Reseña de Oh Canada, de Paul Schrader
Resulta duro escribir sobre una película que encuentras fallida. Sobre todo cuando viene de un cineasta como Paul Schrader que en los últimos años nos ha brindado películas como El maestro jardinero (2022), El contador de cartas (2021) o El reverendo (2017), por no hablar de clásicos como Mishima (1985) o los guiones de Taxi Driver (1976) o Toro Salvaje (1980). Sin embargo su última película Oh Canada, presentada este año a concurso en el Festival de Cannes, me ofrece muy poco a lo que agarrarme.
Oh Canada cuenta la historia de Leonard Fife (Richard Gere) un famoso documentalista canadiense que, enfermo terminal, concede una última entrevista a uno de sus antiguos alumnos (Michael Imperioli) y ahora también famoso y premiado documentalista. La idea de Leonard es hacer una última confesión sobre su vida para que su mujer Emma (Uma Thurman) conozca toda la verdad sobre su vida. En ese relato del pasado el personaje de Leonard está interpretado por Jacob Elordi la mayor parte del tiempo porque a veces, dentro de una misma secuencia, es el propio Richard Gere caracterizado de joven. Esto es algo confuso, una confusión que se supone deliberada y que aumenta al mezclar líneas temporales, poner a Uma Thurman en dos papeles y desplazar constantemente el foco narrativo de la voz en off. Se entiende que esta es una confusión buscada para tratar de reflejar la embarullada mente de una persona enferma a la que no dejan de decirle que delira, que la medicina le hace mezclar cosas y que lo que cuenta no es cierto.
El padre jugaba a algo parecido, pero en aquella película la idea de lo que quería contar era clara. Esa confusión era la esencia misma de la película, en Oh Canada el problema es que con mucha grandilocuencia se tocan grandes temas como la verdad, el legado, la memoria, la culpa o la redención, pero de una manera tan superficial y, una vez más, confusa, que no queda muy claro cuál es el mensaje de Leonard o sus intenciones. ¿Qué ha querido contar Paul Schrader con esta película? Quien esto escribe reconoce que no lo tiene nada claro.
Los actores, precisamente por eso, no brillan demasiado. Richard Gere es el que más posibilidades tiene cuando interpreta al Leonard actual porque tiene algo de material con el que trabajar, aunque parezca un error de casting seleccionarle para interpretar a un hombre de 80 años. Uma Thurman, Michael Imperioli, Jacob Elordi y el resto del elenco apenas tienen arco dramático o contexto al que agarrarse. De hecho, sus comportamientos son bastante arbitrarios.
Paul Schrader, alguien con una gran consciencia de su propia grandeza que no duda en situar sus propias películas en sus listas de lo mejor del año o afirmar que él cambió el cine, no tiene problemas de ambición. Y una vez más ha apostado alto, ha tratado de tocar grandes temas, de abarcar mucho; pero el resultado está muy por debajo de su ambición y también de su talento.