Crónicas del Festival de Cine de San Sebastián, día 5
Hoy ha vuelto a salir el sol en San Sebastián y con él han florecido más buenas películas en una edición que cuenta a estas alturas con varios títulos notables en su Sección Oficial. Algunos han generado consenso, otros no tanto pero han provocado debates cinéfilos y no tan cinéfilos. Esto es lo que se le pide a una Sección Oficial.
Courtroom 3H
La nueva película de Antonio Méndez Esparza es muy distinta a su anterior trabajo, también visto en la Sección Oficial del Zinemaldia, La vida y nada más. Distinta sobre todo en la forma, esta es un documental con un sólo escenario y carante de una trama en sí, mientra que aquel era una ficción con un desarrollo de la historia mucho más convecional. Sin embargo están más unidos de lo que parece a simple vista porque las dos películas tienen una mirada profundamente humanista. Si en La vida y nada más se hablaba de la familia y la educación, de las diferencias de clase y el racismo, de la incomunicación y los obstáculos que tienen las familias para salir adelante, ahora, en su nueva película avanza al siguiente capítulo y se centra en el Tribunal de Familia Unificado de Tallahasee (Florida), un juzgado especializado en casos con menores implicados, casos que implican abusos, abandono o negligencia con los menores. Es decir, casos en los que los obstáculos y circunstancias de los que hablaba Méndez Esparza en La vida y nada más, hacen descarrilar a algunas familias y acaban en este juzgado, que, según la Ley, tiene que trabajar para reunificar a las familias lo antes posible y del modo más seguro.
Lo que enseña el director, con un grandísimo trabajo de montaje que recuerda a 12 jours de Depardon, es el día a día de la Sala de Justicia 3H del tribunal. No saldremos de allí en toda la película. Lo curioso de este tribunal es que es uno de los pocos de todo Estados Unidos que trabaja para la rehabilitación. A través de las vistas y los procesos que vemos podemos construir una idea de los problemas burocráticos a los que se enfrentan las personas que acuden a ese Tribunal -desde los acusados a los profesionales de la sala- y también de muchos problemas actuales de la sociedad americana (bastante extrapolables a la nuestra).
Se agradece un enfoque tan realista en una película sobre algo tan ficcionalizado y exagerado por el cine desde siempre. Una sala por la que pasan acusados enfadados, asustados, tristes, arrogantes, sospechosos o de aspecto ingénuo. Una sala sin villanos trabajando en ella, sino personas que tratan de ayudar y hacer su trabajo lo mejor posible intentando guiar a los acusados y sus hijos por un sistema imperfecto, difícil y de arduo transitar, pero que puede llegar al destino correcto.
Supernova
Hace poco. a propósito de Nunca, casi nunca, a veces, siempre, escribía sobre esas películas que rompen los prejuicios que a veces nos formamos a partir de las sinopsis, en contraposición de las películas que ya sabemos como se van a desarrollar solamente mirando esas líneas que nos cuentan el punto de partida. Si Nunca, casi nunca, a veces, siempre era de las primeras, Supernova es de las segundas.
Supernova es la película que se puede esperar prtagonizada por esos dos grandes actores que son Stanley Tucci y Colin Firth, interpretando Sam y Tusker, una pareja sentimental que tras años junto se enfrentan al alzheimer prematuro de Tusker. Emprenden un viaje en autocaravana y, desde el comienzo, vemos como Sam quiere cuidar de Tusker, y Tusker lleva mal tener que ser cuidado. Lo que ocurre después va a ser más o menos lo que imaginas, rodado con oficio, interpretado con solvencia y sin necesidad de alargarlo en exceso, ni cargar demasiado las tintas. Una película de fórmula bien ejecutada… y fácil de olvidarla o mezclarla entre alguna de tantas similares.
Beginning
El debut en el largometraje de la directora georgiana Dea Kulumbegashvili ha llegado a San Sebastián con el sello del Festival de Cannes. Viendo la fuerza de sus imágenes me atrevo a pronosticar que esta no será la última vez que una película sulla luzca el logo de Cannes en su cartel.
La película arranca con el ataque a la capilla de un grupo de Testigos de Jehova que estaban escuchando a uno de sus miembros hablar sobre el sacrificio a Abraham a su primogénito. A partir de ahí se desencadenarán una serie de acontecimientos que irán golpeando la fragilidad de Yana, la mujer de uno de los líderes de la congregación. Una mujer que se siente atrapada, con ganas de empezar algo o de terminarlo.
Con unos cuidadísimos planos largos y unas transiciones abruptas, Kulumbegashvili va construyendo el mundo de Yana contraponiendo los interiores vacíos y fríos con los exteriores más llenos de color y vida. Su vida, frente a sus sueños. A la vez va sembrando un montón de referencias bíblicas y mostrando una comprensión de la religión por parte de los protagonistas como un conjunto de supersticiones, tradiciones y leyendas; pero no una auténtica comprensión de lo que debería significar aplicado al comportamiento de uno mismo y con los demás. Un puzzle peligroso que termina formando la foto de un final cruel, másxima representación del fanatismo. Un cine seco, duro, valiente y rodado con maestría y un gran uso de los simbolismos.
A Metamorfose dos Pássaros
En Zabaltegi-Tabakalera hemos podido ver A Metamorfose dos Pássaros, otro largometraje de debut de una directora, en esta ocasión de la portuguesa Catarina Vasconcelos.
A Metamorfose dos Pássaros es una película llena de poesía. Catarina Vasconcelos cuenta la historia de su familia a través de un collage de imágenes, vivencias, recuerdos y recreaciones. No importan los hechos, importan las sensaciones, no importa que sean ciertos o no, importa lo que transmiten, la frontera entre ficción y realidad hace tiempo dejó de importar. No se trata de imágenes de archivo o representaciones realistas, sino de evocaciones de un lirismo poético, que nunca deja de estar enraizado con lo humano, para hacer dialogar a dos generaciones sobre el dolor del duelo y el recuerdo.