Crónica del concierto de Elena Setién en Kutxa Kultur Kluba
Tras haberse pasado los últimos meses grabando su nuevo disco y coescribiendo la banda sonora de Oreina junto a Ignacio Bilbao (guitarrista de Grande Days), Elena Setién volvió a los escenario en formación de trío, con Fernando Neira al bajo y Karlos Aranzegi a la batería (casi nada) en la Sala Kutxa Kultur Kluba de Tabakalera. El resultado, como era de esperar, fue un magnífico concierto que dejó al público con ganas de más. Con ganas de más conciertos, con ganas de escuchar el nuevo disco (que saldará con el flamante sello de la discográfica Thrill Jockey), con ganas de que Elena siga explorando y avanzando en su sonido.
El repertorio lo formaron canciones clásicas en su repertorio y también algunas novedades inéditas. Dentro de esta variedad todas sonaron homogéneas, siguiendo la sutil evolución del sonido de Elena que, con cierto regusto country, poco a poco se va volviendo más terrenal sin perder ese toque etéreo marca de la casa. Diría que se mueve entre el cielo y el suelo, si Mecano no se me hubiera adelantado un par de décadas y en estos días no estuviera tan mal visto citar a los hermanos Cano. Eso si, no hay que confundir homogeneidad con monotonía o linealidad, no. El concierto de Elena Setién fue un viaje nos llevó desde los sonidos de la gran ciudad que nos evocan el recuerdo de la Velvet, a los paisajes abiertos y evocadores lejos del mundanal ruido de la campiña, pasando por Nueva Orleans, el Portugal de los Templarios o los sonidos acuáticos de su nueva canción She Was So Fair. Un viaje en el que Elena nos guía con naturalidad presentando las canciones y sus influencias, contando anécdotas o recordando a su padre “que no está pero está” y al que dedicó una improvisación en la que jugó con su voz y los pedales de loops.
Elena Setién desprende en todo momento honestidad y seguridad, la confianza de quien cree y siente lo que está haciendo. Sin necesidad de aspavientos ni lucimientos derriba la barrera con el público para crear un ambiente íntimo y cercano y construye un puente entre ella y el público. Un puente que el viernes por la noche pasó por encima de la distancia de seguridad donostiarra, esa fila 0 como algunos le llaman, que separa a las primeras filas del borde del escenario.
No se puede hablar del concierto del viernes sin mencionar la gran aportación de Fernando Neira y Karlos Aranzegi, dos grandes músicos que sin buscar protagonismo construyen la base sobre la que las canciones de Elena se apoyan y crecen. Hay complicidad y respeto. También disfrute, como se ve en las sonrisas y miradas que se cruzan.
No deja de sorprenderme lo fácil que lo hace Elena Setién. La manera en la que se sienta tras el teclado, cierra los ojos y deja que surja la magia. Porque no es fácil lo que hace y nosotros somos afortunados por poder estar viviéndolo tan cerca.