Reseña de The Square
La ganadora de la Palma de Oro en la ultima edición del Festival de Cannes, The Square de Ruben Östlund, es la encargada de inaugurar la sección Zabaltegi-Tabakalera del Festival de San Sebastián. Una sección cada vez más potente que reúne a gran parte de las películas más interesantes y especiales del año. Todo un acierto que esta película esté en esta sección y no en Perlas. Claro que tiene todo el sentido del mundo: Tabakalera dedicó una retrospectiva a Ruben Östlund hace unos meses con presencia del director incluida y la película transcurre en un centro de arte contemporáneo que se asemeja a parte de la propia Tabakalera.
The square la protagoniza el máximo responsable de un museo de arte contemporáneo en Estocolmo. Christian, así se llama, y su manera de relacionarse con el mundo que le rodea, son los instrumentos que utiliza Östlund para destilar su mensaje. Un mensaje que gira en torno a temas recurrentes en su filmografía: la masculinidad, la inacción y sus consecuencias, la necesidad de pertenencia a un grupo y la importancia que eso provoca en la imagen que damos.
Como en su anterior película, la fantástica Fuerza Mayor, el protagonista parece una persona que lo tiene todo. Es un triunfador, apuesto, sofisticado, locuaz, simpático y más que acomodado. Tras esa fachada se oculta alguien frágil, cuya mayor preocupación es que la imagen que proyecta, acomplejado por no llegar a ser lo que el quiere aparentar ser.
Así, Ruben Östlund hace pasar a Christian (un magnífico Claes Bang) por una serie de situaciones que demuestran su nula capacidad para interactuar fuera de los márgenes de su mundo, de su estrato social, de su entorno cultural. Si la situación no se puede solucionar con dinero o una sonrisa, Christian no sabe cómo seguir, bien sea en el plano sexual, en el familiar, intentando aconsejar en los problemas ajenos, e incluso ante los propios.
Hay en la manera que tiene Östlund de reírse de cierta parafernalia que rodea al arte contemporáneo, de la prensa, de las élites culturales y sociales, y de todos aquellos que están más acostumbrados a reírse de los demás que a que se rían de ellos, que recuerda al cine de Paolo Sorrentino. Y como el italiano, lo hace con muy mala uva. Sin embargo, a la vez, Östlund demuestra en su película un gran respeto por el arte contemporáneo, utilizando obras y recursos del mismo que llenan de contenido a la película. La mayor demostración que no siempre es algo vacío. El momento cumbre, pero no el único destacable, es la intervención del hombre simio. Una performance que, además de ser provocativa y emocional, contiene un gran mensaje.
Ruben Östlund se apropia de situaciones más o menos cotidianas, pero las retuerce, las deforma y las caracaturiza hasta que sobrepasan el plano racional y se convierten en algo más emotivo y visceral. En definitiva, Ruben Östlund hace arte. Lástima que al final caiga en algún recurso demasiado explicativo que rompe ese juego. Nada que impida que The Square sea una película notable que confirma a Östlund como uno de los directores de referencia del momento.