Después de X y Pearl, Ti West termina su trilogía a lo grande con una película visceral, cañera, loca y con el carisma de Mia Goth al máximo. Una entrega que conecta especialmente con la primera volviendo a centrar el tema en la evolución de cine de terror. De los setenta pasamos a los ochenta y, como ocurría con la industria del porno en Boogie Nights, las cosas han cambiado bastante.
Al escribir sobre X hice especial hincapié en el legado Psicosis. La matanza de Texas sería la que más se ajustaba a su estructura y contenido (cuando en Maxxxine se hace referencia a los hechos de X a través de un titular, se menciona explícitamente a La matanza de Texas con un juego de palabras), y es desde luego la referencia más comentada por la crítica, pero había varios homenajes visuales a la película de Hitchcock en X. El personaje que tiene el papel de director era deudor de todo lo que había resultado de aquella obra absolutamente rupturista que fue Psicosis. Su influencia en el giallo y posteriormente el slasher es esencial. X jugaba al subgénero del slasher y Maxxxine es un gialo de manual, con especial influencia de El pájaro de las plumas de cristal, de Dario Argento (ese villano con guantes de cuero negro). También nos puede recordar a la manera americana de afrontar el giallo de Brian de Palma en Vestida para matar.
Maxxxine nos muestra un cambio en la industria. Si en X teníamos a unos cineastas amateurs, unos chavales muy vocacionales que están locos por el terror, en esta vemos una mercantilización de la serie B. Ahora da dinero. La protagonista lo pregunta claramente: estrellas que vengan del cine de terror. Jamie Lee Curtis, Brooke Shields… Lo que antes era un grupo de aficionados ilusionados con una cámara, ahora es un subgénero absorbido por los estudios. Hay posibilidades de acabar siendo una estrella. Se ha rodado ya la secuela de Psicosis; el motel Bates y la casa de su madre forman parte de los escenarios de la Universal. Por cierto, Universal tiene los derechos internacionales de Maxxxine (en USA la distribuye la propia productora, A24). La casa de Norman Bates ya no es solo una influencia artistica, se ha convertido en un activo, un icono. Se utiliza no como una casa de aspecto terrorífica sino como un objeto de culto cinematográfico. Igual que todo lo que vemos en la última entrega de Alien, Alien:Romulus; o en la última trilogía de Star Wars, o en la secuela de Blade Runner. No son objetos con valor dentro de la ficción, son fetiches cinéfilos. Y aunque hoy en día se haya llevado al extremo, todo eso empieza en los ochenta.
En los ochenta llega la era dorada de las secuelas, el merchandising, los iconos. Eso a nivel mercantil. A nivel artístico toma fuerza el posmodernismo, el remix, la metanarrativa, la intertextualidad, la ultraviolencia. Maxxxine habla de todo eso y es todo eso. Los decorados de cartón piedra marcan el género. Por ejemplo, en el escenario del western vemos un enfrentamiento de duelo entre la protagonista y el detestable a la par que maravilloso personaje de Kevin Bacon. Darle un papel a Kevin Bacon en 2024 ya es en sí mismo posmodernismo. En todo caso, está impecable. Que sea el escenario, el trampantojo, la forma, el género, el que moldee la historia es un buen resumen de la filmografía de Ti West y de su filosofía como cineasta.
En un momento de la película vemos como Maxine pisa la estrella de la fama de Theda Bara. La idea es emparentarla con la primera femme fatal del cine mudo -que ya está referenciada de alguna manera en las dos anteriores entregas- pero también se puede ver como una ruptura con el clasicismo. Hay otra escena que apoya esta interpretación: el atacante que sale malparado, por decirlo suavemente, está caracterizado como Buster Keaton. Con su descaro, Maxine aplasta sin pudor lo que sea para ser la nueava gran estrella.
No son los ochenta, es el cine de los ochenta
Ti West no ambienta épocas, ambienta cinematografías. Así que cambia su estilo considerablemente. Mantiene algunas claves. Por ejemplo, el sobreencuadre con el que ha iniciado las dos anteriores entregas también está en esta. Si en aquellas era la puerta del establo de la casa donde ocurren los hechos, ahora es un gran portón de los estudios, donde la protagonista va a hacer el casting, porque ahora los hechos ocurren en la mentira de Hollywood. En ese Hollywood mágico, que vive en las piscinas de las colinas, que recuerda a Mulholland Drive o a Under the Silver Lake. En esos estudios que podrían ser un parque temático de los grandes mitos del siglo XX.
El sobreencuadre inicial vuelve a ser una invitación para jugar con los escopes. Si en X eran principalmente dos, el de la propia película y el de la película porno que ruedan; aquí todo es mucho más loco y los formatos y texturas se suceden. Ocasionalmente juega con los defectos del VHS sin caer en la parodia. La escena del casting también sirve para conectar con Pearl: si en aquella fue muy celebrado el tour de force final de Mia Goth con un primer plano de larga duración cargado de emociones, algo parecido es lo que utiliza Maxine -Mia Goth en definitiva- para convencer a la directora. Una misma acción, la interpretación, funciona dentro y fuera de la trama. Tenemos nueva reina del grito.
El montaje es otro aspecto en el que hay un cambio notable, lo que tiene especial mérito teniendo en cuenta que él es el montador. Ya comenté en el texto sobre X que el montaje era atrevido, pero lo es al estilo en el que podía serlo en los 70. Algo experimental y muy centrado en una significación concreta. Pienso en películas como Amenaza en la sombra (la secuencia del sexo). Ese tipo de experimentación justificada para su objetivo es la que trabajaba West en X. Sin embargo, el montaje de Maxxxine es un fin por sí mismo -de nuevo posmodernista- y como ya era más habitual en los ochenta, tenemos un montaje frenético que le da un ritmo espléndido a la película. Otra signo de los tiempos son los efectos especiales. Además de aplicarlos, aparecen en la escena del molde facial, con una idea como la de Sofia Coppola en Somewhere pero orientada al terror en vez de al drama. Los efectos especiales son esenciales en el cine de terror de los 80 y en esa secuencia se consigue que generen terror no solo por su presencia -la imagen embadurnada tiene un aspecto fantasmagórico- sino por su participación dentro de la propia trama -por la manera que le ocultan la visión- consiguiendo de nuevo una dualidad entre ficción y creación cinematográfica.
Cine de género sin complejos
Más allá de homenajes y de contexto de la industria del cine de terror, Maxxxine es ante todo una película divertida, contundente, que salpica, que huele, que duele. Aunque habla de muchas cosas no cae en la intelectualización excesiva, es una peli de género. Un disfrute y una reivindicación del cine de género que no está reñido con el valor artístico, al contrario. El personaje del director en X estaba rodando una simple película porno y sin embargo, ponía todo su empeño creativo y su conocimiento en ello. La directora que aparece en Maxxxine, elegantemente interpretada por Elisabeth Debicki, sabe que está haciendo una secuela de serie B de terror, pero tiene la ambicion de dejar su impronta, de demostrar -según sus palabras- que la obra puede ser algo más eso. Por supuesto que hay que dar al público lo que ha ido a buscar, el sexo y las vísceras, pero de paso puede llevarse algo más. Ni que decir tiene que West se refleja en ambos directores.
Y el resultado es como el público desea, violento y sexy, como una película de Verhoeven, con una de esas sociedades salvajes que le gustaba retratar a él, ultraindividualistas, propias de la era Reagan que también aparece en televisión. Podría ser un escenario previo a su Robocop, o incluso al oscuro y cruel Robocop 2 que escribió Frank Miller. O a la propia Sin City, ya que citamos al autor. Es todo ese mundo que mercadea con la sexualidad, y aquí volvemos a Brian de Palma, porque toda la película está impregnada de él, a películas como Doble Cuerpo. Pura caricatura del neoliberalismo. Aquí todo el mundo va a lo suyo. Los personajes son unos supervivientes del sistema. Y lo son a costa de no cargar con nadie más. El trabajo es lo primero, haz lo que sea para solucionar tus problemas personales; lo dice la directora. No hay otra opción que dejar el pasado atrás, no tener ataduras y no apostar por la comunidad sino por el éxito propio. Maxine lo sabe muy bien porque ella es, literalmente, una superviviente. Ha llegado hasta aquí matando y asumiendo la pérdida de sus compañeros, de su comunidad, la última superviviente. Lo que en la tradición del slasher se llama final girl.