Asumiremos por tanto -no del todo convencido- que era parte de la propuesta estética de la película. Si así lo era, se trata de algo suficientemente discreto y poco llamativo como para ser confundido con un error. Si te vas a salir del contorno al pintar, más te vale salirte con ganas o simplemente parecerá un error. Ahí está el nivel de la transgresión estética, que además contrasta con un estilo muy convencional. Si finalmente era un error de la copia, que me perdonen los directores. ¿Defecto o estilo?
