Wonder Woman no es una película feminista. Y no lo es, en primer lugar, porque ninguna película ni ficción artística en general puede serlo. Porque, como apuntaba el siempre interesante escritor guipuzcoano Álber Vázquez, no se pueden atribuir a la ficción rasgos propios de la vida real. Del mismo modo que una ficción (sea cual sea el medio que utilice, el cine, el literario o cualquier otro) que tenga un personaje homicida no hace a la película homicida, un personaje feminista no atribuye la cualidad de feminista a la ficción.
En segundo lugar, no es feminista porque el personaje protagonista interpretado de manera excepcional por Gal Gadot no basa su arco argumental en la defensa de la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre. Hay apuntes, momentos puntuales muy bien hilados en la trama general, que dan ciertas pinceladas (como el momento que hace alusión a la “esclavitud” del trabajo de las secretarias). Pero en muchas ocasiones son apuntes que tienen más que ver con el carácter ingenuo del personaje protagonista, que se ha mantenido hasta el momento en la completa ignorancia sobre la existencia y, por lo tanto, funcionamiento del resto del mundo que se encuentra más allá de su isla paradisíaca de origen.
En tercer lugar, y en consonancia con el argumento anterior, no es una película feminista porque no desarrolla una trama que verse sobre a lucha de la igualdad de sexos. Wonder Woman es una película de superhéroes y asume dignamente todos y cada uno de los clichés de este tipo de género, esta vez aplicados a un personaje protagonista femenino. Este cambio de sexo del papel protagonista va de la mano de un cambio de roles entre la protagonista mujer y el co-protagonista hombre; si de normal solemos ver representado que, como apuntaba mi compañero contraplaner Iñaki Ortiz, es el hombre el que adopta un rol de liderazgo y valentía temeraria y la mujer la que adopta el rol de prudente, en esta ocasión se produce un intercambio de roles.
Lo más interesante de Wonder Woman es el intercambio de roles. Fuerza, liderazgo, valentía temeraria. Él prudente.
Pero bueno, justito.— Iñaki Ortiz (@iortizgascon) 26 de junio de 2017
Y es que ese es el verdadero valor desde un punto de la defensa de los derechos de la mujer de esta película y no otros que de manera infundada se quiera atribuir a esta (y otras) película(s): Dar visibilidad a la mujer. El personaje superhéroe protagonista ya no es un hombre, sino una mujer. Este simple hecho ya resulta cuanto menos sorprendente y, a quien esto escribe, refrescante. Durante el visionado de la película no dejé de sonreír siendo testigo de cómo adaptaban el universo de las películas de superhéroes típicamente masculino a un rol protagonista femenino. Destacar la visibilidad de la mujer en el cine, en el arte y en la vida en general es lo que realmente cobra valor y a lo que sí contribuye esta película.
Porque Wonder Woman no es una película feminista, pero sí nos demuestra que también se pueden contar historias de mujeres incluso en ámbitos reservados casi exclusivamente para hombres. Ojalá interese cada vez más contar historias de ficción protagonizadas por mujeres, con capa o sin ella.