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Sensaciones agridulces con la nueva versión de Dune. El trabajo estético de Denis Villeneuve es excelente, abrumador y os recomiendo encarecidamente verla en pantalla grande. Por otra parte, el ritmo y el tono flojean demasiado, aplastados por la forma. Además, demasiados elementos de negocio estropean el conjunto. Vamos con un repaso de lo bueno y lo malo.

Villeneuve y el paisaje

Villeneuve domina el paisaje. Evidentemente, no hablo de inmortalizar paisajes bonitos, hablo de otorgarle una expresividad dramática a los grandes planos paisajísticos, sean naturales o artificiales. Es capaz de crear tensión con un plano aéreo sobre el terreno, como hacía en Sicario; o llenar de misterio la escena con un paisaje brumoso en el que habita una gran nave alienígena, como en La llegada. Ayudado siempre de una banda sonora protagonista, por aquel entonces del tristemente fallecido Jóhann Jóhannsson, después con el siempre brillante Hans Zimmer. Por eso encajaba tan bien en la secuela de Blade Runner, porque uno de los mayores valores de la primera entrega era precisamente el impresionante paisaje artificial al ritmo de Vangelis. El paisaje muchas veces se menosprecia, como si solo fuera un elemento decorativo, pero puede tener una expresividad apabullante. Sobre todo en pantalla grande. Este es el caso de Dune y es, seguramente, su mejor valor.

No solo hablo de la maravillosa representación de paisajes fantásticos, con un idílico Caladan y su abundante agua; o las hostiles arenas de Arrakis. Hablo de una enorme nave matriz de la que salen decenas de grandes naves que parecen diminutas. Tanto que dudo que se pueden ver bien en un televisor. Hablo de la arquitectura de la ciudad anclada en las arenas de Arrakis. Hablo del paisaje bélico, que nos recuerda a las más tristes imágenes televisivas de la guerra en el desierto, pero elevado a dimensiones megalómanas. La nave emergiendo del agua. Naturaleza grandiosa y megaestructuras artificiales rodadas de la misma manera, como parte de un todo que a veces se enfrenta y otras veces se complementa. Porque ese es un poco el fondo de la historia: la integración de tecnología con la naturaleza, a veces violenta y destructiva; a veces siendo dos mundos ajenos e independientes; otras veces, extremadamente sostenible.

Como pasa muchas veces, la mayor virtud de la película es también su mayor problema. Esta grandiosa solemnidad que acompaña a estas imágenes espectaculares se extienden a todos los momentos de la película, aplastando otras emociones como el suspense o la acción, y estropeando el tempo.

Villeneuve o Lynch

Villeneuve, claramente, tiene dos deudas que pesan demasiado sobre la película. Por un lado, su posición dentro de planes más amplios de WarnerMedia. De eso hablaré después. Por otro lado, la necesidad de distanciarse de la injustamente denostada adaptación de Lynch. Parece que ese fuera uno de los motores que hacen que esta nueva Dune sea como es. A la película de Lynch se le puede achacar que era exagerada, colorida, desagradable a veces, hortera, desacomplejada, esperpéntica. En fin, adjetivos que Lynch puede llevar con orgullo, pero que muchos espectadores no aceptaron del todo bien, especialmente porque la novela, dentro de que sea un space opera, tiene un tono más serio. O esa calificación tan tramposa y que se está usando aquí también: un tono más adulto. Precisamente, Villeneuve ha definido recientemente Dune como un Star Wars para adultos. Y una de las cosas que más limita el talento es estar demasiado preocupado por parecer adulto.

Todo tiene que ser muy elegante y estético. Incluso cuando el barón Harkonnen se sumerge en un líquido negro, no termina de producir desagrado. Es un asco de diseño. Nada que ver con el Harkonnen de Lynch que provocaba una repugnancia tremendamente desagradable. Era asqueroso y detestable. Aquí nada puede ser asqueroso. Eso sí, hay alguna levitación fuera de foco que resulta sobrecogedora, evoca bien la encarnación de un mal siniestro, de la muerte. Stellan Skarsgård está estupendo en el papel de Marlon Brando en Apocalypse Now.

El barón Harkonnen dándose un baño de chocolate en el spa

Todo tiene que ser elegante. El vestuario tan exageradamente cuidado hace parecer que en muchos momentos estamos viendo un catálogo de moda. Hasta los trajes fremen tienen un punto de estilo. Algo que para Lynch era un buzo de goma que simplemente es funcional. Un helicóptero cae en picado y el plano es un perfecto recorte de melena sobre sobre un idílico amanecer en el desierto. Quizá no es el momento. Quizá debería importarme el inminente impacto contra la arena. Quiero que esto se entienda bien: me parece fabuloso que Villeneuve sea un esteticista, no tengo ningún problema con ello y disfruto de su capacidad visual, pero creo que es un error supeditar todas las decisiones de la película al estilo. Hay momentos en los que suma y otros muchos en los que resta.

Afecta mucho al tempo. Con ese misticismo y grandilocuencia va minando la aventura, la tensión. Intentar ser transcendente cada minuto es un problema. Falta un poco del sentido del humor que necesita un space opera. El sentido del humor que tenía la de Lynch y que Villeneuve nunca demuestra. Si bien su tono melancólico le encaja perfecto en películas como Arrival donde tiene todo el sentido del mundo, aquí pesa. La película se vuelve mortecina y menos interesante. Todo lo que gana al principio lo va desperdiciando en su recta final. Al principio, con la fuerza de sus imágenes oscuras y grandiosas, recuerda a la excelente Las crónicas de Riddick, pero estéticamente más sofisticada y ambiciosa. El problema es que si aquella sabía cambiar de estilo para potenciar las emociones, Dune se queda encorsetada en una mal entendida necesidad de seriedad que la lastra constantemente. Tampoco ayuda un héroe tan melancólico como Timothée Chalamet. El punto débil de un gran reparto está en el protagonista.

Influye bastante en el ritmo, para bien y para mal, que hayan decidido dividirla en dos partes. Por un lado, tiene más tiempo para desarrollar la historia. Creo que eso se notará especialmente en la segunda parte, que es donde Lynch pisaba el acelerador para terminar en tiempo, arrasando con todo. El problema es que tenemos un final que no es tal, no estaba el libro dividido en dos partes y se nota. Acaba en la nada, un final completamente anticlimático. Ni cierra ni deja con ganas de más. Y quizá para ser solo la mitad de la historia, le sobre metraje. Tampoco es que desarrolle demasiado los grandes temas de la novela, aunque apunta un poco la idea de terraformación, con las imágenes del laboratorio y con los topillos que son capaces de concentrar con sus orejas la humedad del ambiente, parece que habrá que esperar a la secuela para adentrarnos más en ello. El tema del colonialismo está algo más desarrollado pero tampoco nos deja mucho en qué pensar. Su pretensión de ser «para adultos» creo que debería centrarse más en las reflexiones que en las caras mustias.

Podrían ser los necróferos de «Las crónicas de Riddick»

Hasta el punto que llega esta película, el desarrollo de la trama y la elección de las escenas destacadas de la novela es muy similar en ambas películas. Diría que sobre el papel, las dos películas no son tan diferentes. Ya digo que hasta el punto en que llega esta, porque intuyo que la segunda parte, si la hay, sí tendrá necesariamente un desarrollo de la trama más diferente a la de Lynch. El caso es que contando prácticamente las mismas cosas, las dos películas se perciben como muy diferentes. Es genial como ejemplo de la impronta del director sobre el resultado final. Para aquellos que creen que lo esencial en una película es el guión.

El conglomerado WarnerMedia

La otra gran deuda que lastra la película, ya lo adelantaba antes, es su condición de pieza dentro de un proyecto más grande. Evidentemente la apuesta de WarnerMedia, ese conglomerado que une, entre otras cosas Warner y HBO Max, va más allá de esta película en concreto. Si funciona, tendremos universo Dune hasta en la sopa. Ya el hecho de que esta película haya apostado por ser solo la primera parte, es una declaración de intenciones ante una secuela. Es un salto bastante atrevido dividir la película en dos pero producir solo una parte. Podría ser que nunca se termine. Hay unos cuantos libros escritos, por lo que hay material de sobra. Y ya está planeada -aunque hasta donde yo sé aún no confirmada- una serie para HBO Max. Todo dependerá de si la película tiene éxito.

El caso es que vemos varios elementos apuntados pero no desarrollados, como una puerta abierta a abordarlos en el futuro. Es el caso del “abuelo torero”. Algo que en la novela apenas tiene relevancia pero que en la película se insiste en varios momentos, a pesar de que después no tiene recorrido. Es de suponer que sea un aperitivo para desarrollarlo más adelante en otra película o serie, que se remonte en el tiempo. Este “abuelo torero” es Paulus Atreides y tiene protagonismo en Dune: Casa Atreides, la primera de la trilogía Preludio a Dune. Si la película funciona, seguramente terminaremos teniendo estas historias. Y es natural que, si nos la presentan como un “Star Wars para adultos”, quieran aplicar la misma estrategia de series de Disney+ en HBO Max. Porque en el fondo, el mensaje quizá es que HBO Max es una Disney+ para adultos. Todo esto, si tiene éxito, claro, que ya veremos. Imagino que echan de menos los tiempos de Juego de Tronos.

Una recta final anticlimática

El caso es que todas estas necesidades extracinematográficas no reman a favor de la película. Son peajes obligados que introducen elementos que no aportan al arco de la propia obra. Es un efecto cada vez más habitual, pues todas las majors quieren tener su universo rentable, transmedia e interminable. Así que tenemos una película con un final anticlimático, algunos personajes desarrollados a medias y elementos que no se sabe muy bien a dónde van, porque son precios a pagar para intentar conseguir otro bombazo.

Dune

Media Flipesci:
7.1
Título original:
Director:
Denis Villeneuve
Actores:
Rebecca Ferguson, David Dastmalchian, Jason Momoa, Zendaya, Timothée Chalamet, Josh Brolin, Oscar Isaac