Reseña de Comanchería

El comienzo de esta película podría ser el de cualquier western clásico. Un pueblo tranquilo de Texas, en el que basta mirar su árido paisaje para comenzar a sudar y masticar polvo, ve como se rompe la monotonía cuando aparecen dos atracadores de bancos. A la antigua usanza, con revólver, la cara tapada y huyendo por el desierto, no al galope, pero si todo lo rápido que les permite su coche. El ranger Marcus Hamilton (Jeff Bridges), a punto de jubilarse, jugará el papel de sheriff empeñado en atrapar a los malechores junto a su compañero Alberto Parker (Gil Birmingham), un mestizo descendiente de los indios y devoto católico.

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Pronto conoceremos a los malechores y su plan. Tob (Chris Pine) y y Tanner (Ben Foster), dos hermanos muy distintos con muy distintas motivaciones. Toby no ha tenido antes problemas con la ley y trata de evitar la violencia todo lo que puede, su objetivo es robar el banco. Quiere tener algo que dejar a sus hijos. Tanner, en cambio, es mucho más violento. Un camorrista expresidiario que responde “ha sido difícil” cuando su hermano le pregunta cómo ha logrado aguantar un año fuera de la cárcel. En lo que coinciden los dos es en su gran sentido de la fidelidad y en el valor que da el no tener nada que perder.

La otra américa

El juego del gato y el ratón, tan tranquilo como contundente, nos permite ir conociendo a los personajes secundarios a través de afilados diálogos. Las camareras, los lugareños, los picapleitos, la ex mujer, los hijos… y completando el lienzo de un lugar sin futuro. Estas son las bases de este neo western dirigido por David Mackenzie (Perfect Sense, Convicto) con guión de Taylor Sheridan (Sicario), sólo falta añadirle el subtexto y el auténtico villano: la crisis y los bancos como su rostro. Realmente no tardan en aparecer, ya en la primera escena se ve una pintada en una pared junto a un banco que dice “Tres turnos en Irak, pero no hay rescate para nosotros”, más adelante serán anuncios de préstamos los que protagonicen el paisaje (hasta llegar por momentos a ser demasiado subrayado). La crisis que ahoga a una gente que ha acogido con fatalismo su rol de perdedores, que lleva la miseria en sus genes. Un lugar donde el sueño americano parece limitarse a poder llevar una pistola para proteger lo que es mío. Un lugar donde, con total seguridad, ganó Donald Trump las últimas elecciones.

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Una magnífica elección musical, con canciones de Nick Cave y Warren Ellis, es el acompañamiento perfecto para unas imágenes en las que el director de fotografía Giles Nuttgens consigue reflejar el calor sofocante del desierto. Un ambiente, social y ambiental, perfecto para esta historia de lealtad, pérdida y redención en la que las injusticias se arreglan fuera de la ley y en la que las fronteras entre el bien el mal se van difuminando y volviéndose ambiguas según avanzan los hechos.

Ben Foster y, sobre todo, un extraordinario Jeff Bridges, destacan con sus actuaciones sobre el resto del reparto. Lo que hace Jeff Bridges (máximo favorito para ganar el Flipesci) con su personaje es antológico. Su manera de masticar las palabras, de dar humanidad a un personaje que por momentos tiene un comportamiento detestable, de plasmar sus motivaciones sin palabras está sólo al alcance de grandes actores como él.

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Comanchería es una película con un formato atemporal, el de un western, pero pegada al momento actual de una manera notable. Mostrando esa otra américa, la clase baja rural, con más respeto que cierta visión algo condescendiente y a veces teñida de superioridad que solemos encontrarnos en el cine de Hollywood. Quizá una buena manera de que comprendamos mejor a un enorme país que no es sólo grandes ciudades de acero y cristal con gente rodeada de las últimas tendencias. Una película con el aroma de los Coen -es inevitable pensar en No es país para viejos– coronada con un magnífico duelo final. Cómo debe debe ser un western.