En 2015 se estrenó el documental Vinyland. Dirigido por Mikel Insausti y un jovencísimo Marcos García, este peculiar falso documental se pudo ver en varias ciudades muchas veces con la proyección acompañada de algún concierto posterior, algo que encajaba perfectamente con la temática. Fue entonces cuando Marcos García comenzó a pensar en su nueva película: El decimosexto sueño de un artista. De nuevo la música está presente -uno de los protagonistas es un músico de rock y los intérpretes son miembros de The Lookers- pero no es cine musical, ni en formato ni en argumento. La propuesta de Marcos es un evocador viaje sensorial y onírico con la música, la creación, el amor y la obsesión como algunos de sus ingredientes. Charlamos con él sobre su película.
¿Cómo definirías El decimosexto sueño de un artista?
Evocadora, libre, sugerente. Sí, son adjetivos que forman parte del ambiente de este proyecto. También es lo que busco en el cine que me gusta. Que una película me deje soñar, que me sugiera cosas, que me sumerja en otro mundo. Es lo bueno que tiene el cine.
Es una película con un argumento muy difuso, con una trama poco explicada, ¿cómo fue el trabajo de escritura de guión?
Estaba leyendo Retrato de un artista adolescente cuando me vino la escena del principio y la del final. Las veía de manera muy concreta en mi cabeza. Luego intenté darle forma a lo que había en medio. Sin pensar mucho en una trama, ni en una estructura narrativa, sino como en un viaje. Seguimos el camino de un músico, y le acompañamos. Como Virgilio acompañando a Dante a través del Infierno. Luego hay conexiones entre las escenas. Lo importante es verlo como un todo. Como un cuadro enorme.
¿Disfrutas más con el proceso de escritura o de rodaje?
Los dos son muy diferentes, y los dos pueden llegar a ser agotadores y placenteros. El proceso de escritura del Sueño fue muy particular. Ya no escribo de la misma manera, pero sigue siendo algo muy agradable el imaginarte a personajes y escucharlos hablar en tu cabeza. Hay un rollo esquizofrénico durante la escritura de un guión. Por otro lado, de un rodaje siempre se aprende. Es algo muy complejo que necesita la colaboración de un gran equipo para que la cosa no se venga abajo. Para el Sueño, había momentos frágiles y duros, pero al final del día, había una satisfacción que me parece nos unía a todos.
¿Cuál crees que es tu mayor virtud como cineasta?
Quiero pensar que es la paciencia.
¿Cuándo te entra el gusanillo por el cine?
De crío estuve expuesto a mucho cine. Desde dibujos animados, hasta la serie de Alfred Hitchcock presenta y Las aventuras de Robin Hood. Pero las ganas de hacer cine vinieron mucho después y fue a través del montaje. Empecé a enredar con algunos programas y hacía cortos caseros, grababa conciertos. Con 16 años, me animé a escribir un largometraje y le empecé a pillar el gustillo a la cosa. Pero todo fue un proceso muy natural, no me hice muchas preguntas, hice lo que me gustaba, sin pensar en el futuro…
¿Cuándo y por qué decides irte a París a estudiar?
La verdad es que no lo decidí. Me presenté a varias universidades y por casualidad me tocó París. Allí descubrí la Cinemateca Francesa y me encontré con el amor al cine. Me ilusionó aprender ese respeto al cine, a lo que fue, lo que es, y lo que será. Aprender de grandes cineastas y obras que tuve la suerte de ver en gran pantalla. A pesar de los estudios y el curro intento seguir yendo cada semana.
Tu película es arriesgada, bastante libre, más experimental que académica ¿eso se enseña o se tiene? ¿Es necesario estudiar o se aprende practicando?
Debo decir que en mi caso nunca he tenido una visión muy positiva de la enseñanza que he podido recibir en el ámbito del cine. Me parece que es muy importante ver lo que se ha hecho, ver lo que se hace. Ser curioso, sobre todo. Y al final, es ver cine, y eso te forma como persona y te ayuda a vivir. La formación académica que he recibido no motivaba a ver cine. Obligaba a ver cine. Es muy diferente, y puedes acabar desinteresado. Cuando eres joven, cuando te imponen reglas, pues lo mejor que puedes hacer es romperlas, ¿no? Cada uno tenemos una visión del mundo y confiando en nosotros mismos podemos contar algo.
¿Te planteas continuar tu formación en la EQZE? ¿Conoces el proyecto?
Sí, me presenté para la primera promoción, pero no fui elegido. Me parece algo muy interesante que Filmoteca Vasca, Zinemaldi y Tabakalera se junten para formar a jóvenes motivados con hacer cine. Yo que soy de Donosti y me fui a Francia, me motiva para volver y hacer cosas por mi tierra. También es un factor clave el que los profesores sean profesionales de la industria : conocen su oficio y tienen experiencia.
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La película se pudo ver hace un año en Cinemística, ¿por qué no se ha podido ver hasta ahora?
Primero queríamos enviarla a varios festivales. Durante meses recibimos rechazos y no se llegó a nada. Así que estuvimos pensando en presentarla en Donosti. Nos pusimos en contacto con las principales instituciones públicas y privadas de Donosti que proyectan cine y no se pudo hacer. Finalmente, lo hacemos con Cines Sade, el Día de los Inocentes. Desde Vinyland nos ayudan con nuestros proyectos y nunca han puesto pegas. Siempre están disponibles y son muy generosos. Sin ellos, no habría habido estreno de la peli en Donosti.
Has rodado la película rodeado de amigos y familia, desde la producción a la música pasando por los intérpretes. ¿Eso lo hace más fácil o genera una presión añadida? ¿La confianza ayuda a decir las cosas claras o genera compromisos?
Hay un poco de todo lo que dices. Al final, intentas ser profesional. Para algunas cosas como la música, no hay mucho que decir ya que Berta García, que compuso toda la música original, conocía bien el proyecto y me entendía. Así que todo fluyó muy fácilmente. Con los actores, me lancé como en una aventura, con cierta torpeza seguramente, pero siempre libre.
Comienzas con esta película justo después de Vinyland, así que imagino que ahora ya tendrás algún proyecto nuevo en mente, ¿Es así? ¿Nos puedes decir algo?
Tengo escrito un largometraje que tengo que retrabajar, una historia entre dos hermanos que se vuelven a ver después de siete años que se desarrolla en Bayona, y luego tengo un corto que estoy escribiendo. Después de dos largos, me lanzo ahora con el formato corto. No sé si es lo habitual, pero bueno, así ha salido.
Es final de año, la época de las famosas listas. Dinos algunas películas de las que más te hayan impresionado este año.
La nueva de Koreeda, Un asunto de familia. Es la primera de Koreeda que veo. Hay una temática que a mí me persigue desde hace poco. Es de admirar lo que hace. Me motivó a ver Still Walking que me parece una obra maestra. También me gustó Cold War. El trabajo que el director hace con las elipsis. Me gusta la forma de la peli, trozos de historia, de vida, que van cambiando y evolucionando en el tiempo. Y Roma, que como no tengo Netflix, tuve que asistir a una proyección clandestina en un restaurante mexicano. Una obra muy sorprendente que merece verse en una sala de cine.
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