Es difícil escribir la reseña de algo cuando conoces al autor. Por un lado si no te gusta te llevas el mal rato de tener que decírselo en persona; pero si te gusta siempre le quedará la duda al lector, y quizá al autor, de si la reseña positiva es por condescendencia, por amistad o por no tener que pasar por la opción de decirle la verdad a la cara. Con Lady Off me encuentro en esta misma situación. Conozco a su director, David R.L. y cuando digo que su película me gusta tendréis que creerme, tendrá que creerme, que lo digo con absoluta sinceridad.
Una vez puestas las cartas sobre la mesa, pasemos a lo importante: la película. Lady Off es el segundo largometraje de David R.L. tras La noche del ratón. Aquella era una película muy distinta a esta, un thriller a lo Carpenter que transcurría en una gasolinera donde un francotirador asediaba al protagonista. Con Lady Off la propuesta es radicalmente distinta. Una película más centrada en la atmósfera que en trama, una propuesta mucho más autoral, mucho más personal.
El planteamiento de salida es sencillo: Ana (Marta Fuenar) es una actriz que está ensayando para la representación de Ricardo III de Shakespeare con su compañía de teatro. La vemos desde la primera aproximación al texto en su casa con la ayuda de su compañera de piso, al ensayo general, pasando por la lectura del guión con sus compañeros. Ana tiene pegas sobre el desarrollo de una de las escenas claves que tiene que interpretar junto a un actor (Mateu Bosch) con el que se sugiere ha tenido algún tipo de historia anterior.
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A partir de esa sencilla premisa y con la cámara muy cerca de los actores en un estilo muy cercano al documental, manteniendo el ritmo siempre alto en un lento pero constante crescendo, David R.L. consigue ir creando una atmósfera incómoda, casi irrespirable, que refleja muy bien el estado anímico de Ana. Decía que esta es una película más centrada en la atmosfera que en la trama, pero que no haya mucha trama no quiere decir que no haya argumento. Uno de los aciertos del guión que firman el propio David y Noemí Chico es que apenas esboza un apunte de la historia personal de Ana. Un par de frases nada mas, pero eso es suficiente para entender porque esa situación que plantea la escena es especialmente incómoda para ella, porque se siente invadida, no respetada. Esa ausencia de explicaciones remarcadas, definidas, deja espacio para que cada espectador llene los huecos de la manera más próxima a sus experiencias, construyendo un personaje más cercano que si viene perfectamente definido desde el guión.A los aciertos en la dirección y la escritura hay que sumar el buen hacer de su pareja protagonista que contribuyen a darle realismo a la escena.
Lady Off ni es una adaptación, ni tampoco una tesis revisionista de la obra de Shakespeare. Más que de un texto antiguo se podría decir que habla sobre la capacidad de empatizar de nuestra sociedad de hoy en dia. Como suele decirse, ofrece más preguntas que respuestas. Unas preguntas que tienen en común a la mujer y su forma de representarla en el arte. También de la falta de empatía que a veces empapa nuestras relaciones. David R.L. ha demostrado que es un director con ideas y que no necesita de grandes artificios para plasmarlas en la gran pantalla.