HEARTBEAT de Lee Chang-dong (Zabaltegi – Tabakalera)

El primer cortometraje del director de Burning y Poetry entre otras obras maestras forma parte de un proyecto encargado por la Organización Mundial de Salud y Fondo de Arte Contemporáneo de Peking a diversos autores para que crearan obras en torno a la depresión. En este caso concreto, Heartbeat es un plano secuencia de casi treinta minutos en el que la cámara sigue el recorrido de Chul, un niño de ocho años, que angustiado huye de su clase con la excusa de ir al baño. Pero sus intenciones reales serán otras.

De la mano de Lee Chang-dong Heartbeat se convierte en un thriller apasionante en el que además de la enfermedad mental se abordan la pandemia del COVID 19 y las repercusiones sociales y económicas del mismo. El director coreano demuestra un dominio absoluto de los recursos para generar tensión y los mecanismos para mantener enganchado al espectador a la pantalla. Logra transmitir la angustia y la congoja del niño protagonista salpicando su recorrido de pequeños y no tan pequeños obstáculos que con su obstinación tratará de superar. Y nos regala uno de los momentos cinematográficos de este Zinemaldi: el momento en el que el niño debe decidir entre cumplir las estrictas normas que obligan a llevar la mascarilla en todo momento o dejarse llevar por su instinto y su urgencia. Y otro de las más emocionantes con el plano final de estos intensos y absorbentes 28 minutos de cine.

FIFI/SPARE KEYS de Jeanne Aslan y Paul Santillan (New Directors)

Fifi es Sophie. Una joven de 15 años que vive en Nancy, una ciudad de provincias del este de Francia. Vive con sus hermanas, su sobrino, su madre y su pareja actual en un pequeño apartamento. Conforman una familia desestructurada y un grupo convivencial bastante mal avenido. Fifi utiliza su ingenio, su descaro y su falta de respeto a la propiedad ajena para tirar para adelante. Debe asumir responsabilidades que no corresponderían a una adolescente de su edad. Cuando se encuentra con Jade, una antigua y adinerada compañera de clase con la que ya no guarda apenas relación, consigue hacerse con un juego de llaves de su casa (las spare keys del título en inglés de la película) y decide escapar del agobiante piso familiar para disfrutar de la cómoda, espaciosa y tranquila vivienda que se suponía que iba a estar vacía durante todas las vacaciones estivales. Lo que no sabía es que Stéphane, el hermano mayor de Jade que estudia en la universidad en París, iba a aparecer por la casa y entre los dos surgirá una cordial relación de amistad.

A partir de ahí, los debutantes en la dirección del largometraje, Jeanne Aslan y Paul Santillan recrean la crónica de ese verano. De la relación entre Sophie y Stéphane. Una relación atípica entre dos jóvenes. No basada en la atracción sexual. Una relación construida poco a poco, sin pausa, pero sin prisas, a pesar de las diferencias. Porque entre Sophie y Stéphane hay diferencia de clases sociales, de edad, de situación económica. Pero también hay química entre ellos. Entre los personajes y entre sus intépretes, Céleste Brunnquell y Quentin Dolmaire (Sinónimos, Mal genio, Tres recuerdos de mi juventud). 

Fifi tiene un marcado aspecto social. La diferencia en la situación económica de sus protagonistas condiciona su acceso a la educación. A poder acudir a los mejores colegios. A poder ir a la universidad o a ni poder planteárselo. De la capacidad de construirse su propia vida o de sentirse atrapada en la que ya sufre. Y Fifi consigue tratar esos temas tan dados a tremendismos y grandes dramas sin perder su tono ligero y sin dejar de ser luminosa y veraniega.

TENGO SUEÑOS ELÉCTRICOS de Valentina Maurel (Horizontes latinos)

Otra adolescente, Eva de 16 años, es la protagonista de esta coproducción entre Francia, Bélgica y Costa Rica que se llevó los premios a la mejor dirección para la costarricense Valentina Maurel, a la mejor interpretación femenina para la joven Daniela Marín Navarro y a la mejor interpretación masculina para Reinaldo Amien en el último Festival de Locarno.

Los padres de Eva se van a divorciar. El carácter irascible de su padre, la película arranca con una reacción colérica de su padre que abandona el coche dejando dentro del mismo a su esposa y a sus dos hijas, es una de las razones principales. Pero a pesar de eso, Eva prefiere irse a vivir con él, antes de quedarse con su madre que quiere hacer una reforma en el hogar familiar, librarse de su gato que también sufre con el divorcio y le previene continuamente contra los hombres. Y contra las mujeres, si hace falta. Su problema es que en una situación en la que Eva, que ha heredado también parte del carácter de su padre, debe lidiar con el divorcio de sus padres y las complicaciones propias de la adolescencia, su padre en lugar de convertirse en una figura de estabilidad y equilibrio, aprovecha la nueva situación para intentar vivir una segunda juventud con fiestas y excesos.

Con una cámara nerviosa y siempre cercana a los personajes, Maurel capta la intimidad de sus personajes, la confusión y la situación de pérdida de Eva, magníficamente interpretada por Daniela Marín Navarro, hasta la asimilación de su situación y el inicio de su proceso de maduración. Una película de aprendizaje como tantas que vemos al cabo del año, pero que consigue encontrar nuevos caminos y planteamientos.