DUNE de Denis Villeneuve

Justo cuando Dune está a punto de terminar, uno de los futuros protagonistas de las hipotéticas siguientes entregas en caso de que lleguen a existir, afirma que esto es sólo el principio. Porque lo que se ha visto hoy en las salas del Lido de Venecia y que llegará en unas semanas a los cines de todo el mundo, no es más que la primera entrega de lo que se pretende que sea una franquicia, un universo, un mundo en la línea de los grandes blockbusters de Hollywood. El resultado en taquilla de este Dune Parte 1, marcará el futuro de las adaptaciones de las novelas de Frank Herbert.

Dune
7.1

Dirigido por Denis Villeneuve que ya había demostrado su dominio de la ciencia ficción y de los grandes presupuestos con Arrival y Blade Runner 2049 y con un reparto encabezado por Timothee Chalamet, Oscar Isaac, Jason Momoa, Josh Brolin, Rebecca Ferguson, Stellan Skarsgard, Charlotte Rampling y Javier Bardem, Dune es un espectáculo de imagen y sonido de primer orden, un producto pensado, diseñado y manufacturado para reventar taquillas. O al menos intentarlo. En un mundo prepandemia en el que sus 200 millones de dólares de presupuesto podían parecer una inversión arriesgada, pero económicamente viable. Puro cine de entretenimiento cuyo destino lo decidirán los espectadores que paguen su entrada para verla en los cines de todos el mundo de aquí a dos semanas y no los cientos de críticos cinematográficos que la ven estos días en las salas del Festival de Venecia. Y no nos hemos olvidado de Zendaya a la hora de mencionar el espectacular reparto del film. Pero su personaje es de ésos que sólo adquirirá protagonismo si el proyecto Dune sigue adelante con más entregas. Mientras tanto, es un excelente elemento de promoción.

A pesar de sus más de dos horas y media de duración, este Dune no es más que la carta de presentación. El mundo Dune es tan rico en planetas, casas y personajes que gran parte de su metraje lo ocupa la introducción de todos estos elementos. Da la impresión de que Villeneuve no tiene prisa por pasar a la acción. Prefiere que todo le quede claro al espectador. El quién es quién, el qué es qué, el quién con quién y contra qué y los porqués. Al son atronador de Hans Zimmer, la fotografía de Greg Fraser y unos decorados y efectos especiales espectaculares. Y en ese conjunto apabullante el Villeneuve autor y su posible discurso más allá del puro entretenimiento se diluye frente al poderío de la maquinaria de producción de la película.

Solamente en la segunda mitad de la película podemos atisbar lo que serían las próximas entregas de Dune. Ahí es cuando la acción toma la pantalla. Las peleas con escudos protectores, las persecuciones, los rescates in extremis y las explosiones se suceden y se confirma el juego que puede dar el enfrentamiento y las ententes, según el caso, entre los Atreides, los Harkonnen, los Fremen, el emperador y los gusanos de arena en pos de la especie de Arrakis.

Curiosamente juega en contra de la película el hecho de que George Lucas tomara prestados o directamente copiara multitud de elementos de Dune para su saga galáctica. Cuando 55 años más tarde la han llevado a la gran pantalla parece erróneamente que es Dune la que copia a Star Wars.

SPENCER de Pablo Larrain

De forma similar a como hiciera en Jackie con la que fue esposa de JKF, el chileno Pablo Larraín vuelve a sumergirse en la personalidad y la mente de una figura femenina mediática y paradigmática de su tiempo. La Spencer del título es Lady Diana Spencer, en la época en la que transcurre la película aún Su Alteza Real Princesa de Gales, la mujer más fotografiada del mundo, atrapada en un matrimonio a tres bandas e interpretada por Kirsten Stewart con tendencia más a imitar al personaje a base de gestos y mohines que a captar su esencia e interpretarlo.

El título no engaña. Larraín se centra en su protagonista y sobre todo en lo que pasa por su cabeza en los tres días en los que celebran la Navidad la familia de los Windsor unida. Por eso deja al resto de la familia en un discretísimo segundo plano del que sólo saldrán en contadas ocasiones sus hijos, su marido o la reina. Solamente algunos de los sirvientes adquieren algo más de presencia. Spencer no es la crónica de aquellas celebraciones, sino un viaje a la mente de su protagonista atrapada en una jaula de oro en la que las costumbres, los rituales y la tradición por absurda u obsoleta que ésta sea se imponen a lo pragmático, la modernidad y hasta el sentido común. Una terrorífica prisión de la que la huida es mucho más complicada de lo que parece.

Y lo hace recurriendo de forma reiterativa a una serie metáforas, analogías y comparaciones (un collar de perlas, los faisanes, Ana Bolena o un espantapájaros) que más allá de que puedan ser más o menos afortunadas se empeña en mostrar, explicar y aclarar una y otra vez y a una estupenda banda sonora original compuesta por Jonny Greenwood que pasa del jazz a la música sinfónica en función de la situación mental de la protagonista.

Larraín prescinde de contextualizar a los personajes y asume que el espectador parte de un conocimiento mínimo de lo que ocurría en aquella época. El problema es que la película no avanza mucho más a partir de su punto de partida. El arco argumental apenas existe y como estudio del personaje resulta repetitivo y vago.

THE LOST DAUGHTER de Maggie Gyllenhaal

La protagonista de la ópera prima de la actriz norteamericana Maggie Gyllenhaal es Olivia Colman, precisamente la intérprete de la reina Isabel II de Inglaterra en la serie The Crown. En The Lost Daughter, adaptación de La hija oscura de Elena Ferrante, interpreta a Leda, una profesora de literatura comparada de vacaciones en un pequeño pueblo de la costa griega. Pero lo que empieza de forma apacible y relajante se convertirá cada vez más tenso y desasosegante tras el encuentro con una numerosa y ruidosa familia de veraneantes que le traerá incómodos recuerdos de su pasado en este poco convencional drama sobre la maternidad y sus efectos.

Solamente actrices con el talento y la inteligencia de Olivia Colman y Jess Buckley, que interpreta a Leda en su juventud son capaces de hacer creíble un personaje tan arisco y difícil como el de Leda. Su forma de actuar resulta desconcertante, su forma de relacionarse con los demás insólita, su personalidad parece un obstáculo permanente a la empatía, pero consiguen hacerlo verdadero y cercano aunque no consigamos llegarlo a entender. No es habitual ver en el cine actual papeles femeninos en los que en el conflicto entre maternidad y carrera profesional las decisiones se tomen y se presenten al espectador como en The Lost Daughter.

Pero a pesar de esos excelentes trabajos interpretativos, secundados por Ed Harris, Dakota Johnson y Peter Sarsgaard, y de la sensibilidad de Maggie Gyllenhaal en la puesta en escena al tratar un tema tan delicado como el de la película, el desequilibrio en el desarrollo de algunos personajes secundarios provoca que el film se acabe descompensando y por momentos desinflando.