Entrevista a Denis Itxaso
Quedé con Denis Itxaso, Diputado de Cultura, Turismo, Juventud y Deportes en la Diputación Foral de Gipuzkoa, para que me contase cuál es la política cultural de la Diputación. Comenzó por definir las competencias que la Diputación tiene definidas en materia de patrimonio y explicando que también tienen capacidad de mejora de las competencias que tienen ya asignadas Gobierno Vasco y ayuntamientos. Después de eso nos centramos en el siguiente paso que están tratando de lograr: tener una política cultural propia que gire en torno al eje de fomentar el talento. A partir de ahí la conversación se extendió por diferentes caminos de la actualidad, como el turismo, la protección de edificios históricos, las maneras de hacer política y muchas más cosas.
Fomentar el talento
¿Cuál es la línea de la política cultural de la Diputación?
El fomento del talento, eso quiere decir dar formación a quienes están mostrando interés, tienen una base y están buscando la excelencia. Nos hemos metido en el campo de la música y las artes escénicas en el Circuito Katapulta, en el mundo de la literatura a través de talleres de creación literaria, con el tema de Kultur Dealers, las máquinas expendedoras de microrrelatos. También estamos con el Canal Europa a nivel de pensamiento crítico, entrevistas y debates, aunque esto es algo distinto porque también hay mucha gente de fuera. Pronto, vamos a lanzar un proyecto en el mundo de las artes plásticas, también con el objetivo de fomentar el talento de gente joven, de creadores que tienen dificultades para lanzarse al mercado y de tener una ventana de exhibición. Por último en el mundo audiovisual con la escuela de cine que acabamos de presentar.
Obviamente queremos generar proyectos que ayuden a que nuestra población sea más culta y más preocupada por las cosas que nos pasan. Queremos generar debate crítico, pensamiento y reflexión en torno a cuestiones que están pasando ahora. Tanto cuestiones políticas, como sociales, medioambientales, etc. Estamos tratando de generar formatos y espacios que engloben ese concepto.
Creo que acabáis de aprobar unas nuevas líneas de ayuda.
Las nuevas líneas de ayuda las vamos a lanzar esta semana y cambian por completo la mirada con las que la diputación había venido subvencionando la cultura. En vez de distinguir ente diferentes disciplinas artísticas, vamos a pasar a tener en cuenta que los proyectos culturales sean, más o menos, emergentes, nuevos y que requieran de un ecosistema de especial protección. Hemos detectado que el nivel de mortandad de los proyectos culturales es altísimo en sus primeras fases, cuando echan a andar. Hay muchos proyectos que apenas están un año y luego desaparecen. Desde la Diputación queremos lanzar una parte de las ayudas premiando, fomentando y protegiendo especialmente a esas iniciativas culturales que acaban de nacer. Queremos generar un entorno diferenciado del de las ayudas a los colectivos y los proyectos culturales que ya están consolidados, que tienen mucho más fácil acceder a las ayudas, que se conocen el camino, que están ya estabilizadas y estructuradas, que tienen músculo y capacidad a través de sus recursos humanos para pedir ayudas y demás. Esto generaba hasta ahora un desequilibrio enorme entre quién sabe cómo pedir una ayuda y se la lleva todos los años porque sabe cómo hacerlo y entre quién está arrancando y está dedicando su atención y su esfuerzo a su nueva actividad y no tiene tanto conocimiento sobre como hay que solicitar esa ayuda y que no te la denieguen de entrada por no haber cumplido algún requisito.
¿Cómo se va a gestionar eso?
Para esto y para otras muchas cosas queremos poner una Oficina de atención al sector cultural, que anunciaremos dentro de poco. Una que permita que la Diputación se acerque a esos colectivos muy diversos, desde laboratorios de teatro que se hacen en una bajera o en un caserío a talleres de artes plásticas, pasando por gente joven que se está moviendo y haciendo cosas, generando mucha actividad artística y cultural. Gente que muchas veces ni saben muy bien moverse en el terreno administrativo ni tienen una interlocución directa con la institución. Lo que queremos es cambiar un poco la actitud de la Diputación y ser nosotros los que nos dirijamos a ellos en vez al revés.
El creador que ya tiene una vocación necesita sus espacios, su entorno, sus ayudas y sus cuidados. Cuando hablo de un creador no solo hablo de un creador plástico, escénico, musical o audiovisual. También hablo de un programador o de un pequeño festival en cualquier municipio guipuzcoano. Gente que levanta a pulso un pequeño festival de cine temático, que levanta a pulso un ciclo de acordeón, o que levanta a pulso un pequeño circuito de conciertos o una ópera en Irún.
Está bien apoyar a la gente que organiza cosas, porque a veces tengo la sensación de que tanta inversión pública en cultura genera una competencia desleal
Más que competencia desleal yo diría que hay un desequilibrio muy importante. Es verdad que un presupuesto muy alto de los presupuestos de cultura que maneja la Diputación están cautivos. Cuando arranca el año ya está repartido un porcentaje muy alto de las ayudas que van a las instituciones culturales de las que la Diputación es socia y, por tanto, está obligada a dar su aportación. Son los grandes festivales, los grandes museos o centros culturales como Tabakalera, Balenciaga, Ekain, San Telmo… hay mucho desequilibrio entre lo que invertimos ahí y lo que se va en, digamos, actividad cultural no formal, la organizada por colectivos culturales, pequeños festivales levantados a pulso, talleres ciuadadanos… Sinceramente, nosotros estamos tratando esta legislatura de girar la mirada hacia esta cultura más espontánea, más ciudadana, porque creemos que la otra está cuidada. Hay cosas que merecen atención, obviamente, y se la estamos tratando de prestar; pero nosotros queremos poner la mirada en esa otra cultura no formal que necesita de entornos más protectores para poder subsistir. Vemos que hay una generación que está inquieta, que a través de la cultura expresa cosas que tienen que ver con la realidad social que nos rodea y nosotros concebimos la cultura como una herramienta de pensamiento crítico, de debate, de discusión, de mejora de la realidad que nos rodea… y hay muchas cosas que están pasando en ese orden y necesitan, como si fueran niños prematuros, incubadoras especiales para sobevivir. Necesitan encontrar unas líneas de ayuda que les protejan hasta que puedan echar a andar, hasta que ya tengan unos recursos, unas estructuras, patrocinadores privados, ingresos por ventas de entradas…
Ahí también se enmarca Meta!, la línea de ayudas al micromecenazgo. Es una forma de no dar solo pescado, sino también la caña. Si tu te lo curras, te formas, aprendes a montar una campaña eficaz de micromecenazgo, nosotros estamos dispuesto a poner lo mismo que ponga cualquier ciudadano. Estamos ayudando a que se consiga financiación para ese proyecto y además estamos dirigiendo las ayudas, el dinero público de todos, a aquello por lo que la gente está decidiendo apostar. No hay nada más gráfico que el compromiso de una persona que pone dinero, pues la Diputación le acompaña poniendo la misma cantidad.
Estas son dos líneas destinadas a apoyar proyectos que, en realidad no son tan caros, porque se hacen cosas muy interesantes con presupuestos realmente ajustados que dan resultados francamente buenos.
La escuela de cine
Cambiando de tercio, antes hablabas de la nueva Escuela de Cine. El otro día hablábamos de eso con Rebordinos, cuéntanos ahora tu visión sobre el proyecto.
La verdad es que nos ha costado mucho dar con la tecla. En la campaña presenté esta idea movido por la intuición política de que en una ciudad como esta, con semejante tradición cinematográfica, con semejante afición, con semejante capacidad creativa, con un sector audiovisual floreciente, con Festivales, con un centro de cultura contemporánea , con la Filmoteca de Euskadi… con todo ese humus, me parecía que faltaba la parte formativa.
Tengo que ser sincero y confesar que ha sido un año de trabajo en el que hemos tocado muchas puertas. Hemos ido a la Universidad pública, a la Universidad privada, hemos hablado con gente experta y finamente de la mano de la filmoteca, del equipo del Festival de Cine y de la propia Tabakalera, hemos sido capaces de dar con el proyecto más interesante y más innovador.
¿Por qué es el más interesante?
Primero porque ocupa un espacio que no está ocupado previamente. Había un miedo por parte de la escuela de cine y vídeo de Andoain, que trabaja en el campo de la formación profesional, y también por parte de Larrotxene, que tiene ya una tradición, de que nosotros llegásemos y ocupásemos un espacio que ellos ya ocupan hace tiempo. A nosotros eso también nos preocupaba porque no venimos a duplicar nada. Por eso en la propuesta que finalmente hacemos, la parte creativa de la escuela está destinada a unos alumnos de un cierto nivel y no dirigida a un alumnado generalista ni amateur, sino a personas que ya tienen una formación o una licenciatura en Bellas Artes o en comunicación audiovisual, y se desarrollará una formación vinculada a la formación artística, ya sea guión o dirección, pero tratando de ser originales en esa materia, de intentar formar en aspectos que otras escuelas de cine no forman. Escuelas de cine hay muchas y nosotros estamos un poco obsesionados en encontrar nuestro hueco.
Muy ilusionados con la aventura que hoy hemos arrancado en @tabakalera con el diseño de la nueva escuela de cine q impulsamos desde la Dipu. pic.twitter.com/xsjni4oSZU
— Denis Itxaso (@DenisItxaso) 20 de febrero de 2017
Aparte de la formación artística, dentro de la escuela queremos hincarle el diente a dos aspectos a los que les vemos muchísimo futuro porque cada vez están más demandados y hay pocas escuelas que formen en esas materias. Una es todo lo tiene que ver con la curaduría. Es decir todo lo que tiene que ver con la programación, en los ciclos de cine o Festivales, que tienen todo un mundo de publicaciones asociadas, de críticos, de todo eso que rodea al hecho cinematográfico y ayuda a su difusión. Ahí hacen falta personas formadas. En San Sebastián tenemos un magnífico director del Zinemaldia, pero sería bueno que cualquier colectivo que quiera programar o que ya esté programando, pudiera desarrollar un conocimiento más técnico sobre todas estas cosas. También en lo que respecta a la financiación, qué puertas hay que tocar, que obligaciones tienen las instituciones públicas, las televisiones públicas, las privadas, que porcentaje de su presupuesto tienen que dedicar a la creación cinematográfica… todo eso es importante, es todo un arte moverse en esa maraña.
Un tercer campo estaría dedicado a la memoria cinematográfica, que tendría más que ver con la Filmoteca. Restauración de películas, cine retrospectivo, archivo y documentación. Que también requiere una formación.
¿Van a ser departamentos estancos?
Queremos que los alumnos se puedan formar a la carta, cogiendo asignaturas de los tres campos, con flexibilidad. Eso no va a ser fácil, pero a lo largo de año iremos dándole cuerpo. La idea es ponerlo en marcha a finales de año, a primeros del que viene. Ha salido a concurso desde la diputación la dirección de la escuela y espero que para finales de abril tengamos la persona que se encargue de la dirección.
El lenguaje político
Ahora me estás hablando de cosas concretas, como la escuela de cine o las ayudas, que tienen un objetivo claro. Sin embargo en materia de cultura estamos acostumbrados a escuchar explicaciones complicadas de entender. ¿No tienes las sensación de que los políticos a veces habláis un idioma distinto que el resto de la sociedad? Estoy pensando en las explicaciones de los dos grandes proyectos de San Sebastián, el 2016 y Tabakalera.
Es posible que a veces cueste llegar al ciudadano. De todas formas yo trato de no fustigarme demasiado porque problemas de comunicación hay en muchos ámbitos, no sólo en el de la cultura. Yo creo que no hay que renunciar a explicar proyectos complejos. Se puede intentar hacer un complejo de sintesis, pero simplificar en exceso proyectos que per se son complejos te puede llevar a devaluarlos. Pero en cualquier caso acepto esa crítica que quizá haya proyectos con un lenguaje muy alambicado y muy vaporoso que provoca que la gente al final se haga una pregunta muy sencilla “¿pero esto qué es?”. ¿Para qué sirve? ¿En qué consiste? ¿Qué beneficios rinde?
También pido un poco de paciencia. Por ejemplo, yo creo que Tabakalera poco a poco esta cuajando. Tanto con Ubik, como con su política de exposiciones. Por ejemplo, a título personal, creo que la actual es la más interesante que ha tenido lugar hasta ahora. Tengo la sensación de que la programación cinematográfica que al principio era un poco complicada de discernir, porque coincidían las diferentes programaciones de Filmoteca, de la de la propia Tabakalera y de Nosferatu, ahora mismo está mucho más coordinada. La políticas de residencias artísticas, la programación veraniega más accesible y ligera, no tan exigente… poco a poco va.
Igual poco a poco va, pero es que tengo la sensación de que muchos no sabemos a dónde…
Yo tengo claro hacia dónde va. El Centro Internacional de Cultura Contemporánea no debería ser sólo un centro de arte. Dentro del hecho cultural caben muchas cosas y yo creo que eso lo está haciendo bien Tabakalera. Quizá puede provocar que a veces despiste y nos haga pensar si eso es lo que debería hacer un centro de cultura contemporanea. Bueno, si uno visita por ejemplo el CCCB, u otros centros análogos en Europa, puede ver que son espacios donde caben muchas cosas, muchas miradas muchos lenguajes. Nunca habíamos tenido un centro de estas características e igual nosotros también tenemos que asumir que nos tenemos que adaptar a un centro que tiene formas y lenguajes distintos, que nos exige cosas distintas a las que nos exige un San Telmo o una sala de exposiciones de la Kutxa. Yo soy el primero en pedir que se sea accesible la programación de Tabakalera; pero también soy partidario de darle un poquito de tiempo, que encuentre su lugar, que se haga también una referencia a nivel europeo y que conecte con la ciudadanía. Algo no se está haciendo mal para que vaya tanta gente como se va.
Pero quizá no van a las actividades artísticas
En este momento es un centro que concita el interés de muchísima gente y de públicos muy diferentes. Lo cual a veces puede entrar en colisión en cuanto al ambiente que genera frente a las pretensiones intelectuales que pueda tener un centro cultural. Pero poco a poco yo tengo la confianza de que se está haciendo un espacio. Creo que es importante que tanto Tabakalera como el resto de instituciones que hay en Guipúzcoa dialoguen más para que cada una encuentre su sitio y para que cada una tenga su papel mejor definido; pero se está en ello.
La cultura y el turismo
Otra aspecto que detecto últimamente es utilizar la cultura bajo la excusa de imán del turismo. Tabakalera va a atraer gente, e 2016 iba a atraer gente…
Yo creo que no. Yo creo que Guipúzcoa siempre ha tenido una vocación muy cosmopolita. Yo creo que tiene una programación de festivales muy atractivos con una gran trayectoria que, a la vez, ha servido para situarnos como referente europeo. Cuando nosotros hemos creado la marca Explore San Sebastián Region es porque queremos colgarnos de una marca, la de San Sebastián, que tiene posicionamiento entre otras cosas precisamente por sus festivales y su oferta cultural, por su desarrollo urbano, por su protección del patrimonio, etc. Yo creo que hay que aspirar a ser un territorio más culto, a tener proyectos culturales exigentes y de mayor nivel, a ser un territorio que cuide a sus creadores. Y, como producto de estos factores, a ser un territorio con unos valores que quienes nos visiten aprecien. La mejor tarjeta de visita que puede tener un territorio como el nuestro, a parte de la gastronomía y el paisaje, es que la experiencia de visitar Guipúzcoa sea también una experiencia cultural. Que quien venga la deguste y se lleve la percepción de que somos una sociedad moderna, avanzada, crítica, inquieta. Y yo creo que eso se consigue. Nosotros estamos utilizando ahora el Museo Balenciaga como un reclamo turístico, pero yo no creo que haya nada malo en ello. Se puede hacer recurso turístico con la Clásica San Sebastián o con La Vuelta a País Vasco, porque se ven imágenes y hay una señal internacional, pero también se puede hacer promoción tirando de una marca tan conocida en el mundo como Balenciaga, que tiene asociados unos valores de exquisitez, de diseño, de elegancia que son interesantes para nosotros.
100 años desde que Balenciaga abriese su primera tienda en #SanSebastian. Este año el Museo lanzará su exposición más ambiciosa. pic.twitter.com/FBNBEO2Ei1
— Denis Itxaso (@DenisItxaso) 30 de enero de 2017
Si, pero tú lo defines como una consecuencia, y yo creo que lo planteáis como un objetivo.
Yo no comparto esa visión. Por ejemplo, el caso que te he puesto de Balenciaga. La exposición estaba definida y luego le vimos esa vis de promoción turística que nos pareció interesante. Hay otras cosas que son más difíciles de convertir en marca turística. Otro ejemplo, la construcción de la Nao San Juan, que es una operación en el ámbito del patrimonio naval y marítimo de primer orden porque consiste en construir una réplica exacta de una embarcación del S.XVI. Por lo tanto hay memoria, hay una reivindicación de la capacidad que tuvo la costa de nuestro territorio en aquellos tiempos de construir unas naves que surcaban los mares y daban la vuelta la mundo, conquistaban y comerciaban, siendo las primeras experiencias globales del pueblo vasco. A la vez es un recurso turístico que está a la altura del Balenciaga, están los dos en unos 50.000 visitantes. Eso en una ciudad como Pasaia que tiene unas necesidades de reconversión, de nuevos usos y de nueva economía es fundamental. Que la cultura sirva para generar riqueza y sirva para generar atractivo es una de las mejores cosas que no pueden pasar. Si además de comer y de disfrutar de nuestras playas, ríos y montes, vienen a conocer experiencias culturales tan atractivas como esa eso sería una magnífica noticia. Vamos, que yo a eso no le tengo miedo. No le tengo miedo porque, de hecho, la industria turística en este territorio necesita también recursos y me parece que los culturales son una buena vía. Más que venderse a través de un aquapark.
La transparencia y la discreción
¿Hay alguna cosa que hayáis hecho desde la diputación que creas que está pasando desapercibida?
Yo hay una cosa de la que me siento especialmente orgulloso, que está dando un resultado maravilloso y que creo que no es conocida; pero que con el tiempo se valorará. Es el Consejo de las artes y la cultura, un instrumento de consulta experta permanente que se ha creado esta legislatura. Reune a quince personas, de diferentes ámbitos. Todas de la sociedad civil, es decir ninguna viene de sociedades públicas, ni de administraciones, ni son gestores públicos. Nos reunimos dos o tres veces al año y en sesiones monográficas hacemos análisis sobre multitud de cuestiones. Sobre la escuela de cine, sobre la fusión de las bibliotecas de Alderdi Eder y Koldo Mitxelena, sobre la nueva política de ayudas que he descrito antes, sobre la política de fomento de las artes escénicas… sobre todas esas cosas preguntamos y generamos debates que podrían ser interminables. A veces se nos hace de noche y nos cierran el Palacio porque es gente muy reflexiva con voluntad de aportar. Además, es un foro que al producirse en condiciones de privacidad, de discreción genera un debate muy potente. Es una herramienta muy poderosa en estos momentos para la Diputación y creo que está muy equilibrada desde el punto de vista de disciplinas y de las industrias que están representadas. Hablamos con creadores, con programadores, con promotores. Un consejo de sabios.
¿Quiénes lo forman?
Son quince personas: Luisa Etxenike, Rocío Peña Azpilicueta, Cristina Beloki, Helena Pimenta, Ainhoa Garmendia, Iñigo Argomaniz, Iñigo Alberdi, Jon Maia, Fernando Bernues, Juan Aizpitarte, Felipe Juaristi, Lorena Fernández, Miren Aperribay, Borja Cobeaga y Andoni Egaña
Hablas de la importancia de la discreción en el debate.
Creo que la política está transformándose y no siempre para bien. Por ejemplo, se ha producido una especie de demonización del ámbito de los debates discretos, de los debates en privado. Tú ahora me estás grabando y yo estoy hablando para El Contraplano y se que todo lo que te diga se puede hacer público; pero no hay que menospreciar que existan ámbitos de discreción donde se pueda hablar con absoluta libertad sin que nadie de los que intervenga sea tachado de una cosa o de otra simplemente porque haya emitido una opinión. Ámbitos en los que se puedan emitir opiniones sin que estas vayan a ser publicadas y sin el riesgo de ser criticado por ello, para que la gente hable con libertad y diga que opina. Como ahora todo tiene que ser transparente, creo que hay momentos en que excesiva transparencia no hace bien porque evita el debate sosegado, tranquilo, a calzón quitado. En la vida es así, desarrollamos ámbitos para hablar con nuestra pareja, con nuestro compañero de trabajo o con un buen amigo, de cosas que no cuentas al resto. Momentos en los que necesitas contrastar una idea tuya con la de esa persona y con nadie más. En los que le estás pidiendo una opinión libre que luego se la comprarás o no, le harás caso o no; pero te viene bien que te asesore, que te ayude, que te de su punto de vista. Esa persona no lo va a hacer con absoluta libertad si tu le pones un micrófono, si sus palabras están expuestas a todo su entorno. Porque muchas veces son opiniones comprometidas o son opiniones que pueden herir. Por eso tiene que haber espacios para hablar con naturalidad y con libertad.
¿Os habéis vuelto los políticos demasiado políticamente correctos?
Hay mucho discurso políticamente correcto cada vez invade más espacios. Eso dificulta mucho las cosas. Nos convierte en una sociedad más acomodada, menos dinámica. Por fortuna la política y los políticos no lo decidimos todo y no somos la clave de todo. Por fortuna en Guipúzcoa hay una sociedad dinámica, con una capacidad de propuesta muy potente y con gran capacidad de organización que va por delante de nosotros en muchos casos. Que encuentra proyectos interesantes, que los levanta y que los consigue financiar. Yo creo que eso es lo que hay que fomentar. Hay muchas cosas que si las tuviera que hacer una administración, nos perderíamos en debates. Sobre todo en una sociedad como la nuestra muy dada a los debates interminables. Debates en los que a veces falta valentía política para sobreponerse a ellos y tirar para adelante. En ese sentido yo si que trato de fijarme un rumbo y de tirar adelante con las decisiones, porque si no es que no hay manera de avanzar.
Por ejemplo, soy de los que cree que si en San Sebastián hubiera tenido que hacer caso de la polémica que generó la construcción del Kursaal, pues no lo hubiera hecho. Por eso creo que hace falta gente dispuesta a aguantar el tirón y la crítica política con el convencimiento de que con el tiempo le avalarán los resultados.
Los edificios históricos y el miedo a la polémica
Pues precisamente ahora se oyen muchas quejas sobre edificios clásicos que van a ser derruidos o que sus dueños quieren derruirlos. ¿Crees que la gente es demasiado proteccionista?
Yo no creo que nadie se pase por respetar el patrimonio. Respetar el patrimonio siempre está bien. Lo que falta es un debate con más conocimiento. Aceptar que hay expertos que opinan con más conocimiento de causa que los demás. Yo, que no soy formado ni en arquitectura ni en arte, puedo interpretar que hay edificios que se han vuelto icónicos simple y llanamente por el paso del tiempo y porque se han incorporado al horizonte, al skyline, de la ciudad,a la iconografía de la ciudad, como pueden ser el Bellas Artes u otros edificios. Pero eso no hace que tengan un valor patrimonial per se distinto al que los expertos puedan concederles.
Por eso digo que no creo que se trate de colectivos que defiendan en exceso. Insisto, eso nunca está mal, sino de poder ver la protección del patrimonio con una mirada más amplia en el sentido de que, en ocasiones, puede haber medidas rupturistas que mejoren el patrimonio, que lo pongan más en valor. Sin embargo, a veces ni siquiera proponemos el debate porque el mero hecho de que alguien lo proponga, enlazando con lo que decíamos antes, hace que corra el riesgo de arder en la hoguera. A mi todo debate que comienza con posiciones donde se impongan los carnets de autenticidad, no me gustan. Puede haber edificios que en un momento dado puedan conservar determinados elementos, pero que a la vez puedan ser nuevos. Edificios que en un momento dado puedan ponerse más en valor cambiándolos de raíz pero conservando elementos esenciales de su arquitectura original, rompiendo, actualizando y modernizándolos. Dentro de unos cánones, por supuesto, que para eso están luego las normas urbanísticas y ese tipo de cosas.
¿Estás hablando del Bellas Artes?
Yo en algún momento me he llegado a imaginar el Bellas Artes con un edificio de cristal con una cúpula inspirada en la del edificio original. Y no me lo he imaginado así porque yo tenga mucha idea de arquitectura, sino porque he hablado con arquitectos de reconocidísimo prestigio que me han explicado sus ideas sobre el edificio. Me gustaría que pudiésemos hablar de ello sin ser tachados de destructores.
El problema es que la política es muy vulnerable a esas cosas. Cuando te enfrentas a cursos de cuatro años en los que tienes que pasar un examen, sabes que depende del jardín en que te metas, puede quedar desfigurada toda una política, toda una gestión de legislatura, por una cosa que no se entienda o que sea magnificada, desfigurada y deformada por una polémica.
Ese miedo a la polémica os lleva a la clase política a rodear la verdad, a esquivar las explicaciones sobre los inconvenientes que tienen algunas decisiones. Siento que a los políticos muchas veces os falta valor para llevar adelante vuestros proyectos.
Un poquito de mano izquierda es fundamental no sólo en política, también en la vida. Pero siempre se puede combinar con el convencimiento y la determinación para cambiar cosas. Es verdad que a veces no son suficientes cuatro años para dejar ancladas ciertas estructuras nuevas que generas o modificar las estructuras que heredas; pero yo tengo el convencimiento de que en esta legislatura vamos a cambiar cosas, muchas cosas: el proyecto de Gordailua va a cambiar por completo, las líneas de ayuda van a cambiar enormemente, la nueva escuela de cine, la convergencia de las bibliotecas, el propio consejo de las artes y la cultura.., son elementos muy significativos de la política cultural.