VENECIA 2021: Almodóvar da voz a los desaparecidos
Treinta y tres años después de haberse llevado el premio al mejor guión por Mujeres al borde de un ataque de nervios, Almodóvar vuelve a concursar en el Festival de Cine de Venecia, si bien ha sido uno de los protagonistas de las dos últimas ediciones con el León de Oro a toda su carrera en 2019 y con el estreno mundial de su cortometraje La voz humana el año pasado. Y lo hace inugurando esta edición con Madres paralelas una película en la que, si bien vuelve a sus característicos melodramas en torno a la maternidad, introduce de forma significativa la recuperación de la memoria histórica en una alegato a favor de la exhumación de las víctimas de la guerra civil enterradas en fosas y cunetas de media España.
Almodóvar ya había demostrado su apoyo a esta causa con el documental El silencio de otros de Almudena Carracedo y Robert Bahar de la que es productor ejecutivo, pero en Madres Paralelas utiliza su papel de figura de referencia de la cultura española en todo el mundo para mostrar, explicar y denunciar que aún quedan en España más de 100.000 personas desaparecidas desde hace 85 años en territorio español, haciendo presentes a estos desaparecidos. Al principio mostrando sus fotos. Al final con entrevistas con familiares y detalles de una excavación en la que la película adquiere un tono didáctico, casi de reportaje. Porque el director manchego busca que todo se entienda, explicarle al público de todo el mundo que va a ver su película lo que pasó y la situación actual aún pendiente de resolución. Con un estilo básico, directo y sencillo, llamativo para tratarse del cine de Almodóvar. Dejándose de sofisticaciones formales y señalando culpables. Directamente y sin ambages. La película arranca en el invierno de 2016 y el acusado es el gobierno de un Rajoy que se vanagloriaba de no haber gastado ni un euro en la localización y exhumación de los asesinados y desaparecidos de la guerra civil española.
En medio, el núcleo de la película. La historia de las madres paralelas del título. Dos madres solteras. Urbanas. La protagonista es Janis (Penélope Cruz), una fotógrafa a punto de cumplir los 40 años que tras realizar un reportaje con un antropólogo forense le presenta el caso de su abuelo de su abuelo asesinado y desaparecido en la Guerra Civil junto con otros hombres de su pueblo. La otra madre paralela es Ana (Milena Smit), una menor de familia bien a la que conoce en el hospital cuando ambas están a punto de dar a luz. Un melodrama almodovariano ejemplar en torno a la maternidad y tres formas distintas de ser madre. Porque el triángulo lo completa la de la madre de Ana, el personaje que interpreta Aitana Sánchez-Gijón. Y en el trasfondo el de todas aquellas viudas que tuvieron que criar solas a sus hijos e hijas por el asesinato y desaparición de sus maridos. Con sus rocambolescos giros de guión, sus elipsis, su montaje paralelo (esta vez se anuncia desde el título) y sus grandes interpretaciones, aunque liberado de la rigidez de los encuadres, composiciones y planificaciones precisos y artificiosos de sus últimos filmes y del product placement cultureta marca de la casa, dando paso a una puesta en escena más fluida y orgánica. Esta vez no sabremos qué libros, qué discos o qué artista le han gustado últimamente al director.
Hay un momento de la película en el que el personaje que interpreta Aitana Sánchez-Gijón, afirma que es apolítica porque tiene que gustar a todos. Pedro Almodóvar opta por lo contrario. El objetivo de su cine nunca ha sido gustar a todos. Siempre busca retar al espectador, sorprenderlo, abrir su mente a nuevas formas, situaciones o personajes y evitar llevarle por las vías más cómodas y trilladas, pero en Madres paralelas va más allá. Se posiciona claramente ante una realidad. Y establece culpables. A sabiendas de que este posicionamiento va a provocar críticas más allá de lo cinematográfico. En un país en el que encontrar y exhumar a los asesinados, desaparecidos y enterrados en fosas comunes y cunetas es una cuestión política y no de humanidad.