Tras presentar las notables Il Buco de Michelangelo Frammartino y Fue la mano de dios de Paolo Sorrentino en la primera parte del festival, la parte restante del quinteto de películas italianas que optan al León de Oro se han presentado en el sprint final de la Mostra.

FREAKS OUT

Han pasado ya seis años desde que Gabriele Mainetti lograra cierto éxito y prestigio con Le llamaban Jeeg Robot en la que combinaba un hombre con superpoderes, la mafia de poca monta, los crímenes de poca envergadura y el mundo de los videojuegos. En Freaks Out, da un paso más allá con una versión hipervitaminada de aquélla, volviendo a recurrir a personas con superpoderes, esta vez 4, y ambientando su película en sendos circos en una Roma ocupada por los nazis. Una especie de los cuatro fantásticos contra los nazis. Y todos sabemos que la estética nazi es muy fotogénica.

El arranque de Freaks Out promete. Por un lado, los toques de fantasía con los que se presenta a los cuatro protagonistas en su circo. O sus paseos por las ruinas del Coliseo o de los foros romanos. Por otro, los sugerentes elementos fantásticos y pesadillescos del circo nazi encabezado por el esta vez no tan perturbador Franz Rogowski, a pesar de que esta vez tenga seis dedos en cada mano, visiones del futuro e interprete al piano versiones de éxitos de Radiohead y Guns’N’Roses a mediados de los años 40 del siglo pasado rodado a la Moulin Rouge de Luhrmann. O la aparición de los partisanos reivindicando para ellos el popular y últimamente pervertido Bella Ciao.

Pero a medida que avanza la película se vuelve más y más convencional. Una película de superhéroes vulgar. Ni siquiera de las buenas. De estas de batallas en la que se notan más los medios con los que están rodadas que quién lucha contra quién y qué es lo que quieren conseguir. Y en la que todo lo sugerido en su primera parte acaba aplastado por una obviedad por momentos sonrojante.

QUI RIDO IO de Mario Martone

Convertido ya en todo una habitual de la Mostra, ésta es su quinta participación en las últimas doce ediciones, Mario Martone nos lleva esta vez a la Italia de principios del siglo XX y a la familia del actor y dramaturgo Eduardo Scarpetta (interpretado por el siempre solvente Toni Servillo) que triunfaba en aquella época con un teatro cómico y popular. Curiosamente Eduardo Scarpetta es el padre de Eduardo De Filippo, uno de los grandes nombres del teatro italiano del siglo XX, autor de la obra teatral en la que se basa la película anterior de Martone, El alcalde de Rione Sanità.

Con un estilo exagerado, sobrecargado y sobrecargante, incluso para los estándares esperables en una obra en torno al teatro napolitano, Qui Rido Io plantea la siempre socorrida dicotomía entre alta cultura y cultura popular, esta vez llevada al mundo de la dramaturgia y con el trasfondo de la libertad de expresión. ¿Dónde acaba la propiedad intelectual y dónde empieza la libertad de expresión y la capacidad de manipular la obra ajena? La película se llena de personajes, de situaciones y de peripecias, de líos y enredos familiares en un conjunto que parece querer funcionar basándose en la acumulación desordenada de elementos que le dé viveza y autenticidad, pero que en realidad transmite teatralidad y falsedad y que finalmente satura y agota al espectador.

AMERICA LATINA de Damiano y Fabio D’Innocenzo

Tras ganar el premio al mejor guión de la Berlinale de 2020 con Queridos vecinos, los hermanos gemelos Damiano y Fabio D’Innocenzo han traído a Venecia este fallido drama psicológico protagonizado por Elio Germano.

Massimo Sisti parece tenerlo todo en la vida. Una mujer que le quiere, dos hijas adoradas, un trabajo que le permite vivir el sueño burgués en una casa en mitad del campo, un amigo con el que tomarse una cerveza de vez cuando… pero un buen día en el sótano de su casa descubre algo que lo perturba, lo descoloca, y que no cuadra con su vida rutinaria, ordenada y equilibrada.

America Latina transmite el desconcierto del protagonista a base de un juego entre realidad, imaginación y alucinación apoyado también en una fotografía que juega continuamente con las luces, los ángulos y los encuadres poco naturales y da al espectador tan pocos puntos de apoyo que provoca que éste se sienta no sólo desconcertado, sino perdido y pueda acabar abandonando en su intento de montar el puzzle mental que le proponen los hermanos D’Innocenzo. Tiene algo del primer Lanthimos. También algo de Argento. Pero lo que debería ser inquietante y turbador, acaba siendo arbitrario y gratuito. Y al drama psicológico le falta drama y le rebosa la psicología. El que no abandone por el camino, tampoco encontrará las respuestas a las claves planteadas, no es lo que pretenden sus autores, pero quizá el esfuerzo de descodificar le haya llevado a nuevas reflexiones sobre el subconsciente y la crisis de la madurez. O quizá no y todo le haya parecido un producto fallido al que le pesa su exceso de ambición.