La mirada de un puma iluminada en la noche. La mirada de un fotógrafo devorando a su presa con los ojos. The Neon Demon nos habla de depredadores, de instintos violentos y primordiales. No hace falta ver una escena de agresión sexual -aunque alguna se nos sugiere en off- para sentir la cultura de la violación en el ambiente. La mirada del fotógrafo en la oscuridad, sobre ese cuerpo ensangrentado, herido por el cuello, donde un animal salvaje habría dado el golpe de gracia, es tan elocuente como la escena de violación más explícita.
Los depredadores buscan comerse a su víctima. Los violadores quieren sexo. Ambas cosas, comer y violar, están íntimamente relacionadas en la película, hasta el extremo. El puma, el fotógrafo. Todos forman parte de unas pulsiones similares, casi vampíricas -hay algún momento en el que el pelo se retira para dejar el apetitoso cuello al descubierto, dispuesto para el vampiro, para el puma, para el fotógrafo. Ese mundo de la moda es el mercado de la carne.
La presa
La protagonista,Elle Fanning, es capaz de convencernos de que es una magnética belleza que supera con creces a las mejores modelos. Y para ello no basta con su belleza natural, sino que consigue transmitir una atracción especial con sus gestos, con su mirada. Se señala en varias ocasiones su inocencia -en definitiva, su virginidad- y se destaca con tonos rosáceos, suaves, tanto en la luz, como en el vestido como en el maquillaje. Pero sobre todo la candidez de sus gestos, su mirada y su sonrisa. Carne jugosa. En un momento se refieren a ella como “hard candy”. Es la presa inocente sobre la que acechan todos los depredadores adultos. Algunos quieren devorarla para romper esa inocencia; otros, otras, quieren absorber la belleza de su inocencia, su juventud. Es la caperucita inocente rodeada de lobos feroces, rodeada de depredadores.
Pero también, las dulces sonrisas y las miradas a la deriva, en el momento preciso se tornan en seguridad en sí misma, en saberse bella, en sentir que tiene el poder de volver locos a unos y en ser la envidia de otras. Es esa seguridad, que aparece en momentos precisos, la que hace que Fanning resulte convincente y funcione seduciendo, no solo a los personajes sino también al espectador. Por supuesto, hay mucho trabajo de Nicolas Winding Refn, que la mima y hace que la cámara se enamore de ella.
La imagen
The Neon Demon es una película sobre el mundo de la moda, pero de forma general, lo es sobre el mundo de la imagen, de la sacralización de la belleza. “La belleza no es lo más importante, es lo único”. La protagonista, además de ser una presa codiciada y ser tratada como tal, es la mismo tiempo, y de forma ambivalente, una diosa -muy claro en la escena de la piscina, donde se le adora desde abajo. En la película vemos la crueldad y el vacío del mundo de la imagen, un mundo de instintos primarios, la jungla. Para ello, Refn se esfuerza en convertir su película en aquello mismo que está describiendo. The Neon Demon es esteticista hasta el extremo -hay algunas escenas que son casi abstractas. Y esas imágenes tienen algo de frío, de cortantes, de escalofrío. En parte nos convierte en ese depredador que mira hipnotizado a su presa. Tonos exagerados, rojos violentos contra neones violeta sin alma. Muchos de los planos de la película podrían ser una portada de revista de moda, sin vida. Esto, unido a la presencia constante de depredadores, genera una sensación de malestar, de inquietud. Es una belleza a veces horrible, una delicia asquerosa. Esta sensación contrastada es constante en la película, aunque quizá la escena de necrofilia, acompañada de imágenes de fantasía sexual, sea el caso más representativo. La muerte y el deseo. El cuerpo macabro y sin vida; y la imagen idealizada de la diosa.
Curiosamente, o quizá no tanto, para conseguir esta idea, Refn se rodea de mujeres. Escribe el guión junto con Mary Laws y Polly Stenham. En cuanto a la fotografía, algo que aquí tiene verdadero protagonismo, está dirigida por Natasha Brier. Saben captar ese terror de la mirada lasciva constante, de la oscuridad de un motel peligroso, de la vulnerabilidad ante el trato vigoroso de un hombre. El miedo a los depredadores.Otra clave muy importante es la banda sonora de Cliff Martínez, que se llevó premio en Cannes, con razón. Fría, siniestra, afilada, nocturna, estética y con un punto oscuramente sexy. Es como un vodka con red bull, como el speed, como las luces de neón que llenan la película. Todo esto orquestado por un Winding Refn a quién se le intuye malicioso, sonriendo con la mirada fija tras la cámara, como sus personajes. Que se divierte provocando pero que además, tiene un control absoluto sobre la forma. Movimientos de travelling que solo duran una segundo, para aportar dinamismo; composiciones imaginativas, y un cuidado por la estética que es aquí parte del mensaje.
The Neon Demon es el caso claro de una obra que se convierte en lo que señala. Como Showgirls -con quien mantiene varias similitudes argumentales- era una obra chabacana de excesos sexuales burdos. La de Refn es la sublimación del deseo sexual -no necesariamente la belleza. Por supuesto que esto es una cuestión ética discutible, y quizá esa ambigüedad sea la verdadera baza de este tipo de propuestas.