DUELO FINAL de Ridley Scott

A punto de cumplir los 84 años, da la impresión de que a Ridley Scott le ha entrado un ataque de actividad. Además de este Duelo Final presentado fuera de concurso en el Festival de Venecia, en las próximas semanas llegará también a nuestras pantallas La Casa Gucci, en torno a la gran familia de la moda italiana.

En Duelo Final nos lleva a la Francia del siglo XV. La película arranca con los preparativos del duelo que da título a la película en un París en el que se adivina que están rematando la construcción de la catedral de Notre Dame. Y lo hace a partir de un guión de Matt Damon y Ben Affleck -que no habían vuelto a colaborar en esta tarea desde aquel El indomable Will Hunting que les sacó del anonimato y les llevó al Oscar en 1997- escrito en colaboración con Nicole Holofcener y en el que adaptan una novela de Eric Lager basada, a su vez, en hechos reales. Entre lo oportuno y lo oportunista, dicho guion cuenta los hechos que llevaron al duelo entre Jean de Carrouges (Matt Damon) y Jacques Le Gris (Adam Driver), dos antiguos amigos enfrentados entre sí cuando la esposa del primero, Marguerite, (Jodie Comer) acusa al segundo de haberla violado. La cultura de la violación vista desde el siglo XXI en una película ambientada hace más de 600 años con la voluntad de Dios expresada en forma de resultado de un duelo a vida o muerte como prueba de la verdad.

Para ello, el film cuenta los mismos hechos desde los tres puntos de vista. Desde los tres vértices que componen el triángulo protagonista. Como ya hiciera Akira Kurosawa en Rashomon en 1950 y después de él tantos otros. Por un lado, el marido, bronco, vehemente, irascible. Un militar. Un hombre de acción. Por otro, el amigo, refinado, astuto, culto, atractivo. Un gestor. Un hombre de ideas. Y finalmente, la víctima. Procedente de una familia caída en desgracia, bella, ilustrada y con las ideas claras. Las esposa del guerrero. Una mujer de ideas claras.

Pero a pesar de las diferencias entre los tres narradores, sus versiones de los hechos no difieren demasiado. Sólo en matices. En detalles. Y aunque el demonio esté en los detalles, la película se hace repetitiva y sobrexplicada, algo a lo que contribuyen unas metáforas innecesariamente obvias. Una variedad de puntos de vista que además resulta empobrecida teniendo en cuenta que el film establece de forma explícita una versión como la auténtica y verdadera y que por tanto, la realidad no se acaba construyendo como una combinación de las tres visiones y desactivando en parte la eficacia del mecanismo de los distintos puntos de vista. 

Así, entre campos embarrados, castillos medievales, armaduras, trajes de época y efectos especiales, Ridley Scott realiza su habitual despliegue visual, incluido un duelo rodado, planificado y montado de forma espectacular, aunque la historia no sea más que un folletín de amores, celos, envidias y sospechas trasladado a la Baja Edad Media con la sensibilidad reivindicativa del siglo XXI.

UN AUTRE MONDE de Stéphane Brizé

Con Un autre monde el director galo Stéphane Brizé en compañía de Vincent Lindon completa su trilogía del trabajo. En 2015, El precio del trabajo giraba en torno a los trabajadores precarios; en 2018 En guerra en torno a los representantes sindicales en una empresa a punto de cerrar y ahora Un autre monde se centra en el responsable de una planta francesa de una multinacional obligado a recortar un 10% de la plantilla. Brizé comete el atrevimiento y la originalidad de construir su denuncia social centrándose en el ‘jefe’, un burgués de clase acomodada, pero también empleado al servicio del capital al fin y al cabo, y consigue hacerlo de forma contundente y efectiva.

Aunque en su arranque desconcierte. La primera secuencia de la película es la negociación entre los abogados del matrimonio formado por Vincent Lindon (sobresaliente como casi siempre, contenido pero tremendamente elocuente) y Sandrine Kiberlain por el reparto de los bienes conyugales. De los sacrificios hechos por uno y otro para conseguir su patrimonio. Pero todo reducido a euros. Al dinero. A la dictadura de los números. Desconcertante, pero consecuente con el discurso del film.

Un autre monde es una denuncia del capitalismo feroz de las grandes corporaciones. A la forma en la que condiciona no sólo las decisiones económicas o laborales. Cuando los dividendos están por encima de las personas. Y también a cómo trasciende a la vida personal. En cómo afecta a la escala de valores. Porque una de las oportunas cuestiones que plantea Brizé es hasta qué punto podemos ser humanos en nuestra faceta familiar cuando no lo somos en la profesional. Si podemos disgregar la forma de actuar en el entorno laboral de la que mantenemos en el familiar. El golpe encima de la mesa de Brizé puede parecer algo naïf, pero también pertinente.

Con estilo cercano y natural, la cámara de Brizé parece estar siempre donde debe. Mostrando a los protagonistas muchas veces de espaldas respetando su intimidad en sus secuencias familiares. O convirtiendo al espectador en uno asistente intruso a las reuniones en las que se decide sobre el futuro laboral de un puñado de trabajadores.