Un año más de Dock of the Bay. Ha habido, como siempre, documentales musicales de géneros variados y de formato distinto. Pero este año, quien haya seguido las sesiones toda la semana habrá podido ver varias película dedicadas a la música electrónica, desde diferentes ópticas y abarcando distintos cambios, consiguiendo así un conjunto bastante complementario. Me voy a centrar exclusivamente en este grupo, que ha constituido una especie de subsección temática no explícita.
El primero de ellos trataba sobre una de las pioneras de la música puramente electrónica, la estadounidense Suzanne Ciani. Cambió el piano por los cables y las grandes máquinas, ya en la universidad. Se convirtió en una compositora esencial para publicidad, porque era capaz de conseguir sonidos nuevos, llamativos para marcas como Coca Cola. Para empresas más tecnológicas como Atari, fue capaz de poner música al futuro. Se empeñó en publicar discos con sintetizadores cuando nadie creía en ello.
Es una película sobre Ciani, pero también es una historia sobre los cambios, sobre las dificultades de las mujeres. El interés didáctico es menor. De hecho, creo que no es una buena opción para contextualizar la carrera de Ciani dentro del movimiento general. Las fechas vienen y van, y es difícil situar los hitos de Ciani en comparación a otros artistas. Hay algunas referencias de la propia Ciani y también están otros músicos que son entrevistados, como Tangerine Dream, que hablan del new age, pero echo en falta una visión de conjunto para tener una referencia clara de la importancia de Ciani. No es, creo, el objetivo de la película, que se centra más a un nivel emocional en la compositora.
Lo más interesante, y esto creo que está presente en el resto de las películas que hemos visto, es la importancia del sonido por encima de la composición. Ciani se convierte en una creadora de sonidos, texturas, efectos. Dibuja musicalmente una gota de agua. Creo que el documental refleja esa sensibilidad como su mayor virtud y eso es lo que hizo que funcionara tan bien en publicad: conseguir llegar a la psicología del sonido.
En cierto sentido, este documental es contrario o, mejor dicho, complementario al de Ciani. Aquí se hace un repaso cronológico al movimiento, en este caso el famoso french touch, a través de diferentes artistas tan reconocidos como Daft Punk, Air o Sebastien Tellier. El material original es una pequeña serie de 12 vídeos cortos del canal Arte. Podéis verlo gratis en la web de Arte. La película es la unión del conjunto de los 12 episodios. Se pudo ver en la sección «Perfect day», fuera de concurso.
Uno se queda con ganas de más. Episodios de 7 minutos con mucha información condensada que piden un mayor desarrollo. Está bien como visión general de conjunto, y para iniciar y después investigar más. Como en A Life in Waves, aquí también se incide en la importancia del sonido, asumiendo que muchos de los temas tienen composiciones relativamente simples o incluso infantiles, pero que consiguen su personalidad a través de un sonido diferente. Un ejemplo es el rugido cibernético que vertebra Da Funk de Daft Punk. También se reivindica el alma francesa que le da a la electrónica un tono mucho más cálido que, por ejemplo, los fríos sonidos germanos. Un buen representante de ello es Sexy Boy de Air.
Cada episodio está dedicado a una canción emblemática, que nos va mostrando la evolución del movimiento, desde los primeros temas más minoritarios, dentro de una comunidad concreta; pasando por el bombazo de Daft Punk; hasta llegar a un momento en el que la etiqueta se pasa de moda, como suele ocurrir, y ya nadie quiere asociarse a ella. Os dejo una lista spotify con 11 de las 12 canciones que protagonizan el documental. Falta la del primer episodio, Flying Finger de Motorbass, que no está.
Ha resultado la ganadora de esta edición y me parece estupendo porque de las tres películas que comento, esta era la que más cine tenía. Es un retrato de la escena electrónica alemana con algunos DJ importantes como hilo conductor. Escuchamos sus comentarios y vemos las actuaciones, básicamente. Lo interesante es que muchas veces, las palabras, lo que sería lo importante en un documental al uso, aquí tienen una intención puramente ambiental. Como los vinilos de discursos que usa el DJ Ricardo Villalobos, para crear una textura sonora, un cierto ritmo cíclico. El director les hace hablar, en muchas ocasiones para que funcione su propuesta. Un buen ejemplo es el larguísimo desvarío del DJ Roman Flügel junto a un árbol.
Es una obra bastante contemplativa, con buen cuidado en la fotografía y el sonido, donde muchas veces importa menos lo que ocurre y lo que se dice que transmitir un estilo cinematográfico equivalente al del género musical que está representando. También hay un recurso que se utiliza varias veces, que es mostrar lo que está escuchando el DJ por los auriculares, en lugar del resultado real que está oyendo el público, que sin necesidad de tener que explicar nada con palabras, resulta mucho más didáctico y enriquecedor, además de seguir manteniendo una apuesta formal cuidada y coherente.
Si en French Touch se defendía con orgullo la aportación francesa, aquí se remarca la importancia de la tradición electrónica de Alemania y como ha influido a Estados Unidos. También en este documental se hace referencia a la importancia del sonido en la música electrónica. Villalobos destaca varias veces la enorme libertad con respecto al timbre y a las frecuencias que se pueden utilizar, en comparación con los instrumentos tradicionales que tienen estas características limitadas.