Festival de Cannes 2017: Dos veteranos cumpliendo expectativas
Dos veteranos y viejos conocidos del Festival de Cannes, Todd Haynes y Andrey Zvyagintsev, han presentado dos magníficas películas que demuestran que si están en el Festival no es sólo por su nombre, también por su cine. O que es su cine el que ha dado importancia a su nombre.
Wonderstruck
Todd Haynes presentó su magnífica Carol en el Festival de Cannes de 2015 donde fue recibida con aplausos y una casi total unanimidad de buenas críticas. La buena acogida de la película continuó durante meses hasta ganar el prestigioso Gran Premio Flipesci a comienzos de este año. Por todo esto, y por su carrera previa, Wonderstruck era una de las películas más esperadas este año en sección oficial.
Wonderstruck se basa en la novela de Brian Selznick, quien también firma el guión. Hay que recordar que Selznick es también el autor de la novela adaptó Scorsesse en La invención de Hugo. Es la historia de dos niños, Rose y Ben, que, por diferentes motivos y en diferentes épocas, 1927 y 1977, deciden escaparse de casa para acabar Nueva York, representada aquí como un crisol de culturas, experiencias, sentimientos, vida. Casi un personaje más en la película.
Tanto Rose como Ben viven experiencias paralelas en sus aventuras Dickensianas más allá de un rasgo que les diferencia del resto y les une entre ellos: los dos son sordos. Haynes se aproxima a este hecho de manera sublime y exquisita, haciendo gala una vez más de su capacidad narrativa a través de la imagen, de la música y del sonido. No sólo eso, Haynes también aplica diferentes estilos para cada historia. La de Rose está rodada a la manera del cine mudo, sin caer en la exageración o la parodia, y utilizando la música con una precisión quirúrgica que potencia e significado de cada plano. La de Ben está teñida de funk y calor, del Nueva York multicultural y sudoroso de los 70, colores vivos que alternan con sombras peligrosas.
Durante los dos primeros tercios de la película las dos historias bailan cada una a su ritmo, acercándose en sus coreografías hasta protagonizar algunos momentos en que las dos bailan juntas sin perder su personalidad propia. Momentos de gran emoción, cercanos al cliché, pero resueltos con una ternura que encaja a la perfección con la historia que nos está contando. Un Haynes que muestra su inconfundible poder narrativo y aplicando un tono que, en algunos momentos, recuerda al Spielberg de las películas de niños y adolescentes. Que quede claro que esto lo digo como un piropo.
Aún así hay que reconocer que Wonderstruck no es perfecta -casi ninguna película lo es, pero es que Haynes venía de dirigir Carol– y quizá su mayor pega venga en un final demasiado explicado y subrayado (un defecto en el que también ha solido caer Spielberg). Una pega que no evita que Wonderstruck sea una magnífica película. [Ricardo Fernández]
Loveless
El ruso Andrey Zvyagintsev es indudablemente una de las figuras de referencia del cine europeo actual. Tras ganar el León de Oro de Venecia en 2003 con El retorno, su ópera prima, es la cuarta vez que presenta película en el Festival de Cannes y hasta ahora siempre se ha llevado algún premio. Y no sería especialmente llamativo que ocurriera lo mismo con Loveless.
En esta ocasión, vuelve a hacer una crítica demoledora de la Rusia actual a través de la degeneración de un matrimonio de clase media en vías de divorcio y lo que ocurre cuando su hijo desaparece. La situación de la Rusia de hoy en día sintetizada en la crisis de una pareja que quiere construir una nueva vida.
Zvyagintsev opta por una puesta en escena pulcra y distante que pone de relieve la frialdad de sus personajes, individualistas, egocéntricos e incapaces de asumir las consecuencias de sus actos pasados, y de la forma de relacionarse entre ellos. Con una paleta de colores de tonos metálicos, grises y blancos cuya uniformidad prácticamente sólo se rompe con los chalecos fluorescentes que viste un grupo de voluntarios que de forma desinteresada ayuda a buscar al niño desaparecido y que contrasta con la burocracia policial que nada soluciona. Para Zvyagintsev en Rusia hay muchas cosas más frías que el clima.
A pesar del tono frío y distante de Loveless, Zvyagintsev logra que la tensión vaya creciendo a medida que avanza la película y se va acercando un anunciado frente frío con su correspondiente nevada y las calles, los parques y el ambiente en general se va haciendo más blanco y la nieve cada vez más presente y la necesidad de encontrar al niño perdido más urgente.
La película arranca con unos paisajes nevados, con unos troncos de árboles cubiertos de nieve al borde de un lago, una naturaleza muerta que aunque no lo parezca revivirá con la llegada de la primavera. Muchos nos tememos que Zvyagintsev no tiene muy claro cuándo llegará la primavera a la sociedad de su país. Aunque tampoco necesitábamos la obvia e innecesaria metáfora final para darnos cuenta. [Carlos Elorza]