Tras explorar las barreras físicas y emocionales de una boxeadora sorda en Small, Slow But Steady (2022) y retratar con sensibilidad el día a día de dos jóvenes lidiando con trastorno disfórico premenstrual ella y trastornos de ansiedad y salud mental él en All the Long Nights (2024), Sho Miyake firma su obra más metacinematográfica y ambiciosa hasta la fecha. Two Seasons, Two Strangers, ganadora del Leopardo de Oro en Locarno, es una adaptación libre de dos mangas de Yoshiharu Tsuge hilados con maestría a través de una estructura de muñeca rusa que hace del proceso creativo el verdadero corazón del relato y se ha presentado en la sección Zabaltegi – Tabakalera del Zinemaldi.
La película arranca con una mujer tomando notas sobre la posible apertura de un guion. Lo siguiente que vemos es esa escena escrita desarrollándose ante nuestros ojos. Así nace Two Seasons, Two Strangers, el film dentro del film, protagonizado por Nagisa, una joven que pasa el verano en una ciudad costera. Allí descubre relatos locales, historias familiares y una conexión inesperada con Natsuo, un chico que le habla de su infancia frente al mar. Miyake juega con esta estructura de relatos contenidos dentro de otros relatos, tanto en lo visual, como en lo emocional, convirtiendo a sus personajes en espectadores de sus propias historias, hasta que, de pronto, da un giro narrativo: la protagonista ahora es Li, la guionista del relato. Con este juego metacinematográfico, por el oficio de su protagonista y por el foco en la relación entre los personajes, por momentos, Two Seasons, Two Strangers recuerda al cine de Hong Sang-soo, a una versión japonesa del cine del director coreano, más refinada y depurada, más reflexiva y calmada. Y con menos alcohol.

Li, interpretada con contención por Shim Eun-kyung, atraviesa una crisis de creatividad y autoestima. Se siente más cómoda adaptando historias de otros que escribiendo las suyas propias desde cero. Decide retirarse a las montañas en busca de inspiración y el único lugar disponible es una vieja posada regentada por Benzo (Shinichi Tsutsumi), un hombre hosco, atrapado en su rutina. Al principio su convivencia no es fácil, pero entre ellos se establece una conexión tenue pero significativa, alimentada precisamente por la conciencia compartida de lo difícil que es vivir con otros, entenderlos y convivir. Miyake no necesita subrayar nada: deja que los silencios, los gestos y el paisaje hablen por ellos mismos mientras se apoya en la fotografía de Yuta Tsukinaga que captura el contraste entre los paisajes del litoral marítimo veraniego, las montañas nevadas en invierno y los cálidos interiores de la posada de Benzo.
Con gran delicadeza, sensibilidad y humanismo, el director entrelaza el arte de escribir con las relaciones humanas. La belleza de Two Seasons, Two Strangers radica en su capacidad de mostrar un lugar y un tiempo en el que dos extraños se encuentran, de tejer realidad y ficción, pasado y presente en un mismo hilo narrativo. Es una película sobre contar historias y sobre cómo las historias que contamos nos definen a nosotros mismos.