Tras sus cortos La voz humana protagonizado por Tilda Swinton y Extraña forma de vida por Ethan Hawke y Pedro Pascal, llegó por fin el esperado debut de Pedro Almodóvar en un largo dialogado en inglés, La habitación de al lado, la adaptación al cine de la novela Cuál es tu tormento de la estadounidense Sigrid Nunez, protagonizada por unas magníficas Tilda Swinton y Julianne Moore.
La habitación de al lado cuenta la reunión de Ingrid (Julianne Moore) y Martha (Tilda Swinton) dos periodistas que se conocieron hace muchos años trabajando en la misma revista, aunque finalmente la vida las separó e Ingrid acabó convirtiéndose en escritora de libros de autoficción y Martha en reportera de guerra. Después de muchos años, vuelven a encontrarse en Nueva York en una situación extrema y volverán a compartir un último proyecto en común: por petición de Martha, una escapada juntas y solas a una casa en el bosque justo antes de que la muerte de Martha que padece un cáncer terminal se lo impida. Sin más. No para que la cuide. No por una relación romántica. No para colaborar en un proyecto literario juntas. Simplemente para que la acompañe.
La habitación de al lado habla sobre la muerte. Pero es luminosa. No es lúgubre o macabra. Reflexiona sobre ella. E invita al espectador a hacerlo. Mediante la forma en la que dos personas muy distintas, con situaciones personales diferentes y vidas dispares se relacionan con ella. Primero en Nueva York. En el hospital en la que Martha recibe el tratamiento. Y en el apartamento en el que vive. Más tarde en la casa en el bosque a la que escapan las dos juntas. Una especie de limbo, de fase intermedia entre el mundo de los vivos y el de la muerte. No es casual que por dos veces adquiera un protagonismo destacado el relato Los muertos de James Joyce o que sus protagonistas decidan ver Dublineses, su magistral adaptación al cine que fue la última película dirigida por John Huston.
A pesar de estar ambientada en Nueva York y estar dialogada en inglés, en La habitación de al lado se reconocen muchos de los elementos característicos del cine de Almodóvar. Los que hacen que sus fans lo adoren y sus detractores no lo soporten. Es un melodrama contenido y sobrio. Como viene siendo habitual en su cine más reciente, con una puesta en escena y una planificación austera, sencilla y natural, especialmente en los espacios neoyorquinos. Aunque los salones, las cocinas, las habitaciones – incluso las de hospital –, o la casa de alquiler sigan luciendo como recién salidos de una revista de decoración editada por el propio Almodóvar. Todos los espacios siguen luciendo no como si pertenecieran a sus personajes y a sus vidas, sino a una película de Almodóvar. Ese es su estilo. Aunque haya algunos momentos en la cabaña del bosque en los que la puesta en escena dote a sus imágenes de un aspecto casi fantasmagórico o un simple contrapicado a una puerta roja sea suficiente para generar tensión e incertidumbre. Pero en La habitación de al lado Almodóvar parece querer poner el foco sobre todo en el texto, en los diálogos, en las interpretaciones de sus actrices, en el juego plano-contraplano y en las frases de Martha y las reacciones de Ingrid. Y viceversa. Incluso la banda sonora, otra vez de Alberto Iglesias, a pesar de estar muy presente, no llega a ser tan intrusiva como suele ser habitual.
En un conjunto en general tan sobrio y contenido llama la atención la inclusión de unos flashbacks que por un lado, son dramática y narrativamente innecesarios y por otro, desentonan con el resto de la película por la forma en la que están rodados e interpretados y lastran el arranque de la película. Y como ya viene siendo habitual en el último cine de Almodóvar, en una película que habla sobre la muerte, sobre la eutanasia y sobre el derecho a una muerte digna, además encuentran espacio comentarios acerca de la crisis climática, el auge de la extrema derecha y el peligro de su conjunción con el neoliberalismo. Y por muy de acuerdo que uno pueda estar con su mensaje, su inclusión resulta forzada, impostada y poco natural.