Crónica de la noche del viernes 15 en el Mojo Workin’
Diez años ha cumplido el Mojo Workin’ en esta edición. Diez años de soul, r&b y ritmos negros en general. Detrás de esos diez años hay mucho trabajo y mucha pasión, mucha tensión y mucho, muchísimo trabajo. Un festival que nació del amor que sentían por esos ritmos Jokin Arizmendi y Arkaitz «Punko» Kortabitarte -el primero ya dejó la oganización del festival- y que se ha convertido en una cita inexcusable para cientos de personas que cada año abarrotan Jareño. El sold-out del sábado es una tradición y el viernes cada año se roza. Más de 700 personas disfrutando de una noche repleta de magia, de magia negra. Así que lo primero de todo es felicitar al Mojo y felicitar a Punko por haber llegado hasta aquí. Felicitar y agradecer, porque de verdad que este festival es un regalo.
«Hacemos el Mojo Workin’ con mucho cariño y pasión»
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Centrándonos en lo musical, la noche del viernes arrancó con la veteranísima banda bilbaina, 25 años en activo, Akatz. Aurreska, una de sus canciones más populares, sirve también como declaración de intenciones. Ritmos jamaicanos con forma de ska, reggae o rocksteady y un espíritu festivo, algo verbenero en ocasiones, que tuvo bastantes seguidores entre el público. Con una sonrisa perenne y mucha entrega sirvieron de aperitivo para el plato fuerte de la noche en una sala que, poco a poco, se iba llenando hasta rozar el lleno absoluto.
Tras la pausa de rigor fue el turno de Winfield Parker. Con sus 77 años, este cantante que en sus comienzos fue saxosofonista de Little Richard, demostró un estado de forma envidiable. No sólo su voz, también su actitud y su entrega en el escenario fueron notables. Por supuesto, como suele ser habitual con todos los cantantes del género y la época, el atuendo forma parte del show y sus brillantes zapatos y reloj deslumbraron a las primeras filas que aún no habían podido digerir el estampado de su americana. Musicalmente se movío por los terrenos del soul más bailable, el R&B y algunas muestras de funk. Uno de los momentos más gloriosos de la noche, también de los más íntimos, fue su versión de A Change Is Gonna Come de Sam Cooke. Semejante tema, con su voz y sensibilidad y el apoyo de The Individuals, la banda del Mojo, sonó tan emocionante que ese momento ya justificaba la entrada por si mismo.
Cada año digo lo mismo, pero la presencia de The Individuals es uno de los grandes lujos del festival. Una sección de vientos, una sección rítmica, teclado y coristas no es algo que se pueda disfrutar cada noche. Músicos de muchísima calidad que trabajan muchísimo para dar brillo a unas maravillosas canciones que fueron escritas para sonar así, con todos esos instrumentos y voces. Ver tanto talento encima de un escenario arropando a los pioneros de estos sonidos que han marcado a varias generaciones es un places indescriptible para quienes amamos la música.
Mojo Workin’ Houseband, trabajo y pasión
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Winfield Parker, además de cantar, tuvo tiempo para hablar con el público, poner el micro a las primeras filas, mostrarse seductor e incluso subir a una chica para cantarle, de forma casi lujuriosa, Just Because sentado en su regazo mientras ella, divertida, le seguía el juego. Todo un showman el señor Parker que se despidió con otra versión, Mustang Sally de Wilson Picket.
La noche la cerraron The Cookies. Del trío que se presentó, Margaret Ross, Arlene McGriff y Sandra Taylor, sólo la primera es miembro original del grupo. Su voz no es la que fue y fueron varias las veces que no sonó tono lo afinada que debiera, pero nada que la experiencia y el apoyo de sus compañeras y de la banda no solucionaran. Estamos hablando de un girl group típico, conn éxitos como Chains, que más tarde versionarían los Beatles. Y eso es lo que sonó el viernes a la noche: juguetonas melodías enriquecidas con deliciosas armonías muchas veces mucho más elaboradas de lo que suele ser habitual en estas formaciones. Sonaron grandes clásicos de otros artistas como You Send Me (de nuevo Sam Cooke), You’re My Sunshine (Ray Charles) o Don’t Play That Song For Me (Aretha Franklyn).
Arlene McGriff y Sandra Taylor abandonaron el escenario para que Margaret Ross se luciera cantando Just A Little Lovin’ (el tema que popularizara Dusty Springfield). A la cantante, que interpretó la canción leyéndola de un folio que sostenía en la mano, se le notó emocionada con el momento. Esa es otra de las virtudes de este festival. Los artistas disfrutan tanto como el público y eso es mucho decir. Tras ese emocionante momento (al que solo le sobró la hoja en la mano), sus dos compañeras regresaron y terminaron el concierto con otro de sus éxitos: Don’t Say Nothin’ Bad (About My Baby) que, como Chains, es una composición de Gerry Goffin y Carole King.
Por supuesto la noche no podía acabar de otra forma que cantando Got My Mojo Workin, así que las Cookies colvieron a salir, acompañadas de Winfield Parker y de todos los músicos, para interpretar de manera festiva y desbordante de alegría esta canción que es el himno de facto del festival. ¿He puesto acabar la noche? Quería decir los conciertos, porque todavía hubo tiempo para que salieran los músicos desde el backstage como una marching band y las pinchadas que se extendieron hasta el amanecer. Esto es el Mojo y ojalá que el Mojo siga funcionando y dándole energía a Punko para continuar con esta maravilla muchos años más.