Hace un tiempo escribí que el cyberpunk ya no es ciencia ficción. Vivimos en un mundo de coches sin conductor, hiperconectividad y megacorporaciones que se miden con naciones. La era de Tinder, Wikileaks, Twitter. Todo lo que nos contaron en los ochenta era verdad. Está pasando. Quizá no con la estética que teníamos prevista, pero está aquí. Y eso tiene un reflejo claro en el cine. Los códigos van cambiando y los géneros se funden. Películas de ciencia ficción que se ambientan en el presente o en un futuro muy próximo -estéticamente presente. Documentales sobre hackers. No se entiende bien una película como Ghost in the Shell, ahora en cartelera, que nos presenta un futuro tal y como se veía en los noventa. Han pasado muchas décadas desde los noventa, como tres o cuatro. El postcyberpunk es limpio, sociable, luminoso. El postcyberpunk es Joaquin Phoenix enamorado en Her. Es una película romántica de adolescentes como Nerve, que habla de la tecnología actual y de las costumbres de los nativos digitales. Solo la expresión “nativo digital” ya es la rehostia.
Todo este preámbulo para hablar de Creative Control, la película que se estrena ahora, supongo que en pocas salas -los nativos digitales ya no van al cine. Necesitaba esa introducción para situar el género. Es ciencia ficción, por supuesto, pero está a un paso de distancia. La sociedad de la que habla es la nuestra y el avance tecnológico, alrededor de la realidad aumentada, es muy moderado. Un cuestión más de grado que de concepto. Por esta razón, el tono de la película se acerca más a un historia de relaciones, cine independiente en blanco y negro sobre un personaje en crisis, su pareja, su objeto de deseo, sus crisis personales.
El estilo es claramente indie, y se nota que quiere serlo. El blanco y negro tiene mucho pose de autor, hasta que descubres que tiene una utilidad narrativa importantísima -que no desvelaré- y que supone un mensaje claro acerca de nuestra nueva manera de entender el mundo. La de todos. La del presente. Y alrededor de la idea central, un cierto retrato de las empresas de innovación, de la creatividad -entendida como un término de marketing. La superficialidad de la sociedad burguesa, que el cine lleva tiempo mostrándonos, aplicada a los códigos actuales. La propia película tiene un poco de eso, de vender su imagen.
Creative Control es el primer largometraje de Benjamin Dickinson, que hasta ahora se ha dedicado a los cortos. También es el protagonista. Guste más o menos, creo que es un director a seguir, a tener en cuenta. Ha conseguido una obra con personalidad propia, a través de la hibridación de géneros diferentes. Tiene un tono particular, a medio camino entre una película de Noah Baumbach y una ciencia ficción indie de Sitges. Consigue conjugar un retrato social de nuestro tiempo, general, y al mismo tiempo, contener una idea muy precisa. Tiene algo de distópico sin ser tecnófoba. Una tapada curiosidad.